OPINIóN
opinión

Chocar la esperanza

16-4-2023-Logo Perfil
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De atrás para adelante. Hubo menemismo, un 2001 y un 2002. Una madeja de errores, cuyo hilo central era atravesado por el desprecio por la institucionalidad, la corrupción y una economía endeble ante factores internos y externos. El “que se vayan todos” retumbaba en los oídos de quienes participábamos en política, sea cual fuere el lugar que ocupáramos en ese momento. Dolía, y la victoria de Néstor Kirchner en 2003 aparecía como una oportunidad para reconstruir lo perdido. Había cierta sintonía colectiva después de tanto dolor.

Quiero detenerme en este punto, porque lo considero el del legado. El kirchnerismo tuvo una enorme oportunidad, y no me refiero a qué hacer con los dólares que ingresaban por las commodities que producía el campo, sino a que fue el último gobierno que administró una esperanza más o menos masiva. Y la condujo mal, algo que diría termina haciendo más daño que no ejecutar como corresponde un presupuesto. La permanente búsqueda de enemigos se contagió con gran velocidad de manera tal que consiguió repartir hostilidades a cualquiera que pretendiera dar debate, al punto de confrontar con Raúl Alfonsín, tratando de hacer invisible su tarea por los Derechos Humanos.

O sea, nadie más escribe o escribió la historia. Comenzó la era donde no hay otros, solo nosotros. Esa mirada durante 20 años le hace mal a cualquier sociedad. La divide, y la división debilita, genera una sensación de omnipotencia y le allana el camino a los fanatismos. De alguna manera, el kirchnerismo facilitó, no inocentemente, la reproducción de discursos y acciones que se enfrentaran de manera más o menos rabiosas a cuestiones valiosas que se produjeron en sus gobiernos, como el avance en juicios vinculados con la última dictadura o nuevos derechos que se consagraron para la población.

Una cosa es discutir para construir y otra cosa es discutir para dividir, y eso es lo que hizo el kirchnerismo durante estas dos décadas. De la grieta se ha hablado mucho, pero creo necesario insistir. Es contrafáctico, pero ¿se imaginan cómo se hubiera(n) enfrentado la(s) crisis sin este nivel de beligerancia? O sea, supongamos que todos cometíamos los mismos errores, pero los teníamos en un contexto diferente ¿hubiéramos estado más cerca o más lejos de resolverlos? ¿Es más viable tener una sociedad o una economía sólida si damos mejores debates o si buscamos destruir a quien piensa diferente?

La esperanza es un estado de ánimo que necesita de otros para concretar un deseo de país. Chocarla, aislarla, empuja a la frustración y retrocedemos. De nuevo la madeja de errores, el desprecio por la institucionalidad, la corrupción y la economía endeble ante factores internos y externos, y el “que se vayan todos” esta vez alimenta el crecimiento de personajes que traen lo más oscuro de la historia política argentina.

Dicen que 20 años no es nada, pero para odiar es mucho tiempo.

*Director del Cultural San Martín.