El odio no surge como un yuyo ante la tierra y la humedad, el odio es un sentimiento que se desarrolla ante tristezas y dolores causados por algo o alguien. El odio aparece muchas veces al costado del amor, cuando este se ve lesionado por algún motivo. Este nefasto sentimiento que, como dijo el ex presidente José Pepe Mujica, puede llegar a ser “una enfermedad muy grave”, es originado por algún motivo. No surge espontáneamente de la nada. Si en la casa familiar existe odio entre los habitantes jóvenes y niños, la responsabilidad es de quienes están a cargo de ese hogar, o sea, los padres o tutores. Si surge en un país, la responsabilidad es de quienes lo gobiernan, de sus dirigentes. Las causas del odio en una sociedad se originan de las injusticias, de la pobreza, de la inseguridad social, y de las imposibilidades de crecer. Uruguay y Argentina no son diferentes sociedades, aunque muchos creen que sí. Siempre me sorprende que los argentinos crean que hay diferencias. La desemejanza es el silencio de los uruguayos y la gran expresividad de los argentinos. Los sentimientos son los mismos, en el silencio podemos esconder el odio y el dolor.
Como en una enfermedad, este sentimiento es contagioso. Cuantas más expresiones de odio existen en un país, aparecerán más y más odiadores. Recordemos que somos imitadores de actitudes y la postura del odio también se imita. Decir que una nación anda mal porque su población está enferma de odio es quitarles el peso y culpa a los dirigentes. Algo o alguien es culpable de generar tanto odio, que encuentra campo fértil en las situaciones más precarias e injustas en medio de una crisis como la que vive el mundo en estos momentos.
Ante situaciones de odio en un grupo familiar podemos manejarlo alejándonos, en busca de mejores sentimientos. Pero si el odio está en un país, entonces es difícil huir, excepto algunos que se han alejado cambiando el sentimiento de dolor por el de añoranza y desarraigo, viéndose obligados a un exilio.
El odio es un sentimiento y como tal se necesita usar la inteligencia emocional para manejar estas situaciones. Esta, no es tarea de la población, dado que sería imposible para ellos cambiar las adversidades que sufren día a día en los contextos actuales que empeoran las crisis y aumentan el sentimiento de rencor. Gente enferma, recluida, con miedo, economía destrozada, inseguridad, impuestos altos, falta de camas, muertes por covid-19, desempleo, pobreza y podría seguir y seguir. Es fácil decir que la culpa es del odio, el odio surge ante las situaciones adversas que se podrían haber evitado o solucionado o al menos intentado verdaderamente a conciencia, solucionar alguno de estos problemas.
La lucha de poderes internos no sirve para destruir el odio, sino que lo fortifican, lo hacen mutar y fortalecer. Los niños criados en una familia que se pelea y demuestra odio todo el tiempo, no podrán crecer sanamente. Lo mismo sucede en un país. Los líderes deben cuidar y dar ejemplos de responsabilidad en todo momento, para eso fueron elegidos… a menos que el odio forme parte de un juego de poder.
No es momento de hablar de odio, no ayuda a nadie, aunque es cierto que existe y crece por las circunstancias actuales, hay que tratar de dar ejemplos de que no todos odian. Dado que los ejemplos se imitan, debemos tratar de que sean positivos para la sociedad.
Los médicos, el personal de salud, quienes atienden los negocios de comida, quienes nos hacen reír a través de las redes sociales, quienes nos enseñan a través de ellas, quienes salen a la calle a manejar los colectivos y taxis, quienes nos entretienen con libros y buenas noticias, quienes ayudan a los animales, quienes van a realizar tareas de limpieza y muchísimos más que día a día nos ayudan a sobrevivir no están odiando, están dando amor a su manera.
*Escritora uruguaya.
Producción: Silvina Márquez.