La niñez es el período de la vida en el que merecemos ser amados. La adolescencia es el período en el que ensayamos formas de amar. La adultez es el tiempo para amar francamente.
El problema es que no hemos sido suficientemente amados cuando fuimos niños. Entonces no ensayamos nada durante la adolescencia. Y luego durante la adultez, seguimos reclamando ese amor que no hemos obtenido. El mundo está al revés. Todos queremos recibir, nadie está dispuesto a dar.
Por eso, propongo que cortemos un eslabón de esa cadena transgeneracional de desamor, desamparo, violencia, abuso, autoritarismo, represión, exigencias desmedidas e ignorancia. ¿Cómo? Comprendiendo fehacientemente que no hemos sido suficientemente amados cuando fuimos niños, pero que, sin embargo, podemos dar prioridad al otro, siempre. Especialmente si ese otro, es un niño pequeño, que merece toda nuestra atención, disponibilidad y percepción amorosa.
La familia, espacio de contención
Luego, ese niño amado, atendido, nutrido y satisfecho, se convertirá en un adulto capaz de amar espontáneamente. Porque se sentirá colmado en su interior, sabiendo que no necesita nada y que es feliz siendo generoso.
Entonces el mundo se va a convertir en un sitio amable, cuando alcancemos una masa crítica de individuos que se sintieron colmados y amados siendo niños.
“Papá, mamá: no soy su psicólogo”
Hoy, aún no podemos vislumbrar un cambio radical. Pero soy testigo de cambios en el interior de los hogares, por el compromiso de madres y padres que deciden ser conscientes de su propio desarraigo emocional, y se ponen al servicio de las necesidades de los niños. Si no tenemos niños en casa, es igual. Siempre hay un prójimo a quien amar: una pareja, un amigo, un hermano, un colega, un vecino.
Entiendo que habitualmente, creemos que tenemos urgencia por resolver nuestros problemas. Entonces buscamos soluciones o respuestas inmediatas.
Sin embargo, las urgencias son solo para los bomberos o para las guardias de los hospitales. Si hemos pasado 45 años con nuestros mecanismos a cuestas, tal vez necesitemos otros 45 años para desarmarlos.
Los supuestos resultados, los veremos en la próxima generación. Para confiar en los tiempos orgánicos, también se necesita altruismo.
* escritora, conferencista, investigadora de la conducta humana