OPINIóN
Encuesta EXCLUSIVA

Democracia: los argentinos la valoran menos que antes, pero más que sus vecinos

Un estudio comparativo revela que la valoración del sistema democrático cayó en el país, y que sus instituciones y los partidos políticos tienen una opinión muy negativa en la población. Repunta entre los jóvenes la imagen de las FF.AA. y cae la confianza en el Estado regulador.

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Descrédito. En los últimos dos años hubo una ola de protestas en varios países de la región en reclamo de una democracia de más calidad. | afp

Como parte del proyecto “La cara de la democracia en Brasil y Argentina”, desarrollado por el Instituto de la Democracia de Belo Horizonte y la Universidad Federal de Mina Gerais, Poliarquia Consultores llevó a cabo la segunda encuesta sobre cultura democrática en la Argentina; la primera fue realizada en 2018. El proyecto, dirigido por el politólogo brasileño Leonardo Avritzer, cuenta con la participación de los politólogos argentinos Osvaldo Iazzetta, de la Universidad Nacional de Rosario, y Enrique Peruzzotti, de la Universidad Torcuato Di Tella. La investigación en Argentina fue encabezada por Eduardo Fidanza, socio y director de Poliarquia, con la dirección técnica de Lucas Klobovs, coordinador del área de estudios políticos de la firma y profesor de la Universidad Di Tella.

La investigación se centró en cuatro dimensiones: evaluación de la democracia, confianza en las instituciones, propiedad, iniciativa privada y Estado, y auge de las noticias falsas y su influencia en el comportamiento político. Se expone a continuación una síntesis de los principales resultados alcanzados, que son comentados en dos columnas de opinión que acompañan esta nota.

20211024 La democracia según los argentinos

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Evaluación de la democracia. A la hora de evaluar la preferencia por la democracia como sistema de gobierno, los argentinos exhiben una alta adhesión, aunque ésta ha disminuido en los últimos dos años. En efecto, cayó ocho puntos el porcentaje de apoyo a la frase “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, incrementándose seis puntos el acuerdo con la que afirma “me da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático” (Gráfico N°1). No obstante, la preferencia por la democracia en la Argentina está significativamente por encima de la valoración promedio en América Latina, según la última edición del Latinobarómetro.

Cuando se evalúa el nivel de satisfacción con la democracia, disminuye considerablemente la adhesión que aquella obtiene como forma de gobierno, aunque se constata un leve repunte en los últimos dos años. En el estudio realizado en mayo pasado, el 47% se declaró satisfecho o muy satisfecho, mientras que el 50% opinó lo contrario, lo que significa un toque de atención, si se suma a este dato el incremento en los últimos dos años de la población que se muestra indiferente al sistema.

20211024 La democracia según los argentinos

Confianza en las instituciones. Después de 38 años de haber recuperado la democracia no son muy alentadores los resultados obtenidos en este aspecto, aunque no están entre los peores de América Latina: los poderes legislativo y judicial y los partidos políticos se encuentran entre las instituciones que despiertan menos confianza entre los argentinos. Los medios de comunicación, las organizaciones empresarias y los sindicatos tampoco logran un buen desempeño, concitando la desconfianza de más del 70% de la población (Gráfico N°2).Si bien despiertan la desconfianza de la mayoría, las Fuerzas Armadas y las Iglesias obtienen el más alto nivel de confianza relativa. La buena valoración comparativa de las Fuerzas Armadas es motivo de interés, controversia e hipótesis: ¿se debe a su relevancia o, paradójicamente, al perfil bajo que exhiben?, como plantea Enrique Peruzzotti, director del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UTDT. Asimismo, se especula que podría deberse a su acatamiento a la democracia o bien al olvido del nefasto rol que les cupo en el pasado. 

20211024 La democracia según los argentinos

Al respecto, es interesante observar que el 55% que expresa desconfianza por las Fuerzas Armadas, es el mismo porcentaje que en el Latinobarómetro afirma en la Argentina que “en ninguna circunstancia apoyaría un gobierno militar”. Por otra parte, existe evidencia para pensar que el transcurso de las décadas estaría diluyéndose la memoria colectiva: entre los menores de 30 años la confianza en las Fuerzas Armadas es mayor que en el resto de la población.

El análisis de la confianza en las instituciones se complementa con el nivel de adhesión a los partidos políticos. Se observa aquí un descenso significativo de la preferencia por este tipo organizaciones en los últimos dos años. Mientras que en 2018 el 39% de los entrevistados respondieron que simpatizaban con algún partido político, en 2021 esa adhesión cayó casi a la mitad, incrementándose sensiblemente la población que no adhiere a partidos, hasta alcanzar a 8 de cada 10 argentinos.

Propiedad privada, iniciativa privada y Estado. La investigación incluyó la evaluación de algunos temas que suelen ser polémicos en las sociedades latinoamericanas, como es la relación entre la esfera pública y la privada. En primer lugar, se observa un altísimo consenso respecto al derecho irrestricto a la propiedad privada, que alcanza a más del 90% de la población. En segundo lugar, existe un considerable nivel de acuerdo -que llega al 56%- con que los que tienen mayores recursos económicos paguen más impuestos para que el Estado los redistribuya entre los más necesitados. En cambio, es motivo de una polémica que divide a la sociedad si el Estado protege más a los que reciben subsidios que a los que crean fuentes de trabajo (Gráfico N° 3).

20211024 La democracia según los argentinos

La investigación incluyó también una indagación en torno a la preferencia por el Estado regulador o la libertad de mercado para organizar la economía. Establecida una escala de 1 a 10, donde 1 representaba la máxima adhesión a la regulación estatal y 10 la preferencia por el libre mercado, el resultado arrojó un promedio de 6.3, lo que indica una preferencia incipiente por la iniciativa privada. Este resultado, avalado por investigaciones cualitativas realizadas en los últimos tiempos, permite formular una hipótesis: podría estar descendiendo el apoyo al Estado regulador que se disparó hace dos décadas con motivo de la crisis de 2001.

Noticias falsas. El último aspecto abordado por la investigación indagó acerca de las fake news que circulan en los medios de comunicación tradicionales y en las redes. Los resultados confirman la extensión social de este fenómeno: el 56% de la población cree haber recibido noticias falsas en los últimos 6 meses. Acaso el hallazgo más significativo es que el 30% atribuye la circulación de información apócrifa a los dirigentes políticos y a los partidos, por encima de la televisión y las redes sociales (Gráfico N° 4).

A propósito, Lucas Klobovs, de Poliarquia y la Universidad Di Tella, concluye que “este hecho no colabora con la intención de reducir los antagonismos y llegar a acuerdos básicos para el desarrollo del país”.


Argentina no puede tener un Bolsonaro

Leonardo Avritzer*

Se está produciendo una erosión de la democracia en todo el mundo. Las actitudes antidemocráticas vienen del debilitamiento de las instituciones políticas que creó un terreno fértil para los ataques populistas a la democracia. En Argentina, la expectativa y el cambio de escenario que creó la llegada de un nuevo gobierno, a partir del triunfo de Alberto Fernández, ha llegado a su final tras los resultados de las PASO. En Brasil, la erosión democrática es un proceso más profundo que viene del impeachment de Dilma Rousseff y de la elección de Bolsonaro. La diferencia entre los dos procesos no es la falta de confianza en las instituciones, que es similar en ambos países, sino en el hecho de que los argentinos siguen teniendo más confianza en la democracia como sistema, según se aprecia en la tabla siguiente:

Los datos constituyen parte de un proyecto del Instituto de la Democracia, coordinado por la Universidad Federal de Minas Gerais en Brasil y que cuenta con la participación de académicos argentinos. El proyecto produce datos cuantitativos sobre la democracia. El proyecto ya ha realizado seis encuestas, cuatro en Brasil y dos en Argentina. Los datos que presentamos en esta sección especial son resultado de ese trabajo comparado.

Entre las cuestiones que estamos trabajando se destaca la ascensión de líderes populistas que atacan al sistema político y otras instituciones centrales para la democracia, como el poder judicial. Jair Bolsonaro ha sido electo como resultado de la relativización del apoyo de los brasileños a la democracia. ¿Argentina corre el mismo riesgo hoy? Creo que difícilmente.

Una diferencia importante entre Brasil y Argentina es la desconfianza de los argentinos en relación con los militares. Los datos del Instituto de la Democracia muestran que hay una media de 20 puntos de diferencia en la confianza en los militares entre Argentina y Brasil. 

En Argentina, el nivel de confianza de la población en los militares ha variado: era 30% en 2003, se recuperó al 50% en 2013 y en la encuesta del 2021 ha alcanzado 44%.  Dos puntos son relevantes para entender la situación de los militares en Argentina: la primera es que provocan un rechazo que alcanza al 55% de la población, lo que impediría por falta de consenso el protagonismo político que tienen en Brasil. En 2018, la confianza en las Fuerzas Armadas en Brasil alcanzaba 64 puntos y ha avalado la opción por el bolsonarismo.

20211024 El observador

Existe un segundo punto importante en una comparación entre Argentina y Brasil. Bolsonaro ha contado con el apoyo de militares, liderazgos religiosos neo-pentecostales, una clase media baja afectada por la crisis económica y de actores del mercado. Se ha beneficiado de una situación de colapso completo de confianza en las instituciones políticas. Argentina tiene niveles bajos de confianza, pero según la encuesta presentada aquí los argentinos confían un poco más en sus instituciones políticas 

Esos son los datos que nos permiten evaluar el ascenso reciente de Javier Milei y los desafíos que debe superar para ser un nuevo Bolsonaro. El primero es la diferencia en la gestión de la pandemia y la evaluación hecha por los argentinos de ese desempeño. La administración de Alberto Fernández optó por tomar tempranamente medidas de aislamiento social que fueron consensuadas con los gobernadores oficialistas y opositores.  

El clima de consenso y despolarización se tradujo en un incremento de la imagen positiva del gobierno. Pero, la naturaleza prolongada de la crisis, el costo económico y social de la política de estricto confinamiento, fueron desgastando al gobierno y reactivando la polarización política. La encuesta del Instituto de la Democracia de junio de 2020 señaló 60% de desaprobación a la política frente a la pandemia en Brasil. 

En Argentina, nuestra encuesta ha mostrado que 28% de los encuestados creen que el gobierno estuvo bien, 14% que estuvo muy bien y apenas 26% creen que la respuesta ha sido mala o muy mala.  Milei explota la insatisfacción en relación con la pandemia y sus costos económicos, pero la alternativa brasileña que lo inspira no ha sido mejor. Milei enfrenta la difícil tarea de convencer a los argentinos que el Brasil de Bolsonaro puede ser un ejemplo en términos de combate a la pandemia, gestión política y modelo de economía.

*Cientista político y profesor titular de la Universidad Federal de Minas Gerais. 

Doctor en Sociología Política por la New School for Social Research de NYC.


Confianza e instituciones: un vínculo en crisis

Osvaldo Iazzetta*

Los datos que surgen de la encuesta realizada por Poliarquía nos ofrecen algunas claves para entender el sentimiento de enojo y falta de confianza en las instituciones y sus representantes que se venía incubando antes de las PASO. 

La confianza es, como sostiene Pierre Rosanvallon, una “institución invisible” crucial para democracias que transitan una era dominada por la desconfianza. La nuestra ya mostraba fallas en este rubro, pero ese cuadro resultó agravado por las nuevas urgencias que sumó la irrupción de la pandemia.

El informe de Poliarquía muestra que en marzo de este año no confiaba en la justicia el 80% de los encuestados, un 77% no confiaba en los medios de comunicación y un 84% no confiaba en los partidos políticos. En el caso de estos últimos un 39% manifestaba simpatía o identificación con algunos de ellos en 2018, pero esa cifra descendió a un 20% en 2021.

Este sentimiento de enojo y rechazo no reviste la gravedad ni el carácter de otros momentos, pero anuncian un malestar que no deberíamos subestimar. El grueso de las preferencias electorales (algo más del 70%), aún se concentra en las dos coaliciones que han alternado en el poder durante la última década. 

Sólo el 20% tiene simpatía por algún partido político

De todos modos, la alusión a una “casta” distanciada del ciudadano común confirma una percepción que los estudios sobre partidos políticos en las democracias europeas vienen anunciando desde hace tres décadas. Estos sugieren que los partidos, pese a sus diferencias están más cerca del Estado que los sostiene, que de las demandas y preocupaciones de una ciudadanía que se repliega en sus asuntos privados -y deja de votar en las elecciones-, al mismo tiempo que los partidos migran desde la sociedad, de la que son parte, a un estado que los cobija con el calor de sus recursos.

En nuestro caso, ¿bastará la expectativa de una nueva alternancia y la llegada de un nuevo gobierno que cumpla las promesas incumplidas del anterior para acortar esa distancia? La resiliencia de nuestra democracia, que logró superar momentos críticos, como en el 2001, coexiste con una gran impotencia para destrabar problemas estructurales que nos condenan al estancamiento y a un empobrecimiento creciente y son una fuente de frustración que le quita encanto y atractivo a una posible alternancia. 

El problema de las democracias contemporáneas, y esto no es una particularidad argentina, radica en los temas y grupos que carecen de representación, una vacancia que ahonda la distancia entre la agenda social y la agenda gubernamental. Ese distanciamiento abona el terreno para que afloren expresiones políticas que recogen ese malestar de un modo que no siempre favorece el afianzamiento del pluralismo, la tolerancia y el civismo del que se nutre una democracia.

Sin embargo, es preciso no culpabilizar a estos exponentes de algo del que sólo son emergentes circunstanciales. Que un fenómeno nos sorprenda y desagrade no significa que no tenga explicación. En efecto, el hecho que algunas ideas y propuestas inverosímiles y extravagantes se vuelvan creíbles para una parte de la sociedad habla más de su hartazgo y desazón con lo existente que de la consistencia de aquellas ideas y propuestas. Estos fenómenos desnudan fallas en la representación y falta de empatía de los gobernantes y de la dirigencia política con los problemas de la ciudadanía, rasgos que se inscriben en un escenario que algunos autores describen como “fatiga democrática”.

Algunos autores hablan de un escenario de “fatiga democrática”

Esa fatiga adquiere otra dimensión y significado cuando nos centramos en las preferencias de la juventud. Atrás parece haber quedado el ciclo de reencantamiento de los jóvenes con la política que afloró con la irrupción del kirchnerismo. Hoy asistimos a un desencantamiento que reflejan los datos de Poliarquía: entre los mayores de 50 años un 76% manifiesta no confiar o confiar poco en los partidos políticos, ese porcentaje se eleva al 88% entre quienes tienen 30 a 59 años y a un 91% entre 18 y 29 años.

Nada indica por el momento que este desencantamiento implique un cambio de postura respecto al apoyo a la democracia. Pero estos jóvenes, nacidos entre 1992 y 2003, no conservan la memoria ni los reflejos anti-autoritarios de las generaciones que vivieron la experiencia autoritaria de los 70 ni el de aquellas que se socializaron en los primeros años de la democratización, cuando ese pasado aún resultaba cercano.

La reserva de memoria que estas generaciones adultas mostraron durante estas últimas cuatro décadas representó una barrera frente a cualquier tentativa de regresión autoritaria. Ese stock no ha desaparecido, pero tampoco tiene chances de renovarse si las nuevas generaciones, que carecen de la posibilidad de comparar estos tiempos con los años de autoritarismo, asocian a la democracia con el estancamiento, la desesperanza y con una dirigencia política autorreferencial distanciada de los problemas cotidianos.

* Licenciado en Ciencia Política (Universidad Nacional de Rosario) y Doctor en Ciencias Sociales (Flacso/Brasil).