En la ya mítica década de los 60’, juntos con otras rupturas que nos marcaron como sociedad, se popularizo en los sectores medios urbanos de Occidente el “bronceado” y para obtener un color de piel distinto; millones de personas se han expuesto al sol sin precaución alguna. A los pocos años, los sistemas sanitarios con mejor registro estadístico y pautas de seguimiento - el británico por ejemplo- ya advertían sobre el exponencial aumento de cáncer de piel, sobre todo en personas jóvenes. Sin embargo, paso bastante tiempo hasta que las respuestas públicas empezaran a ser más categóricas.
Las primeras campañas de cuidado se centraban en evitar ciertos horarios y mantener la humectación de la piel. Medidas necesarias, pero sin duda insuficientes.
En la década del 80´ a los problemas heredados se le sumó el no menos promocionado angostamiento de la “capa de ozono” y la verificación que el tipo de rayos solares a los que nos exponemos no son idénticos en su composición a los del pasado, siendo más dañinos para nuestra piel.
La respuesta a tales agresiones potenciales fue el desarrollo por parte de la industria farmacéutica de las “pantallas o protectores solares”, que facilitan la exposición cuidada al sol con menores riesgos. La cuestión es central, ya que la exposición razonable al sol y a la vitamina D que nos provee es necesaria y hasta indispensables para un sinnúmero de funciones vitales.
Facilitar el acceso a los “protectores o pantallas solares” es necesario para toda la población, pero absolutamente indispensable para algunos grupos particulares como los albinos, quienes padecen lupus o cáncer de piel, entre otros. Por tanto, su costo es gravoso para quienes son usuarios ocasionales y casi inalcanzable para quienes deben usarlo a diario durante todo el año. Ahora bien, sin protectores estamos ante el riesgo de cáncer de piel u otras malformaciones.
Facilitar el acceso a los “protectores o pantallas solares” es necesario para toda la población, pero absolutamente indispensable para algunos grupos particulares como los albinos, quienes padecen lupus o cáncer de piel
El Estado argentino hace muy poco y nada al respecto. Ni campañas de prevención, ni información suficiente en el ámbito educativo, ni controles dermatológicos en instancias específicas, por ejemplo en materia laboral, etc. Es paradójico ya que el cáncer de piel es el más extendido a nivel global y cuya incidencia crece año a año.
La Sociedad Argentina de Dermatología viene sosteniendo una campaña que incluye más de 200 centros de salud en todo el país y de 500 profesionales involucrados, que en su versión 2019 nos da elementos de juicio alarmantes sobre el futuro de la salud de la piel -bajos indicies de cuidado, sobre todo en hombres jóvenes-.
Muchas organizaciones vienen peticionando el ingreso de los protectores solares al Programa Médico Obligatorio, hay varios proyectos de Ley en tramite en el Congreso de la Nación; algunos de nuestra autoría. La Fundación Nacional de Albinismo “Simplemente amigos” ha hecho de esta lucha su causa y está plenamente justificado.
En materia de salud, debemos conjugar responsabilidad personal y facilidad de acceso. Evitemos riesgos mayores y démosle a los protectores el tratamiento regulatorio de un medicamento que es considerado indispensable.
*/**Diputados Nacionales UCR