En las últimas décadas, el impulso de las nuevas tecnologías modificó la forma en la que nos relacionamos como sociedad e impactó en nuestra vida cotidiana. Cuestiones laborales y personales se conversan por WhatsApp, se hacen compras online y muchos aspectos de nuestra vida diaria están mediados por internet.
El ranking de la revista Forbes de 1987 establecía que las primeras fortunas del mundo estaban en manos de empresarios de la construcción, el transporte o el petróleo. La misma lista de 2021 muestra el cambio de era: ocho de las diez primeras fortunas están basadas en la tecnología. En los últimos veinte años se masificó internet y hubo avances en inteligencia artificial y el uso del big data, lo que habla del ingreso en la cuarta revolución industrial.
Este año Mark Zuckerberg anunció que su compañía Facebook cambió el nombre por Meta. Así se materializa un proyecto que desde hace años compañías como Google o Apple intentan crear: la construcción de una realidad virtual descentralizada y multicorporativa, el futuro de la conexión social y la evolución de internet hacia la web 4.0.
Pero el “metaverso” es una creación de Neal Stephenson en su libro Snow Cash, de 1992, donde se lo describe como el último reducto de la libertad, donde todos intentan preservarse en el mundo virtual. Es la evolución de internet hacia la realidad virtual en un masivo juego de rol online y se encuentra poblado por avatares controlados por usuarios y programados por sistemas. La palabra proviene del griego “meta” (más allá) y “universo”: más allá del universo conocido.
El metaverso actual nace de una suma de innovaciones tecnológicas: la realidad aumentada, la realidad virtual, la inteligencia artificial y la tecnología blockchain. De esta forma, la era del metaverso pone fin a la era digital: la Era Meta se basa en la conectividad social virtual, una nueva forma de comunidad y de impacto de la tecnología de alta complejidad.
Hace unos días salió una noticia de un extraño caso de abuso sexual en el metaverso de Facebook. Nina Jane Patel, una investigadora británica de 43 años, denunció que “Tres o cuatro avatares masculinos, con voces de hombre, violaron virtualmente mi avatar y sacaron fotos”.
Por este caso, y por muchas cosas más que están sucediendo, es que debemos preparar al Estado para el mundo inmersivo. El metaverso no es un fin en sí mismo, sino un medio que permite crear Estados inteligentes para entrar en una nueva forma de burocracia que no requiere de la presencia física de los ciudadanos, pero que les asegure la prestación de servicios acorde a sus necesidades o que, aun mejor, les preste servicios que no lleguen a demandar.
El metaverso aún está en una etapa temprana, pero dada la velocidad con la que avanza la tecnología, varias ciudades ya han incursionado en esa línea. Shanghai en China, por ejemplo, busca abrir sedes digitales de sus instituciones y agencias gubernamentales para dar espacio a nuevos productos y servicios digitales, mientras que Seúl, en Corea del Sur, será el primer gobierno local en unirse al metaverso al crear una réplica virtual de la ciudad. El objetivo es que todos los ciudadanos puedan visitar organismos virtuales para hacer cualquier trámite, desarrollar negocios y visitar el patrimonio cultural.
Por otro lado, la isla de Barbados también se sumó al metaverso y anunció la apertura de una embajada en “Descentraland”, uno de los mundos digitales disponibles que fue desarrollado por argentinos desde el Reino Unido. Allí se ofrecerán servicios consulares en el entorno cibernético, se buscará tener relaciones con más países y hacer promoción turística y cultural.
El avance del metaverso es un desafío para los ciudadanos, las empresas y los Estados. ¿Es este el fin del Estado como lo conocemos? ¿O es una evolución del Estado al Meta-Estado? Los próximos años responderán a estas preguntas. Bienvenida la Era Meta, la era de la conjunción entre la realidad y lo virtual.
*Especialista en administración y políticas públicas (UBA y Georgetown).