En América Latina, las mujeres emprendedoras enfrentan grandes brechas para crecer: menos acceso al capital, poca formación y falta de vínculos de calidad para hacer alianzas. Frente a ese escenario, nuestra propuesta muestra cómo la colaboración puede convertirse en motor de desarrollo económico y social concreto.
En la región, solo 3 de cada 10 emprendimientos son liderados por mujeres y menos del 10% accede a financiamiento formal, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y ONU Mujeres.
Estas cifras reflejan una realidad persistente: el talento y las ideas están, pero el sistema no acompaña.
Invertir con perspectiva de género es cambiar las reglas del juego
A falta de políticas efectivas, las propias emprendedoras comenzaron a crear ecosistemas de apoyo.
Digitalizadas es uno de los casos más representativos en el Cono Sur. Se trata de una comunidad que conecta a más de 100.000 mujeres de Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay con el objetivo de brindar herramientas, capacitación y visibilidad a negocios liderados por mujeres.
La propuesta nació a finales del 2019 y tomó vuelo en plena pandemia, cuando cientos de mujeres buscaron reinventarse.
Lo que comenzó como un espacio de intercambio en talleres presenciales se transformó en una red de formación, inspiración y networking.
Cuando una emprendedora crece, impacta en toda su cadena: su familia, su entorno y la economía local. Por eso decimos que invertir en mujeres no es sólo justo, es estratégico.

El trabajo colaborativo entre emprendedoras tiene un valor simbólico y emocional: genera impacto económico tangible.
Un informe de la CEPAL muestra que las mujeres que integran redes de apoyo empresarial duplican sus posibilidades de sostener un emprendimiento activo a tres años. Además, los negocios que surgen en comunidades colaborativas tienden a reinvertir en formación y emplear a otras mujeres.
Por su parte, un informe reciente del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) señala que cerrar la brecha de género en el emprendimiento podría aumentar hasta un 6 % el PIB regional. En otras palabras: apostar por las mujeres no es caridad, es estrategia económica.
La cooperación es la verdadera innovación. Las redes entre mujeres no compiten: se complementan. Y eso cambia las reglas del juego.
Según el Global Entrepreneurship Monitor, el 70 % de los emprendimientos de alto crecimiento en América Latina surgen de vínculos de confianza entre hombres, ya sea ex compañeros de universidad, colegas o amigos, por ejemplo.
La diferencia es que las mujeres, ante la falta de esos círculos tradicionales, están creando los propios, muchas veces desde el entorno digital.
En un contexto en el que las brechas persisten, las redes de mujeres están demostrando que el crecimiento también puede ser colectivo.
Porque cuando una aprende, enseña; cuando una crece, abre camino para las demás y cuando una organiza una comunidad, se transforma un país.
(*) Experta en Marketing Digital y creadora de Digitalizadas.