OPINIóN
Columna de la UB

El debate que viene en RSE

A raíz de la crisis financiera de 2008-2010, la responsabilidad social empresarial (RSE) se convirtió nuevamente en un foco para evaluar el comportamiento corporativo. La ética, los estándares de Gobierno corporativo tomaron un rol crucial, que son acompañados por la regulación no sólo de los gobiernos nacionales, sino que también auditados por las autoridades financieras.

RSE
RSE. | Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

A raíz de la crisis financiera de 2008-2010, la responsabilidad social empresarial (RSE) se convirtió nuevamente en un foco para evaluar el comportamiento corporativo. La ética, los estándares de Gobierno corporativo tomaron un rol crucial, que son acompañados por la regulación no sólo de los gobiernos nacionales, sino que también auditados por las autoridades financieras.

A partir de este momento, se asume que la empresa es responsable ante los impactos que sus decisiones y actividades ocasionan en la sociedad y el medio ambiente, mediante un comportamiento ético y transparente que tome en consideración los intereses de sus partes interesadas y cumpla con la legislación.

M. E. Porter and M. R. Kramer, en 2011, introducen el concepto de “valor compartido”, entendido como políticas y prácticas operativas que mejora la competitividad de la compañía, a la vez que fomenta el desarrollo económico y social de las comunidades en las que opera. El concepto surge de una premisa: las empresas pueden crear valor económico, creando valor social. Hay diferentes maneras de hacerlo: reconcibiendo productos y mercados, redefiniendo la productividad en la cadena de valor y construyendo clústeres de apoyo en las diferentes filiales de la empresa. Cada una de éstas, es parte del círculo virtuoso de valor compartido mediante el cual la mejora de valor en un área genera oportunidades para la otra. El concepto de valor compartido redefine los límites del capitalismo, al mejorar la conexión del éxito de la empresa con el progreso económico y social de las comunidades. Al diversificar la manera en que se cubren nuevas necesidades, se gana eficiencia, se crea diferenciación y se expanden mercados.

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Por otra parte, F. Gangi y E. D’Angelo, en 2016, señalan que, particularmente en las economías altamente desarrolladas, las preocupaciones sobre los problemas sociales han cobrado cada vez más impulso entre las partes interesadas. Al mismo tiempo, las empresas han aumentado su atención hacia comportamientos socialmente responsables, con el fin de aprovechar una oportunidad adicional para mejorar la interacción con el entorno interno y externo.

Se habla indistintamente de “responsabilidad social empresarial”, “responsabilidad social corporativa” o “responsabilidad empresarial”. Y, además, se confunde con otros términos como desarrollo sostenible, sostenibilidad y similares. 

En este caso, entendemos la responsabilidad corporativa como “la integración voluntaria, por parte de las empresas, de las cuatro preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y sus relaciones con sus interlocutores”. Se concibe como “una contribución empresarial al desarrollo sostenible” (Comisión Europea-Libro Verde 2001).

Sostenibilidad, innovación y comunicación son los ejes del futuro

En líneas generales, puede afirmarse que la responsabilidad corporativa se ha convertido en algo más que cumplir o acatar las exigencias legales que se estipulan en este campo, sino ir más allá, integrando la RSC en los valores, gobierno, estrategia y operaciones en general de las empresas. 

La RSE es una nueva forma de hacer negocios, en el que la empresa gestiona sus operaciones en forma sostenible en lo económico, social y ambiental, reconociendo los intereses de distintos públicos con los que se relaciona, como los accionistas, los empleados, la comunidad, los proveedores, los clientes, y considerando el medio ambiente y las generaciones futuras.

Si bien no existe una lista definitiva de principios para la responsabilidad social, se sostienen siete principios: rendición de cuentas; transparencia; comportamiento ético; respeto a intereses de partes interesadas; principio de legalidad; respeto a normativa internacional, y respeto a derechos humanos.

En cuanto a las características de la RSE, definida por la voluntad de las organizaciones de incorporar consideraciones sociales y ambientales en su toma de decisiones y de rendir cuentas por los impactos de sus decisiones y actividades en la sociedad y el medio ambiente, podemos decir que es una iniciativa voluntaria, que va más allá de la ley, dando respuesta a las expectativas de la sociedad, incorporando impactos sociales y ambientales en la toma de decisiones e identificando y relacionándose con las partes interesadas. La clave del éxito es que se convierta en una estrategia integral, que tenga en cuenta a cada una de las áreas de la empresa, a partir de un criterio de mejora continua.

Las siete materias fundamentales de la RSE, según la ISO 26.000 son:

1.    Gobernanza de la Organización. Se encuentra presente en cada uno de los temas fundamentales; está constituida por los procedimientos, políticas y manuales que regulan y organizan el modo de hacer negocios.

2.    Derechos Humanos. Derecho a pago justo, jornada laboral justa y entorno laboral seguro, entre otros. Tanto la empresa debe cumplirlos, así como su cadena directa de valor.

3.    Prácticas laborales. Es la puesta en práctica en el lugar de trabajo: condiciones laborales, procesos de contratación y modo de operación con el personal.

4.    Medio Ambiente. Prácticas de gestión ambiental.

5.    Prácticas justas de operación. Cadena de valor, proveedores.

6.    Asuntos de consumidores. Relación con los clientes.

7.    Participación y desarrollo de la comunidad. Al haber logrado una buena relación y desarrollo del entorno y sus condiciones con los clientes internos, se puede realizar trabajo de campo en la comunidad.

Se ha comprobado que la implementación de políticas vinculadas con RSE otorgan beneficios concretos a las organizaciones que las implementan, tales como una mejora en la competitividad y reputación de la empresa, vinculada con procesos más eficientes, un mejor relacionamiento con otras empresas, gobierno, medios de comunicación, proveedores, clientes y la comunidad donde opera. Por otra parte, mejora la percepción de inversionistas, accionistas y entidades financieras, logrando mejores condiciones de financiación. Internamente, mantiene la motivación, compromiso y productividad de sus colaboradores y aumenta la capacidad de atraer y retener talento.

La mayoría de las empresas participa en alguna forma de responsabilidad social corporativa, pero muy pocas apoyarían la legislación para hacer obligatorias tales actividades. Por otro lado, los activistas sociales y los protectores del medio ambiente abogan firmemente por tales políticas. Sin embargo, la decisión final está en manos del gobierno. 

Existe una discusión respecto de la necesidad de que los gobiernos obliguen a las empresas a seguir sus políticas de responsabilidad social corporativa y el castigo al lavado verde, en vez de promover tanto la autorregulación empresaria como la libre elección de los consumidores.

En este sentido, si bien hay dos posturas claras de movimientos que promueven el carácter voluntario de buenas prácticas de RSE y otros que impulsan la obligatoriedad en la adopción de marcos regulatorios y/o normativos de RSE, podemos ver que la balanza comienza a inclinarse. 

El mundo, hacia un camino responsable

La Unión Europea, a partir de junio de 2023, comenzará a exigir nuevos requisitos de informes de sostenibilidad UE, que se aplicarán a todas las grandes empresas, ya sea que coticen en los mercados bursátiles o no. 

Las empresas de fuera de la UE, pero con una facturación superior a 150 millones de euros en la UE, también tendrán que cumplir con la normativa, y las pymes cotizadas también estarán cubiertas, pero tendrán más tiempo para adaptarse a las nuevas reglas.

Para casi 50.000 empresas de la UE, la recopilación y el intercambio de información sobre sostenibilidad se convertirá en la norma, en comparación con las 11.700 empresas cubiertas por las normas actuales.

Empresas B: redefiniendo el concepto de éxito

Estas reglas abordan las deficiencias de la legislación existente sobre la divulgación de información no financiera (NFRD). Se introducen requisitos de información más detallados sobre el impacto de las empresas en el medio ambiente, los derechos humanos, las normas societarias y los objetivos climáticos de la UE. 

La comisión adoptará el primer conjunto de normas para junio de 2023. Para garantizar que las empresas brinden información confiable, estarán sujetas a auditorías y certificaciones independientes. Los informes financieros y de sostenibilidad serán estandarizados y los inversores tendrán datos comparables y fiables. También habrá que garantizar el acceso digital a la información sobre sostenibilidad.

La globalización requiere una nueva división de responsabilidades dentro de la sociedad. Eso lleva a un nuevo papel para la empresa, el de motor para el desarrollo económico y elemento diferenciador para el desarrollo socioeconómico, que toma en cuenta las nuevas necesidades de formar alianzas, involucrar otras fuerzas y lograr sostenibilidad económica y social.

*Agustina Tiscornia, docente titular de las carreras de Relaciones Internacionales y de Ciencia Política, Gobierno y Administración de la Universidad de Belgrano.