OPINIóN
Análisis

Cristina Kirchner, la Recoleta y su mundo nac&pop

Es tan grotesca la situación vivida por los argentinos, que los progresistas nac&pop deben trasladarse a una de las zonas más pitucas de la Argentina para defender a su venerada líder.

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Cristina Fernandez kirchner llegando a su casa. | Pablo Cuarterolo

Si Cristina no viviera en un barrio "cheto" tal vez estaríamos todos contentos. Sus militantes no se enojarían con los "chetos" del barrio cheto donde vive Cristina, los "chetos" vivirían más tranquilos, sin gritos y tumultos diarios escuchando canticos contra los "chetos" como Cristina, pero que no son Cristina. Y Cristina viviría, haciendo honor a sus relatos fantásticos, en un barrio nacional y popular, en un espacio que sufre penurias que en gran parte ella misma generó, pero que nos cuenta que las generaron solamente los "otros chetos", los de la oposición. 

Si esto ocurriera, sus militantes, si gustan, podrían seguir despotricando contra la Justicia, una Justicia que pretende que no existan más barrios para "chetos"; y "no chetos", porque sobre esto se está expidiendo honrosamente el Ministerio Público Fiscal durante los últimos tiempos, sobre liberarnos de la corrupción que genera más pobreza y la consecuente concentración de riqueza en manos de corruptos y corruptas.

Los barrios "chetos" no pueden ser habitados por gran cantidad de militantes de Cristina, porque Cristina parece hacer muy mal su tarea, para que sus votantes no puedan ni siquiera alcanzar la canasta básica alimentaria. De los últimos 18 años y medio, 14 años y medio fueron gobernados por el kirchnerismo, sólo recordarlo.

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Cristina Fernández de Kirchner

Es tan perversa, grotesca e insólita la situación vivida por los ciudadanos que habitan suelo argentino, que los progresistas nacionales y populares deben trasladarse a una de las zonas más pitucas de la Argentina para defender a su venerada líder nacional y popular que elige vivir en ese barrio "cheto" porque vive como una "cheta" en un departamento "cheto".

Una líder nacional y popular que cobra el equivalente a más de 100 jubilaciones básicas. Una líder nacional y popular que a estudiantes universitarios de Harvard les puso los puntos, cuando le preguntaron si no se formulaba una autocrítica por el estado de crisis en Argentina, y les respondió "Chicos estamos en Harvard, estamos en Harvard, estamos en Harvard por favor, esas cosas son para la Matanza, pero no para Harvard". 

Ruego, como no soy creyente, a las instituciones de la república, que funcionen como corresponde, que la dirigencia política respete la división de poderes, que se impongan límites a la discrecionalidad de una vicepresidenta que se cree que está por encima de la ley, que se ponga fin a la maldita corrupción, que la educación ilumine las mentes de todos y todas para que todos y todas puedan entender mejor que una líder que vive en un barrio "cheto", en un departamento "cheto", y que todo lo que la rodea es "cheto", es "cheta", y que pretende que los que la votan jamás vivan en un barrio "cheto", y que la necesiten eternamente como a una suerte de madre protectora, que viene a salvarlos de todas las injusticias sociales, generadas por ella misma y sus socios políticos, varios de ellos también "chetos". 

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Ruego que la Justicia siga el camino recorrido por los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola, para que quienes nos robaron dinero público, sean condenados/as, y nunca más en Argentina exista una sola persona con necesidades básicas insatisfechas, que deba trasladarse desde su humilde hogar a un barrio "cheto" de la ciudad porteña, para aclamar por la libertad de su líder "cheta".

Ruego que el presidente de los argentinos, Alberto Fernández, se haga cargo de gobernar en lugar de tocar la guitarrita, visitar a una delincuente condenada en Jujuy o intrometerse en el accionar de la Justicia en causas penales que no son de su incumbencia. Y ruego que a pesar de estas jornadas agitadas por la vicepresidenta nacional y popular en su barrio "cheto", los inversores del mundo igualmente mantengan su voto de confianza  en el nuevo súper ministro, Sergio Massa, para que nuestra macroeconomía pueda mejorar sus deplorables índices. Porque mientras Cristina circula entre la Recoleta y sus mansiones en su provincia austral, y coloca en agenda sus personales preocupaciones judiciales, la mitad de los argentinos no puede alimentarse bien.

*Sandra Choroszczucha Politóloga y Profesora (UBA).  www.sandrach.com.ar