El reclamo cotidiano en materia de seguridad resuena fuerte y sigue presente a lo largo y ancho del país, tanto que recientemente se cobró el cargo de la ex Ministra Sabina Frederic. Sin embargo, mientras la gente demanda mayor atención al delito callejero, la política mantiene la inercia de una puesta en escena que deja al descubierto una constante incapacidad de intervención en la materia.
El ensanchamiento injustificado con designaciones políticas en el área de seguridad, la incompetencia de funcionarios y la falta de conocimiento lleva a la implementación de medidas inadecuadas, descontextualizadas e inútiles para combatir los delitos. Asimismo, el uso de términos militares en procedimientos propios de otras fuerzas, desvirtúa aún más la capacidad de intervención y enmarca una puesta en escena que termina en una pantomima del accionar coercitivo.
“Estamos para coordinar el esfuerzo Nacional de Policía” se decía 27 años atrás en los escritorios de la entonces SECRETARIA DE SEGURIDAD Y PROTECCIÓN A LA COMUNIDAD, luego que Carlos Saúl Menem decidiera sacar de la órbita del Ministerio del Interior la oficina encargada de la cuestión de las policías del interior y crear una estructura conducida por el Brigadier Andrés Antonietti, un amigo de fuste y eficaz solucionador de problemas con el aplomo propio de un piloto.
Este equipo se destacó por su seriedad y sensatez, encargándose de iniciar un ciclo de gran relevancia para el desarrollo de un enfoque integral de las fuerzas, a pesar de la inercia característica del estado argentino, que en ocasiones nos situaba remando contra la corriente. Hoy, después de la evolución y la metamorfosis propia del engorde de empleados en la administración pública, puedo recordar con orgullo las palabras de mi Jefe, un profesional único que no sólo nos orientó, también instruyó con gran vocación y ejemplo: “no se olvide nunca que estamos haciendo un servicio a la Patria”.
Por supuesto que nuestra entrega a la institución y a quienes la conducían fue necesaria e incondicional, porque se trataba de profesionales íntegros, conocedores de la importancia del ejemplo personal en las acciones de aplicación del mando y gerenciamiento. Aquella estructura, a cargo de las fuerzas de seguridad y policiales se ocupó de organizar y hacer “despegar” a éstas.
Luego de tantos años, notamos cómo se ha desvirtuado la funcionalidad de la policía e incluso de las fuerzas militares, con repercusiones negativas en la seguridad ciudadana. Se evidencian errores incluso taxonómicos a la hora de coordinar acciones, desplegar fuerzas y trabajar sobre el territorio. A pesar de las coincidencias, es importante entender que la vida policial no se trata de una cuestión castrense, aunque los gestos de algunos jefes se inclinen en ese sentido, y de la fuerte influencia militar en lo formal que -como efecto colateral no deseado- confunde a quienes son convocados al manejo de los medios de seguridad del Estado.
"La seguridad debe ser una política de Estado y no una discusión ideológica entre políticos"
La primera subordinación de las Fuerzas es para con la Ley, no es funcional a un ministro ni a una gestión, éste es el primer control cruzado necesario e imprescindible para lograr la transparencia de la institución. En este sentido, el empleo de algunos términos equívocos y fuera de lugar alimenta la tendencia que desvirtúa su desempeño. El combate y el ataque, por ejemplo, no son palabras que explican, ni aplican, ninguna solución policial por sí mismos. Es necesario un máximo esfuerzo para enfocar a los actores de seguridad del Estado al indelegable objetivo de hacer cumplir la Ley. No se trata de conquistar, ni consolidar, ni someter al enemigo, existe un carácter romántico respecto del término enemigo al cual un delincuente o un criminal no califican.
Asimismo, cada cambio en el tablero de la conducción política de las fuerzas viene demostrando grandes equivocaciones, dejando al descubierto la fragilidad y debilidad del sistema, incluso en los diagnósticos. Podemos leer o escuchar barbaridades respecto de lo que debería ser el accionar policial, y no solo por las morfologías de los delitos, ya sean de guante blanco o callejero.
El camino que estamos encarando nos aleja cada vez más del objetivo esencial de cada fuerza. Y es que no se trata de construir soluciones con discursos espectaculares, opiniones sin sustento o inventando escenarios, mucho antes que la cuestión política existen fundamentos técnicos que permiten mitigar el delito aplicando procedimientos específicos en el marco de la legalidad, propios de una república en pleno ejercicio de la democracia.
La seguridad busca fundamentalmente la preservación de la integridad de las personas, y los riegos sin control ponen en peligro la vida, no hay más margen para la especulación, hacerlo es también criminal.
Las condiciones de protección de los ciudadanos -desbordados por la angustia-, las víctimas que día a día testimonian la debilidad estructural de las respuestas, indican que es tiempo de poner en evidencia lo equivocado y desvirtuado del accionar, es momento de usar el mejor criterio para lograr mejores resultados. Aún estamos a tiempo de curar esta herida profunda, no dejemos que el camillero opere al paciente, saquémosle el bisturí.
* Carlos Argentino López, asesor, consultor, especialista en seguridad e inteligencia.