Es bueno adentrarse en una época pasada. Sobre todo cuando significa recibir en la nuestra a un visitante ilustre de aquella época, de conocida prudencia y juicio grave en muchos asuntos.
Nuestro breve recorrido al lado de Nicolás Maquiavelo nos conduce en 1520 a la primera estación de su ingreso al siglo XXI. Con la mirada puesta en el COVID-19 recordó la peste que en el año 1348 llenó a Florencia de cadáveres. ¿Por qué fue así? Una causa para nada menor fue la imprevisión.
Maquiavelo afirma que no anticiparse fue lo que preanunció la catástrofe demográfica de la peste narrada con espanto y dolor por el poeta Boccaccio en su Decamerón. Empero las crisis políticas también suceden cuando los cambios no se anticipan. Este es un vicio que los antiguos romanos no tenían.
La segunda estación mueve a Maquiavelo a reflexionar sobre la clase política. El príncipe ideal debe ser misericordioso pero se aconseja no abusar de esa piedad. Antes y ahora ser demasiado bueno y de corazón sensible en la política puede causar daño cuando los demás no lo son. Pero ser cruel sin duda hará difícil y odioso a un gobierno.
¿Por qué leemos Nicolás Maquiavelo?
En la tercera estación el escritor florentino se sorprendió con la magnitud de las riquezas de Estados y personas. Y se trate de una riqueza patrimonial, no capitalista aún, las conductas de la supremacía, la arrogancia y el orgullo se parecen con relación al siglo XXI.
No obstante Maquiavelo constataría que en su Florencia natal la riqueza no era agraviante para el pueblo. Además de que esta riqueza respondía a las necesidades públicas.
La respuesta está presente en el mismo capítulo XVI de El Príncipe: la grandeza del gobernante guarda una relación con la riqueza del Estado. Más aún, con el problema crónico de poder hacer las guerras sin afectar con impuestos a los súbditos.
En tal sentido, las clases dominantes del siglo XXI mostraban a nuestro visitante su deslizamiento y la evolución hacia un linaje sin escrúpulos.
Maquiavelo señalaba que los súbditos en su época y los “ciudadanos” en la nuestra, fuesen obligados a practicar la religión o la “ideología” del príncipe o gobernante, a fin de mantener una adecuada obediencia a las normas.
Filosofía en 3 minutos: Maquiavelo
Sin saberlo, el escritor florentino, a quinientos años de distancia estaba confirmando la carga agresiva y humillante de lo “políticamente correcto”. En fin, gobiernos sin fama ni reputación, son los que alientan los peligros que nacen del desprecio de los pueblos. Estos problemas comienzan a delinearse en el capítulo XVI de El Príncipe, aunque no solamente allí.
En el capítulo XII, leemos algo que bien puede ser actual: “(...) Aquel que decía que la ruina de Italia se debía a nuestros pecados, decía la verdad, pero no eran los pecados que él creía sino los que yo he señalado como pecado de los príncipes. (...)” Los mas importantes eran la crueldad, la corrupción y la ofensa a las cosas más dignas de la vida.
Ahora bien, despidiendo al nuestro visitante ilustre preguntémonos ¿Acaso en el siglo XXI puede sostenerse que, al menos en trazos generales, estaría ocurriendo algo diferente según la perspectiva del escritor florentino?
* Carlos A. Fernández Pardo. Doctorado en Ciencias Políticas (USAL).