OPINIóN
El placer de leer siempre

Carmen Martín Gaite, la amistad entre dos mujeres

Ángel Cabaña propone en su columna número 100 un recorrido por la pluma de una gran escritora española para quien poder dedicarse a la literatura fue un "milagro".

El placer de leer.
El placer de leer. | Imagen de Yerson Retamal en Pixabay.

Carmen Martín Gaite nació en Salamanca el 8 de diciembre de 1925. En 1948, tras terminar su licenciatura en Filología Románica, fue becada en el Collège International de Cannes. De regreso en Madrid participó como actriz en varias obras teatrales y publicó sus primeros poemas en la revista “Trabajos y días”.

Trabajó en un diccionario de la Real Academia Española, como profesora en un colegio femenino y en la notaría de su padre; publicó cuentos, poemas, obras de teatro, conferencias, ensayos, artículos, discursos, tradujo novelas, hizo crítica literaria en Diario 16, colaboró con la Revista Española, escribió guiones de series para Televisión Española, publicó varias novelas: “Retahílas” (1974); “El cuarto de atrás” (1978); “Caperucita en Manhattan” (1990); “Nubosidad variable” (1992); “La reina de las nieves” (1994); “Lo raro es vivir” (1997); “Irse de casa” (1998); “Los parentescos” (2001), inconclusa.

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Recibió los siguientes premios por sus novelas: Café Gijón 1954) por “El balneario”; Nadal (1957) por “Entre visillos”, adaptada como una teleserie por la Radio Televisión Española (febrero y marzo de 1974); Finalista del Premio Biblioteca Breve 1962 por “Ritmo lento” (1963);  Nacional de Literatura en la modalidad de Narrativa por “El cuarto de atrás” (1978) -la primer mujer en recibirlo, que volvió a recibir en 1994 por el conjunto de su obra; Anagrama de Ensayo por “Usos amorosos de la postguerra española” (1987); “Fragmentos de interior”, adaptada como teleserie por la Televisión Española (1984); Príncipe de Asturias de las Letras Españolas (1988); Mujeres Progresistas (1990); Castilla y León de las Letras (1991); Nacional de las Letras Españolas(1994); Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes (1997).

Respecto a su experiencia como escritora, había declarado en algunas entrevistas:

«Hay tres tipos de satisfacción. Una es la de cuando escribes. A mí lo que me gusta es escribir. No manejo el tema hasta que lo tengo bien cogido. Con mis notas, mis apuntes, y mi memoria compongo ese tema… No contarlo todo de golpe, eso es lo esencial para mantener el interés del lector...Otra es la satisfacción de la crítica que se te hace. Las leo y las recibo bien.

(…)

He vivido los cuarenta años con la suerte de poder hacer lo que me gusta, escribir, y con la suerte de que lo que escribo les gusta a mis lectores, y alienta a los críticos. Lo veo como un milagro.» 

Alabada por los críticos españoles, que la consideran una de las figuras más importantes de las letras hispánicas del siglo XX, presento una de sus novelas más apreciadas, “Nubosidad variable”, la cual tiene como protagonistas a dos mujeres, Sofía Montalvo y Mariana León.

Habiendo compartido el colegio, la vida las había separado. Cuando, habiendo transcurridos más de treinta años, se encuentran por pura casualidad en un coctel. Ambas conocen la importancia del psicoanálisis. Sofía por haber sido tratada psiquiátricamente, Mariana por haberse convertido en una destacada psiquiatra. 

Sofía representa la mujer frustrada, que no hace lo que quisiera con su vida, aunque en la opinión de Mariana es una “superdotada para las Letras”, quien la insta a escribir, por lo que la literatura adquiere un rol significativo en el libro respecto de la profundización de los vínculos humanos.

La novela es la historia de dos escrituras, pero probablemente, por encima de cualquier consideración, la reconstrucción de la amistad entre dos mujeres, unidas a través del placer de la escritura, de la que tengo la satisfacción de presentar el siguiente diálogo:

"Lo importante era hacer acopio de serenidad y saborear aquella excitación tan grande ante la idea de contestar «quiero» a cualquier invitación o desafío. Se avecinaba un juego inédito, aunque muy antiguo también, el gran juego apasionante del que todo el mundo tiene referencias y que hasta entonces yo sólo había disfrutado a través de las que me llegaban del cine y los libros. Mariana opinaba que me estaba envenenando con tantas historias de amor literarias y que aquellas pistas falaces de las novelas y del cine me iban a despistar cuando intentara aplicarlas a mi propia historia.

—No tendré que pedir ninguna pista a nadie, no te preocupes —protestaba yo-. Sabré yo sola muy bien lo que tengo que hacer cuando llegue el caso.

—¿Y cómo sabrás que ha llegado el caso? —insistía Mariana.

—Porque tendré ganas de gustar. Me lo dirá el cuerpo. Y la imaginación y la inteligencia se crecerán, obedeciendo a las señales del cuerpo, querrán ponerse a su altura.

Todo se iba cumpliendo, con el añadido de un regalo premonitorio. La imaginación tenía que abarcar mucho para ponerse a la altura de un cuerpo que llevaba veinticuatro horas con ganas de gustar, que, resucitando inopinadamente al conjuro de un hada madrina, se había vestido de gala y había ensayado ante el espejo una función sin réplica; que estaba deseando convertirse, a su vez, en espejo. El mismo cuerpo que ahora acababa de desprenderse en silencio de los zapatos y subía los pies al sofá con languidez teatral; gesto, por cierto, que pareció hallar eco en el otro actor y provocar un amago de torsión en su cabeza, aunque tan tenue y breve que la chica de rojo no tuvo tiempo más que para adivinar entre pestañas el remate de una garganta memorable".

El 23 de julio del 2000 en Madrid, el cáncer acabó con la vida de Carmen Martín Gaite. Nacida en un hogar de clase acomodada, había sido castigada en vida, tuvo dos hijos, el primero falleció de meningitis con solo 7 meses de edad; y una hija, que murió en 1985 a la edad de 29 años víctima del sida

acabañ[email protected]