Elecciones polarizadas, inestabilidad, presidencias históricas y un débil intento de recuperación post pandemia son algunos de los elementos que marcan este efervescente 2021 en América Latina. En el último mes, la región atravesó una importante maratón electoral que traerá un cambio en el tablero político, sumándose a otros gobiernos relevantes en el continente.
En Honduras, la gran pregunta radica en cómo será el nuevo gobierno de la izquierdista Xiomara Castro, la flamante presidente electa que pondrá fin a 12 años consecutivos de gobiernos conservadores. Castro, que pasará a la historia por ser la primera presidente mujer de Honduras, deberá unificar un país atravesado por altísimos niveles de violencia política, con índices preocupantes de inflación y una sociedad profundamente fragmentada que, como consecuencia de las magras condiciones de vida, emigra del país en populosas caravanas hacia el norte. Pero además, para muchos el retorno de la izquierda a la política hondureña trasciende las propias fronteras del país. El marido de Castro, el expresidente Zelaya, es una persona cercana tanto al presidente nicaragüense Daniel Ortega como a Nicolás Maduro y muchos aventuran que la llegada al poder de la presidente electa será una bocanada de aire fresco para los regímenes autoritarios de izquierda en Centroamérica y la región.
En Venezuela, la situación no parece mejorar. Después de unas elecciones regionales en donde la oposición al chavismo estuvo dividida entre la abstención electoral o la pelea en las urnas y el oficialismo ganó 18 de 23 estados, la estabilidad democrática está lejos de volver al país. Los comicios del mes pasado dejaron un saldo de un muerto, una balacera en el estado de Zulia y múltiples denuncias de fraude y de violencia constatadas por el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU. En paralelo, Juan Guaidó, líder opositor y quien disputa la presidencia de la Asamblea Nacional pierde cada día más poder. En enero la Unión Europea dejó de reconocerlo como presidente interino y la estructura estatal paralela que intentó armar desde 2019 se debilitó aún más con la salida de Julio Borges, su canciller.
Pero al sur del continente la situación política tampoco es estable. A pesar de haber estado menos de 6 meses en la presidencia de Perú, Pedro Castillo ya superó su primer intento de moción de vacancia, una figura constitucional que permite realizar un proceso de impeachment en el Congreso para expulsar al presidente. Bajo esta moción, Castillo fue acusado por “incapacidad moral” para desempeñar la presidencia después de haber mantenido reuniones extraoficiales con empresarios peruanos, generando la sospecha de un supuesto tráfico de influencias y corrupción. Si bien la oposición no reunió los votos necesarios para finalmente destituir al mandatario, el fantasma de la gobernabilidad vuelve a envolver a un país con numerosos casos de corrupción, renuncias y 5 presidentes en los últimos 5 años.
Y por último, en el extremo austral del continente encontramos a Chile, que deberá disputar en dos semanas la segunda vuelta de las elecciones más polarizadas en su historia entre el izquierdista Gabriel Boric y el ultraconservador José Antonio Kast. Gane quien gane, gobernará con el Congreso en minoría y estará obligado a ceder parte de su plataforma electoral para generar consensos vitales que le den sustento a su mandato, con una sociedad cada vez más demandante y enfrentada. El país que parecía ser el oasis de América Latina atraviesa un turbulento período marcado por un vacío de poder y una importante crisis de representación y de los partidos políticos.
Por todo lo mencionado, el 2022 será un año relevante en una región agitada por la crisis del COVID-19, un crecimiento menor a la tasa promedio mundial y un aumento marcado de la pobreza. Nuevos gobiernos, elecciones presidenciales fundamentales como las de Brasil y Colombia y la necesidad de mayor estabilidad, serán parte de las claves del nuevo año.
* Licenciada en Ciencias Políticas (UCA). Investigadora del Centro de Estudios Internacionales (CEI-UCA).