Hace 110 años, el Congreso de la Nación Argentina sancionó la Ley “Sáenz Peña” que estableció el voto secreto, universal y obligatorio. Para tomar dimensión del impacto positivo de la norma y el avance en materia de transparencia electoral de nuestro sistema, hablaremos de las elecciones realizadas en 1910 y 1916, post sanción de la ley en 1912.
En 1910 fue consagrado presidente Roque Sáenz Peña y votaron aproximadamente 190 mil personas. En tanto, en la votación que eligió a Hipólito Yrigoyen en 1916 la cantidad de personas que participaron de los comicios aumentó para llegar a los 800 mil votantes. Yrigoyen llegó a su cargo con una representatividad mayor, fortaleciendo los valores democráticos que tan importantes son para nosotros los liberales.
Ya pasaron 110 años de la reforma y Argentina está estancada en un sistema electoral anticuado y que fomenta irregularidades. La democracia tiene una deuda pendiente en materia de transparencia y el camino es claro: hay que implementar la boleta única de papel.
Con la boleta única:
1) Se evita la entrega de grandes sumas de dinero a los partidos políticos para imprimir sus boletas, lo cual suele terminar en escándalos de corrupción.
2) La cantidad de boletas que deben ser impresas es apenas un pequeño porcentaje del actual, lo que reduce el consumo de papel y el gasto que esto genera.
3) Se imposibilita el robo de boletas entre partidos. La entrega el presidente de mesa para que el elector seleccione a quiénes quiere votar.
4) Se reduce la necesidad de fiscales partidarios por ser menor el riesgo de maniobras electorales.
Es, en consecuencia, un sistema más honesto, seguro y transparente.
No es casual que las democracias modernas funcionen a través de la Boleta Única de Papel y no de las boletas partidarias. Este sistema fue utilizado por primera vez en 1856 en Australia y ya fue integrado en casi todo el mundo.
Actualmente, en 19 de nuestras 24 provincias, el sistema de sufragio es a través de boletas partidarias. Mientras, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Neuquén y Salta, se encuentra funcionando la Boleta Única Electrónica. Por su parte, en Santa Fe y Córdoba, se vota a través del Sistema de Boleta Única de Papel.
La experiencia, sumada a la difícil situación sanitaria en la que nos encontramos por el pésimo manejo de la pandemia de covid-19, demuestra que la Boleta Única de Papel es una opción sólida. Podría ser el inicio de un camino de apertura y transparencia que devuelva al votante argentino la confianza en el sistema.
Ya es hora de abordar este debate. Habilitará una mejora sustancial a los procesos electorales y un ahorro superlativo, que nuestro Estado tanto necesita. ¿Queremos continuar bajo un sistema utilizado solo en 16 países del mundo entre los cuales se destacan, Togo, Mali, Malawi y Congo? ¡No! Si queremos integrarnos al siglo XXI y garantizar a la ciudadanía mejores actos eleccionarios, debemos imponer un basta a la corrupción y una democracia más transparente y sólida.
A dar batalla.
*Dirigente de Republicanos Unidos.