El escenario que plantea la pandemia mundial generada por el coronavirus nos obliga a una reconfiguración de la educación desde distintos ángulos: como individuos, como sociedad y como países en una órbita nacional e internacional. Sin duda, estamos viviendo una coyuntura inédita que ha tomado a la Argentina y al mundo entero por sorpresa, frente a la cual se impone el camino de actuar y evolucionar de forma acelerada. Más allá de la crisis y la incertidumbre que provoca una situación de esta magnitud, la historia está plagada de hitos, como éste, que le han permitido a la humanidad saltos cualitativos. ¿Será éste, uno de esas características?
La educación es un sector que no sintió la necesidad de replantear sus dinámicas durante décadas. La previsibilidad y la estabilidad fueron características de valor que le dieron identidad. Esas mismas cualidades fueron las culpables del distanciamiento con diversos sectores, que la juzgaron de estar descontextualizada a las necesidades del mundo productivo y social y, por ende, muchas veces de las propias necesidades de los alumnos. La pandemia de Covid- 19 sacudió en corto tiempo la estabilidad de años, desafió al mundo a actuar rápidamente y la educación y sus actores, no pudieron resistirse a ese impulso global.
El cambio se hizo por necesidad de adaptabilidad, pero será como resultado exponencial. El rediseño y el aprendizaje se pusieron de manifiesto en educadores, directivos, expertos que entendieron la necesidad de evolucionar para acompañar, contener y seguir cumpliendo su misión con los alumnos y con toda una sociedad.
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Después de casi un milenio de estabilidad, hoy las instituciones y el Estado están comprendiendo el gran valor transformador y las oportunidades que brinda la tecnología en la conformación de una nueva dinámica educativa, no como un actor exclusivo, pero sí como un medio potente e inclusivo a las demandas de un contexto que aprecia la flexibilidad, la adaptabilidad y, principalmente, la personalización de los aprendizajes.
La última vez que estuvieron juntos Steve Jobs y Bill Gates -dos de las personalidades más influyentes en el avance técnico y cognitivo de los últimos treinta años en el mundo- compartieron su inquietud acerca del poco protagonismo de la tecnología en las aulas. Abogaron por la necesidad de clases personalizadas frente a las lecciones anticuadas, y sostuvieron que la individualización que permite la tecnología en la enseñanza es lo que marcará una revolución educativa. Frente a esto cabe preguntarse: ¿cuántos de nosotros efectivamente imaginamos que el aula podría ser móvil y adaptarse orgánicamente al ritmo de vida de las personas?
Hoy cada vez somos más quienes miramos en esa dirección. Y aunque algunos ya hemos explorado y avanzado en terreno firme por este camino desde hace más de 15 años, ahora es tiempo de multiplicar las prácticas y modernizar los sistemas. No tengo duda alguna de que es tiempo de amplificar el espectro de la educación mediada por tecnologías, diversificando experiencias, devolviéndole creatividad y valor al rol docente, y poniendo al alumno en el centro de su aprendizaje.
La tecnología nos da la oportunidad de generar experiencias educativas en una visión más inclusiva e igualitaria; las implicancias de las tecnologías exponenciales son imposibles de predecir y existen momentos de la humanidad, como esta pandemia, que constituyen disrupciones tales para los sistemas que generan, una vez superados, nuevas normalidades. El online learning puede transformarse en una opción que revolucione definitivamente a la educación en el mundo.
La tecnología nos da la oportunidad de generar experiencias educativas en una visión más inclusiva e igualitaria
La coyuntura ayuda a legitimar una opción pedagógica que tiene alta potencialidad en el mundo, con estándares de calidad comprobados y sostenidos en el tiempo. Frente a ello, Argentina hoy reacciona con un objetivo claro: garantizar la continuidad del proceso de formación de los alumnos, pero también deberá pensar en este formato como fenómeno de inclusión y de oportunidades para todos y todas las argentinas; y descubrir las grandes ventajas didácticas y pedagógicas que pueden desarrollarse y potenciarse a través de estas experiencias
Hoy solo la mitad de los países con sus escuelas e instituciones educativas cerradas, cuentan con soluciones para continuar con el proceso de enseñanza- aprendizaje. Existen al menos tres niveles de soluciones en este marco de pandemia de coronavirus: contenidos a través de Radio o TV, portales web educativos y plataformas educativas (plataformas de uso general, plataforma de videoconferencias, plataformas de colaboración de equipo, plataformas integrales y lúdicas), muchos de ellos acompañados por bibliotecas digitales. Es importante llamar la atención sobre la “sobreestimación de la tecnología” por sí sola: ninguna experiencia educativa que no sea sólida, pedagógicamente establecida y con fundamentos didácticos robustos, puede resultar positiva si solo se observa la mediación. Es más, las experiencias de baja o dusosa calidad quedan evidenciadas a través de la mediación tecnológica que todo lo amplifica y lo expone.
La tecnología potencia a la educación con una constante diversidad de desarrollos e innovaciones para aplicar pedagógicamente, y actividades que permiten un aprendizaje activo y significativo. Y si algo hemos comprendido durante estos días de cuarentena es que, sin duda, lo digital acorta distancias, nos permite generar comunidad, nos mantiene conectados, motivados y desafiados. La cercanía ya no es sólo un concepto físico.
El docente y su rediseño. Hablar de tecnología educativa es hablar también de tecnología didáctica, de aprender nuevos métodos para que la transferencia del conocimiento sea realmente una construcción, donde el alumno pueda convertirse en un actor principal, que deje huellas y genere competencias más allá del contenido. El rol del docente es fundamental y fundacional para construir los cimientos de estos nuevos modelos.
Las instituciones educativas de todos los niveles y el Estado deben tener como prioridad el trabajo horizontal, constructivo y ágil con el núcleo central de este cambio. Apoyar, acompañar y facilitar estrategias, políticas y recursos en consecuencia. Hablamos de los trabajos del futuro y la docencia es uno de ellos, pero para transitar esa evolución se requiere rediseñar el propósito, la forma y el mundo para el cual está poniendo al servicio su talento, su compromiso y su pasión.
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En sistemas tradicionales, el profesor tiene un rol mucho más ligado a la facilitación y a la posibilidad de curar el contenido, así como desarrollar competencias en los estudiantes para que ellos puedan ser más analíticos. La gran accesibilidad a la información que aporta la tecnología hace que el eje del proceso de enseñanza ya no esté centrado únicamente en impartir saber y dar información sino más bien en generar nuevos aprendizajes, acompañar a descubrir talento, disponibilizar herramientas para la solución a retos y problemas complejos, ser fuente de inspiración y ejemplo.
En este contexto, el rol del docente se resignifica y por lo tanto rediseña completamente. Hoy los estudiantes llegan al aula, física o virtual, con muchísima información esto nos exige ir un paso más allá. Debemos ayudar y acompañarlos en el camino del nuevo aprendizaje, con competencias que permitan generar una mirada sistémica de los problemas, desarrollar el pensamiento científico, hacer un análisis crítico y pensar en el conocimiento teórico-práctico respecto a sus aplicaciones en la vida. El profesor debe dejar de ser transmisor de contenido para entrar a un campo donde pueda enfocar al alumno mucho más en la acción y lo guíe en ese proceso de construcción conjunta.
Cabe preguntarnos, entonces, ¿cuál sera la nueva normalidad educativa post pandemia? Posiblemente la que seamos capaces de explorar durante este tiempo. Tendremos un desafío superador por delante: capitalizar los esfuerzos realizados, medir su impacto en el aprendizaje y generar modelos escalables a miles de personas en todo el país, en distintos niveles de educación, inclusivo y de calidad. Nuestras formas de mirar, analizar y desarrollar la educación también tendrán un cambio exponencial si los actores educativos nos declaramos aprendices y complementamos los saberes, las experiencias y las políticas con un único objetivo: ciudadanos competentes aprendiendo con sentido social y conciencia del impacto de sus acciones. Una nueva educación acompaña a un nuevo mundo.
* Rectora de la Universidad Siglo 21.