Hoy es martes, está amaneciendo y por la radio pública de Nueva York suena la suite para cello de Bach en la versión de Pau Casals. Esto es una certeza. Que a esta hora el calor de ayer no se ha amortizado durante la noche y ya se mezcla con el del nuevo día, sol mediante, otra. Lo demás, es sueño. O "nueva normalidad" como le llama el Gobierno. Por eso llevo días escuchando radios de otros países y otras lenguas.
Claro que en Estados Unidos tampoco se libran. Mientras Trump proclama que todo está bajo control, junto a Bolsonaro y Johnson (en el contexto europeo) superan sus propias cifras, día a día, en contagios y muertes provocada la covid-19.
Aquí, en Madrid, ayer a última hora la conversación giraba en torno a las dos elecciones que se celebrarán el domingo en el País Vasco y en Galicia y de la imputación al rey emérito, Juan Carlos, en un presunto delito de blanqueo de capitales y fraude fiscal. La noticia, ahora, es una declaración a la justicia suiza de Corinna Larsen, una mujer vinculada afectivamente al monarca, quien dice haber recibido de este 65 millones de euros de regalo.
Diario de la peste: el frágil equilibrio
Juan Carlos ha ejercido como jefe de Estado entre dos relatos. El primero, que justifica su reinado, dura un minuto y veintiséis segundos, es el discurso que pronuncia en la madrugada del 24 de febrero de 1983 tras el intento del golpe del 23F y proclama su fin y la continuidad democrática. Su reinado, paradojalmente, también acaba simbólicamente, cuando, casi treinta años después, el 18 de abril de 2012, nuevamente ante las cámaras pide perdón. Se trata de unas disculpas públicas por un accidente sufrido en una cacería en Botsuana en los peores momentos para el país de la anterior crisis económica. Era un viaje privado, en compañía de su amiga Larsen y que se hizo público por el accidente. Esa vez solo dijo: "Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir". Apenas cincuenta y siete caracteres. Trump, en lugar de una cámara hubiera escrito un tuit. Dos años después, Juan Carlos abdicaba.
La corona está entonces, en todas las informaciones, junto a las elecciones autonómicas y el final de la Liga, cuya copa se disputan, siguiendo el guion de cada año, el Barcelona y el Real Madrid. La polémica del fútbol es por los arbitrajes que en esta temporada o fase de la Liga parecen favorecer al Madrid. Nada nuevo. Lo nuevo, la nueva normalidad es que los partidos de fútbol se juegan sin público, hecho en el que ya no repara nadie, los actos de las campañas electorales se realizan en espacio abiertos, acotados y con una distancia de dos metros entre cada asistente. Al rey emérito no se lo ve. Se supone que está en palacio. La música que suena a todas horas es la de Ennio Morricone. Músico comprometido dicen y mencionan Novecento y La balada de Sacco y Vanzetti. No recuerdan, sin embrago, que también compuso la balada del Mundial 78 de Argentina. Curiosamente con la misma base armónica de la música de Sacco y Vanzetti.
Diario de la peste: el frágil equilibrio
Mientras tanto, en Lérida, una provincia de Cataluña, hay una zona, donde viven 200 mil personas, acotada por rebrotes y con posibilidad de nuevos confinamientos. En Galicia, A Mariña, una zona de Lugo con 80 mil habitantes corren igual suerte y los alcaldes pretenden suspender los comicios del domingo pero la Xunta, el Gobierno de la comunidad, se niega: nueva normalidad.
Toby Ord, un filósofo de la Universidad de Oxford, acaba de publicar The Precipice en el Reino Unido, un ensayo en el que teoriza sobre la posibilidad real de una posible extinción de la especie antes de que acabe este siglo. "Mucho más peligrosos que los volcanes y los meteoritos son los riesgos antropocéntricos, es decir, los que están en manos humanas. Y, en concreto, de los humanos que se dedican a la política". Más adelante, en una entrevista que en España publica El Confidencial, remata: "En otras épocas daba igual como de malos fueran los gobernantes, no tenían el poder de destruir la humanidad. Ahora sí. Necesitamos entender este poder rápidamente para poner en marcha una red de seguridad que nos proteja contra estos riesgos".
En el Financial Times, en su columna dominical, Simon Kuper escribe sobre Trump, Bolsonaro y Johnson: "En una era de medios y redes sociales con noticias sin parar, los políticos que más atención reciben son los que crean personajes memorables, inusuales, supuestamente ‘auténticos’ para ellos mismos. Este sistema recompensa a los narcisistas y a lo que el filósofo Harry Frankfurt llama "bullshitters": gente distinta de los mentirosos en que no tienen interés en lo que es verdad o no. Sólo dicen lo que suena bien. Su alta inteligencia verbal reduce su necesidad de inteligencia analítica".
La nueva normalidad: se ha perdido el interés por la verdad.
El nobel John Nash (que tuvo la mala fortuna de ser interpretado por Russell Crowe en una película olvidable), además de desmontar la teoría de Smith sobre la mano invisible tuvo la fuerza de voluntad suficiente para derrotar a la esquizofrenia que sufrió durante buena parte de su vida. Cuando se permitía explicarlo decía esto: "Eso que ves no es la realidad, aunque te guste".
MR/FeL/FF