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El extraño vuelo del avión venezolano, plagado de curiosidades

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Aeronave. Aterrizó en Ezeiza el 6 de junio y está inmovilizada mientras dura la investigación. La Justicia realizó varias inspecciones. | cedoc

Todo el mundo está atento a la información sobre el extraño vuelo del Boeing 747-300 de Emtrasur, y es posible que la curiosidad –e indignación– se incremente si se conocieran algunos detalles que hacen a la burocracia de este tipo de operaciones de carga aérea.

En primer lugar, todo vuelo internacional debe tener la autorización del país adonde se dirige. El primer organismo argentino que interviene en estos trámites imprescindibles es la Dirección de Transporte Aerocomercial a cargo de la Dra. Florencia Dovichi, que es parte de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), cuya responsable es la Lic. Paola Tamburelli, organismo que a su vez depende del Ministerio de Transporte. Para que un avión sea autorizado, la autoridad aeronáutica debe conocer las condiciones de aeronavegabilidad del avión, las licencias habilitantes de los pilotos, sus psicofísicos (certificados de control de salud) y seguros vigentes, entre otros requisitos. En otras palabras, debe conocer todo sobre la operación. Para tener todos los detalles del vuelo del Jumbo venezolano-iraní (hay denuncias que indican que la transferencia de la aeronave nunca se concretó), la ANAC solo debería oprimir una tecla en sus sistemas informáticos, pero parece que en esta oportunidad no ha sido tan automático tener la “radiografía” de la operación.

En materia de seguridad, y según la información publicada, Paraguay habría alertado sobre los vuelos de la aeronave en cuestión en los últimos tiempos, mientras que los Estados Unidos tendrían a la aeronave en una “lista negra” a la que prestaban atención hasta las petroleras que reabastecen combustible en los aeropuertos.

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Cuando el vuelo llegó a Buenos Aires las condiciones meteorológicas eran de bajísima visibilidad por niebla, por lo que el B747 matrícula YV3531 tuvo que optar por aeropuertos alternativos en condiciones de recibirlo; en primer lugar intentó aterrizar en Montevideo, pero las atentas autoridades de ese país lo rechazaron rápidamente; de esa estación aérea tuvo que decidirse por aterrizar en Córdoba. Según fotos tomadas en el Aeropuerto Internacional Ingeniero Ambrosio Taravella de la capital cordobesa, el avión abrió allí sus puertas por lo que el vuelo se “nacionalizó” (intervención de Aduana, Migraciones, etcétera), o debería haberse nacionalizado. Allí se tuvo que presentar la Gedec (General Declaration), una declaración donde se registran todos los datos de los tripulantes y pasajeros –en el caso que hubiera–, carga, etcétera. Este documento es importantísimo. Tal vez allí comenzaron los interrogantes que llevaron al vuelo de Emtrasur y su abultada tripulación a la primera plana de todos los medios del país sin que se pudiera ocultar.

Respecto del Transponder, un equipo que permite individualizar en el radar del control de tránsito a los aviones en vuelo, sería muy extraño que se haya “apagado”. Esa sospecha habría surgido a partir de los portales especializados en el seguimiento de los vuelos en sus versiones gratuitas, las cuales no suelen ser tan precisas como las pagas o premium. De cualquier manera, sería raro y sin demasiado propósito que eso haya sucedido en el vuelo de Córdoba a Ezeiza, además, el radar primario de Ezeiza estaba funcionando por lo que se podía realizar un cierto seguimiento de la trayectoria del avión.

Las preguntas que surgen de este episodio son muchas, varias de ellas serán respondidas por la investigación judicial en curso, otras ya habrán sido dilucidadas por los servicios de inteligencia de las naciones que estaban preocupadas por el vuelo del YV3531. En lo burocrático, la ANAC debe brindar todos los detalles que obren en su poder o responder por qué no los tiene. Lo mismo deberán hacer las autoridades de los aeropuertos respecto del Gedec.

En el Paraguay ya fueron removidos de sus cargos dos funcionarios de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil (Dinac) y un funcionario del Aeropuerto, Luis Afar. Aquí no ha pasado nada de eso.

Otra paradoja argentina es que la autoridad aeronáutica en materia de seguridad (security no safety), entendida esta como ANAC, la Empresa Argentina de Navegación Aérea (EANA) y el Ministerio de Seguridad, es sofocantemente exigente en el control de las aeronaves de trabajo aéreo –especialmente aeroaplicación– que operan al norte del paralelo 29º S, conocida como Zona de Identificación de Defensa Aérea. Sin embargo, las irregularidades más graves parecen registrarse en aeropuertos claves.

La famosa valija de Antonini Wilson se detectó porque el pasajero ingresó por un sector de Aeroparque distinto al que debía; tal vez el vuelo de Emtrasur quedó “al descubierto” porque una densa niebla cubría Buenos Aires. Ironías del destino.

*Piloto militar y comercial. Licenciado en Ciencia Política y máster en Economía y Ciencias Políticas. Director de Aeromarket.