A lo largo de cuatro años consecutivos, el índice de bienestar y estrés en el trabajo en Argentina, que año a año mide nuestro Observatorio de Tendencias, mostró señales alarmantes de deterioro en la salud mental de los ciudadanos de nuestro país.
Aún así, podemos observar indicadores positivos y esperanzadores en los resultados de estas mediciones, sobre todo cuando hacemos foco en cómo las personas en nuestro país, a pesar de tantas dificultades, perciben sus relaciones sociales.
Las cifras indican que, por tercer año consecutivo, se registra un aumento en los niveles de estrés crónico y agotamiento emocional. Por ejemplo, actualmente, más del 25% de la población siente la mayor parte del tiempo que no tiene energía para ir a trabajar y que se siente tan cansado/a que no puede realizar otras actividades luego del horario de trabajo.
Es importante destacar este dato porque el nivel de agotamiento emocional es un indicador de salud mental pública, y así lo usan en otros países como uno de los indicadores de felicidad de la población.
Cuál es la receta para ser más felices
Prácticamente todos los problemas emocionales y enfermedades mentales comienzan cuando las personas se exponen durante un tiempo prolongado a niveles altos de estrés. Es ahí cuando se genera la respuesta de agotamiento emocional y el nivel de bienestar psicológico, disminuye. Esto es importante porque la Organización Mundial de la Salud considera que la felicidad humana está dada por el estado completo de bienestar. Desde esta perspectiva la definición de salud es equiparable a la de felicidad.
En las mediciones realizadas por el Observatorio de Tendencias Sociales de Siglo 21, se aplica un modelo científico que mide la felicidad a partir de cinco indicadores. Se llama modelo PERMA (siglas en inglés), y fue creado a partir de investigaciones científicas basadas en la Psicología Positiva. Según este modelo, el bienestar-felicidad tiene cinco componentes.
- Presencia de emociones Positivas (Positive Emotions)
- Sentirse energizado/a por el trabajo cotidiano (Engagement)
- Relaciones humanas saludables (Relationships)
- Significado y propósito en la vida (Meaning)
- Sensación de logro (Accomplishment)
Usando este modelo hemos medido los niveles de bienestar en argentinos (en una muestra representativa de 7 ciudades argentinas). Los resultados relevados permiten observar el alto capital social que tenemos los argentinos, como una de las principales variables que nos ayudan a ser felices o que nos sostienen en momentos de infelicidad.
En concreto:
►El 72% de los/as argentino/as se siente muy querido(a)/ amado(a).
►El 66% se siente muy satisfecho con sus relaciones personales.
Estos datos son valiosos, porque ilustran uno de los principales recursos para alcanzar el bienestar: la calidad de relación con los/as otros/as. Justamente se trata de los espacios más golpeados por las exigencias de aislamiento y distanciamiento social que supone una pandemia mundial, y la incertidumbre que genera la crisis económica que estamos viviendo.
En base a estos resultados, si queremos aumentar los niveles de felicidad, de manera sustentable, sugerimos poner foco en los niveles de bienestar es fundamental de acuerdo a dos tendencias mundiales:
- El bienestar tiene un creciente valor estratégico para impulsar políticas de Estado dado que hay fuerte evidencia de los costos y problemas que puede evitar. A futuro, los Estados responsables tendrán estrategias de bienestar definidas y ejecutables.
- Es cada día más aceptado que el bienestar es un derecho humano y las personas comenzarán a exigir políticas y servicios específicos vinculados al tema.
La felicidad depende de nuestros genes y nuestra actividad intencional
A nivel mundial existe un consenso entre investigadores de diferentes líneas de estudio del comportamiento humano, con aportes de la psicología existencial, la psicología positiva y la psicología cognitiva-prospectiva que proponen diferentes avenidas para atravesar la crisis.
Si bien existen distintas formas de transitar colectivamente una crisis, todas tienen en común tres factores propios de las personas (y grupos) que logran salir mejorados de las crisis:
- Buscarle un sentido al sufrimiento presente: frente a lo traumático de la situación, no se trata de negarla pensando “está todo bien, ya pasará”, sino de encontrar maneras activas y significativas de transitar la realidad buscando responder la pregunta: ¿Qué es lo mejor que se puede hacer en esta situación? Lleva esfuerzo, porque implica reflexión aún en momentos de enojo (por no poder trabajar), frustración (por no poder viajar o por encontrar restricción en las libertades) o tristeza (por haber perdido seres queridos o puestos de trabajo).
- Enfocarse en cuidar a los demás y no solo perseguir objetivos individuales: lo vemos en distintas situaciones; personas que se esfuerzan por no rendirse, que encuentran espacio para adquirir nuevas herramientas tecnológicas, otras que se esfuerzan por mantener una rutina de ejercicios físicos, o que resignan un porcentaje de ganancias para cuidar a sus colaboradores. Este factor se conoce como motivación altruista. Es el bienestar experimentado cuando aportamos bienestar a otras personas.
- Enfocarse en la construcción del mejor futuro posible: esto implica aceptar las pérdidas y construir a partir de la detección de nuevas oportunidades, apoyándonos en nuestras fortalezas como comunidad, en nuestro capital social y el conocimiento disponible.
Cada vez más trabajadores anteponen su felicidad a la estabilidad laboral
Existen mayores probabilidades de que una comunidad sea resiliente, aprenda y se adapte a la nueva realidad si quienes la lideran encuadran sus conductas en esos tres factores. Hoy, tenemos una gran tarea por delante en materia de bienestar: salir del agotamiento y proteger nuestra salud mental. Este será uno de los grandes desafíos de la agenda post pandemia, y disponemos de dos grandes motores para hacerlo: el conocimiento de base científica para trabajar en esa dirección y las reservas invaluables de capital social que conserva nuestro país.
* Mgter. Carlos Spontón. Licenciado en Psicología y Magister en Psicología Organizacional, Laboral y en RRHH, por la Universidad Jaime I, España. Director del Observatorio de Tendencias Sociales de la Universidad Siglo 21.