OPINIóN
Debate presidencial 2019

Bélgica no invadió Alemania

Los niños, un tema ausente siendo que debería ser prioridad porque ellos son el futuro.

Cristina y Alberto Fernández, saludando a la multitud en La Pampa.
Cristina y Alberto Fernández, saludando a la multitud en La Pampa. | Noticias Argentinas

Hannah Arendt solía decir que los historiadores podían inventar muchas cosas que no fueran verdad, que podían tergiversar la historia alemana, pero que nunca iban a poder decir que Bélgica había invadido Alemania. Con esto quería decir que la mentira tiene un límite. No se equivoca Fernández cuando se indigna ante las mentiras de Cambiemos sobre la gestión aberrante de nuestra deuda externa, genuina espada de Damocles para la nueva gestión, por ellos contraída con un organismo que, a diferencia de la deuda reestructurada por el gabinete de Kirchner, la actual es con el FMI; organismo que tiene, a diferencia de los fondo de especulación financiera como Eliot, fondos buitre que lucran con el hambre, la marginalidad y el subdesarrollo en Africa y América Latina, el frío carácter de “acreedores privilegiados“: el FMI es un acreedor privilegiado. Por eso no se puede defaultear ni hablar de reestructuración alegremente, como sí se hizo en otros casos (con fondos privados o bancos de inversión). Por eso se inventó esta nueva palabra, este neologismo: “reperfilamiento“. Para no decir que la deuda con el FMI hay que pagarla con sudor y lágrimas, que es difícil que haya recorte, que no se puede volver a caer en default. Esto condiciona al nuevo gobierno.

Un mérito de Fernández, hasta ahora no suficientemente valorado, fue la reaparición de Gustavo Béliz, cuya propuesta de federalizar la justicia penal de la Ciudad de Buenos Aires era un muy buen plan que no se pudo llevar a cabo. Béliz fue víctima de la falta de transparencia institucional y tuvo que dejar el país. Su regreso al país es un síntoma positivo, “republicano“, como le gusta decir al actual gobierno. Un síntoma positivo para las instituciones de la democracia. Para la transparencia.

El segundo debate mostró un Macri ofensivo que se jugó por el balotaje

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Cuando Alberto Fernández tuvo dos debates con periodistas opositores (no siempre acostumbrados a debatir ideas de fondo) cierto periodismo conservador tituló notas críticas sobre él aduciendo que él era “un candidato al que se le suelta fácil la cadena“. Luego, en el mismo medio, se reafirmó esta idea diciendo que Fernández era (por no estar siempre acomodado al coaching y el marketing vacóo, cool, amable, y superficial, “new age“) un candidato muy "impulsivo“. Pero en un país sometido por sus finanzas externas, tan poco "libre“ en sus decisiones de fondo, con tanta gente hundida en la miseria, con chicos que cantan rap combativo en los trenes del Roca de noche, es muy bueno que aun haya, que aun queden, políticos “sin cadena“, no encadenados, sino líderes a quienes se les “suelta“ más a menudo la “cadena“. Es mucho mejor cuando a Cristina o Alberto se les "suelta la cadena“, para seguir con la metáfora carcelaria de cierto periodismo, porque solo así sabemos lo que realmente piensan. Sus principios, sus valores. Cuando Cristina le dijo a Mirta Legrand en su mesa en pleno proceso electoral “por hablar así murió mucha gente en la Argentina“, (¿se viene el zurdaje?) seguramente Cristina, con Néstor al lado, en esa mesa, no estaba especulando: seguramente también ahí a Cristina se le “soltó la cadena“. Se vio su compromiso. Habrá perdido algún voto, pero ganó en consistencia e identidad. Como a Alberto en Córdoba, cuando muy correctamente (lo que otros llaman “soberbia“) le explicó a un periodista el funcionamiento (paupérrimo por otro lado) de nuestro Consejo de la Magistratura y la corrupción estridente de muchos de nuestros jueces. Nuestro poder judicial está socavado en sus procesos y mecanismos, es un contubernio oscuro de intereses no siempre visibles: no es transparente nuestra Justicia federal. Hace falta un recambio de base en nuestros tribunales, acabar con el contubernio y las prácticas ilegales, extorsivas. Y Béliz había propuesto una reforma penal interesante. Y Fernández lo trae nuevamente a la Argentina, lo cual es un paso adelante en la dirección adecuada. El país necesita instituciones en serio. Y las instituciones no son frases vacías que se repiten en los grandes medios. Son gestos y pasos concretos, difíciles casi siempre.

En el debate se vio que Fernández, sobretodo cuando no tiene una cadena que lo “ata“, dice cosas valiosas (impugnar el blanqueamiento de capitales para amigos y socios del presidente Macri); se nota la diferencia de preparación y formación con los demás candidatos, a excepción de Lavagna, siempre sólido en términos económicos, tal vez porque conoce tan bien como el primero el peso de la deuda en una gestión económica.

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Frente a la política del big data, el maketing y las redes, hay que recordar que Raúl Alfonsín casi se mata por ir a hablarle a 50 personas. Esa es la política que vale. La que pone el cuerpo. No la que se digita en las redes con frases hechas. El gobierno del Pro lo descubrió tal vez demasiado tarde. Macri estuvo mejor en el segundo debate que en el primero, tal vez acuciado por sonar convincente. Pero el daño social está hecho. El peronismo volvió a las bases, y a la unidad, con o sin dedos acusadores. La unidad no está exenta de desafíos. Pero eso lo que necesita un país que tiene a cientos de chicos comiendo de la basura y durmiendo en las calles o cantando en los vagones. Por eso le cuesta tanto a este abogado simplemente "opinar" sobre un debate, más que "opinar“ sobre los chicos que están abandonados a su suerte por la sociedad y por el Gobierno argentino que dice que nos devolvió al “mundo“. Cientos de chicos empobrecidos no están en el “mundo“. Están en la calle.

Es una vergüenza el desprecio por la niñez que exhibe nuestra clase dirigente. Chicos, cientos de chicos, a los que se les roba la infancia, que tienen hambre todos los días, que reparten postales en los andenes: estos chicos tienen poco que ver con los debates políticos y de opinión. No forman parte de ninguna discusión política en los grandes medios porque no votan. No hablan. Y sin embargo, es un drama urgente. Un drama que se debe decir. Que hubiera debido ser prioridad en un debate sobre el “futuro“.