OPINIóN
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El genocidio armenio y la historia

El embajador turco atribuye a un uso político el definir así a las masacres de 1915 en adelante. Para el embajador armenio, tarde o temprano Turquía lo reconocerá, como Joe Biden hizo el sábado 24.

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Horror. Turquía enmarca la expulsión de los armenios en la violencia de la primera guerra mundial y atribuye a grupos armenios el estallido inicial de la violencia contra la comunidad. También minimiza el número de víctimas. Para Armenia, la reciente guerra con Azerbaiyán pone de relieve lo indispensable que es que el estado turco reconstruya su identidad sin mentiras. | afp

Un instrumento político

Presento aquí mis comentarios con respecto a los antecedentes reales y fácticos de los sucesos de 1915.

Cada año hemos sido testigos de las injustas e infundadas acusaciones contra nuestro país y nación en relación a lo sucedido a los armenios de Anatolia durante la I Guerra Mundial.

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Se ha vuelto más decepcionante, aunque no menos sorprendente que, debido a la fuerte presión y manipulación del lobby armenio, algunos políticos reconozcan públicamente cada año la narrativa unilateral del lobby sobre los sucesos de 1915, y digan cosas de las que no tienen conocimientos históricos. Al fin y al cabo, ¿Qué pueden saber con exactitud los políticos sobre lo que sucedió en 1915 en Anatolia entre dos pueblos que vivieron juntos durante 800 años o por qué les interesaría?

Este año lo que resulta más doloroso, es observar que cuanto más se arraiga la mentira del “genocidio armenio” en países donde los políticos solo lo usan como un instrumento para conservar a su electorado, la realidad y lo que el pueblo de Anatolia de esa época en particular tuvo que sufrir bajo las terribles condiciones de una guerra devastadora, ya sea, turcos, kurdos, judíos o armenios, se está distorsionando. Entre 1912-1922, murieron alrededor de 3 millones de anatolios, de los cuales se estimó que solo 300-600 mil eran armenios. De hecho, más de 2,5 millones de musulmanes murieron en ese período.

No se debe olvidar que los trágicos sucesos de 1915 comenzaron debido a las rebeliones de los armenios otomanos reunidos bajo los grupos insurgentes llamados “Dashnaks” y “Hunchaks”. Estos grupos armados intentaron perpetrar una limpieza étnica masacrando a mujeres y niños turcos que carecían de protección debido a que sus padres estaban luchando en el Ejército otomano, el cual se encontraba en guerra en muchos frentes en ese momento. Estos grupos también allanaron el camino para la invasión rusa de Anatolia oriental. El Imperio Otomano no tuvo más remedio que reubicar a los armenios de Anatolia en lugares más seguros, no solo para poner fin a las atrocidades, sino también por su propia seguridad ya que estos grupos también comenzaron a matar a los armenios que se oponían a estas brutalidades.

Contamos con documentos e informes oficiales en los archivos otomanos que muestran que el gobierno otomano dio instrucciones a los oficiales de seguridad y gobernadores locales para que tomaran todas las precauciones necesarias que permitieran la seguridad de los armenios.

Todos estos hechos están abiertos a las partes interesadas en nuestros archivos.

Ningún país o congreso tiene el derecho o la competencia para comentar sobre hechos históricos que acarrean sufrimientos de varios pueblos, basando sus opiniones solamente en los testimonios de uno solo de ellos. Estos eventos deben ser discutidos entre los historiadores, académicos y expertos para fundamentarse. Turquía no tiene temor de abrir sus archivos o proponer a la parte armenia la creación de una Comisión Conjunta de Historia para llegar a una memoria imparcial; de hecho, esta propuesta sigue intacta a pesar de que Armenia nunca ha respondido a ella.

El crimen de genocidio ha sido específicamente descripto en la pertinente Convención de la ONU de 1948. No existe un tribunal internacional competente que haya reconocido los sucesos de 1915 como tales. Por lo tanto, las declaraciones políticamente impulsadas aquí y allá no están ni legal ni moralmente autorizadas para juzgar asuntos históricos. Estas declaraciones son nulas y sin efecto ya que no tienen antecedentes ni legales ni históricos. Además, son desafortunadas, injustas, y no constructivas. Tampoco contribuyen a los esfuerzos de normalización entre Turquía y Armenia, el cual constituye el único camino para traer paz duradera, estabilidad y prosperidad a la región del Cáucaso Meridional.

Turquía no sucumbirá a la creciente politización de los sucesos de 1915 debido a las presiones de la diáspora armenia. Continuaremos esforzándonos por curar las heridas del pasado y construir un futuro común con todas las comunidades con las que hoy convivimos sin cálculos ni intereses, pero con la franqueza de vivir en el mismo país, bajo la misma bandera y con los mismos valores.

Esperamos que tarde o temprano el estado armenio comprenda que no puede ser controlado desde el exterior por la diáspora armenia que vive en California, Marsella o Buenos Aires, y que se relacione con sus vecinos de forma positiva, con buena voluntad y sin precondiciones. Demás está decir que ese tipo de enfoque beneficiará a la mayoría y pondrá fin a los sufrimientos de casi 2 millones de ciudadanos armenios que viven con privaciones y en situación de pobreza en Armenia.

*Embajador de la República de Turquía en Buenos Aires.

 


 

Restaurar la verdad histórica

El 24 de abril se cumplió el 106° aniversario del genocidio armenio. En la Argentina, las ideas de memoria, justicia y verdad están tan arraigadas, que todo el pueblo argentino es, voluntaria o involuntariamente, portador de esos valores. Ese es nuestro punto en común.

En este contexto, en primer término deseo agradecer la posición principista de las autoridades argentinas, como así también de los medios de comunicación, incluido PERFIL, por la amplia cobertura y el esclarecimiento del tema. 

Lamentablemente, debemos tomar nota de que, paralelamente a los esfuerzos de la comunidad internacional, hoy enfrentamos una vez más la catástrofe del extremismo, las graves violaciones de los derechos humanos, del derecho internacional humanitario y de la vida y la dignidad humanas.

La manifestación extrema de lo anterior ha ocurrido con la agresión militar desencadenada el 27 de septiembre de 2020 por Azerbaiyán contra los armenios de Artsaj (Nagorno Karabaj, NDR) con participación directa de Turquía, con los crímenes de guerra y las atrocidades cometidas, y la situación de crisis humanitaria resultante.

Hasta el día de la fecha no se han resuelto por completo las cuestiones que requieren una atención urgente en el marco del conflicto de Nagorno-Karabaj, como la repatriación inmediata de los prisioneros de guerra y de los civiles retenidos como rehenes.

Continúa también el genocidio cultural... Azerbaiyán está siguiendo diligentemente el ejemplo de Turquía de borrar a toda costa las huellas armenias de la región y de tergiversar la historia; primero lo hizo en Najicheván, y ahora en los territorios bajo su control en Artsaj.

Aún hoy continúa la política armenofóbica de Turquía. En lugar de pedir perdón por el crimen de lesa humanidad, las autoridades turcas actuales niegan, acusan y amenazan.

Al justificar el genocidio perpetrado por el Imperio Otomano, la dirigencia turca está convirtiendo a la Turquía contemporánea en cómplice del crimen. Las justificaciones y acusaciones de genocidio contra el pueblo armenio, es decir, contra las propias víctimas del crimen, son tan infundadas, fuera de toda lógica, anacrónicas y tan alejadas de las escalas de valores humanitarios, que no tiene ningún sentido interpretarlas. Solo causan rabia y confusión. Imaginen por un momento que las autoridades actuales de Alemania justificaran a Adolf Hitler y el Holocausto. Por decirlo suavemente, es difícil de imaginar ¿verdad?

Lamentablemente, la realidad turca contemporánea está absolutamente desconectada de la realidad.

Tomé conocimiento de que el embajador de Turquía en la Argentina también está dedicado activamente a la tarea propagandística de difusión de las tesis falsas de la política negacionista de Ankara. Precisamente aquí en la Argentina, país donde la memoria histórica y los derechos humanos constituyen valores inviolables.

Por supuesto, podría recordarle que el término “genocidio” fue acuñado por Raphael Lemkin sobre la base del genocidio armenio, recordarle que los armenios masacrados eran ciudadanos del Imperio Otomano y no de otro país hostil, recordarle las mismas palabras de Hitler antes del Holocausto: “¿Quién recuerda las masacres de armenios?”, o, por ejemplo, entregarle muchos cofres de documentos de nuestros colegas diplomáticos de diversos países que cumplieron funciones en el Imperio Otomano durante esos años; pero todo ello, por supuesto, no tiene sentido en tanto el gobierno central turco ha adoptado el negacionismo, la complicidad y el rechazo de la realidad.

Sin embargo, tengo la convicción de que la cuestión no pasa por si Turquía reconocerá el genocidio armenio o admitirá su culpa. El único interrogante es cuándo habrá de hacerlo. Turquía no tiene alternativa si quiere convertirse en un país donde se respeten los derechos humanos, la democracia y los valores contemporáneos. 

Como todos los armenios, soy un optimista incorregible, estoy seguro de que ese día habrá de llegar. Sus indicios ya son evidentes: son muchos los intelectuales, las personalidades públicas y culturales turcas que, a pesar de la presión y las causas penales iniciadas por el estado turco, encuentran en ellos mismos la fuerza para luchar por la restauración de la verdad histórica. En el mundo moderno, la construcción de una identidad nacional sobre la base de la mentira está condenada al fracaso, y esa es la percepción de muchos intelectuales turcos.

Hasta entonces, todos juntos debemos hacer todo lo posible para trabajar mancomunadamente y evitar así que se repitan tales tragedias y catástrofes en cualquier parte del mundo. El reconocimiento internacional y la condena de esos crímenes cumplen funciones preventivas. La vida humana no tiene precio, y los atropellos contra la vida humana no tienen justificación.

**Embajador de Armenia ante Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile y Perú.