La palabra crisis, representa para muchas culturas oportunidad de transformación, de avance, de cambio de perspectiva. Pero, qué pasa si la crisis se vuelve crónica? ¿Cómo se viven en Argentina las crisis y cómo son afrontadas? Del pesimismo al olvido, la esperanza y la resiliencia.
Pareciera que en Argentina la palabra crisis es una de las que más suena en boca popular. Todo argentino vivió alguna, la atravesó, con mayores o menores impactos, la temió. Y esa crisis es un fantasma que revolotea de manera permanente en el folclore local, suena en los medios, se estudia en las escuelas, resuena en las universidades, se aspira en las calles.
En muchos casos, esta crisis estigmatiza limita, condiciona y eleva a un estado de pesimismo y desmotivación, con el sentimiento de que ningún esfuerzo será suficiente porque jamás será adecuadamente recompensando.
Este cuadro es conocido como desesperanza aprendida, un estado psicológico de abatimiento y desmotivación, producto de la creencia de que, por mucho que se lo intente, el resultado no podrá verse modificado. A la larga, se cesa todo intento de acción, incluso cuando ya el horizonte pueda mostrar vientos de cambio o modificación.
Un estudio revela que crece el pesimismo y la decepción entre los votantes jóvenes de Milei.
La precariedad económica y ambigüedad no hacen más que empeorar estos escenarios en donde resulta sumamente complejo realizar una proyección fiable a futuro, desmoronando visiones de posible estabilidad.
Al interior de las organizaciones, estas personas representan trabajadores abatidos, desconfiados y perplejos, que, cuando vuelven a salir al mercado laboral encuentran un escenario errático, con ofertas salariales de elevada diversidad.
En algunos casos, mejor posicionados, se presentan alternativas en el mercado internacional, tanto en formato a distancia como presencial, involucrando incluso procesos migratorios. En otros casos, se instala un horizonte más incierto y con una visión menos optimista y esperanzadora, al menos en el corto y mediano plazo.
Pesismismo y olvido
El olvido es un fenómeno tan necesario como el recuerdo. Así como el recuerdo construye la identidad propia y cultural, el olvido permite no acumular y seguir adelante.
Si bien, es necesario hacer presentes muchas causas perdidas y luchar por el recuerdo de grandes penas de la sociedad, el olvido también ayuda a reducir el dramatismo de muchos capítulos de la historia y continuar.
Es así como se observan historias que se repiten, lecciones que no terminan de internalizarse pero, también, apuestas que vuelven a sostenerse con la esperanza que vuelve a flamear, esperando que los resultados puedan ser distintos.
Resiliencia
Más allá de ciertos vicios y costumbres, se destaca en la cultura argentina la capacidad de hacer frente a las crisis y navegar escenarios de incertidumbre.
Aunque se pague el costo de la ansiedad, estrés o el combo sintomatológico que acompaña la tensión percibida, muchos argentinos a través de los reiterados ciclos de crisis, han subido el umbral de percepción de la dificultad.
Si bien la mayoría preferiría no haber tenido que desarrollar estos anticuerpos, puede destacarse a favor una capacidad de afrontamiento que permite, no solo sobrevivir a la situación, sino también salir de la crisis con transformación y nuevas capacidades.
En este punto, puede destacarse la capacidad de resiliencia de muchos argentinos que, luego de haber visto desmoronados sus recursos, han podido reconstruir un nuevo escenario y volver a confiar.
Por supuesto, esto no ocurre en todos los casos; sumado a que el sostenimiento de la crisis inhibe la capacidad de recuperación en muchas oportunidades, ¡qué bueno cuando sí ocurre!
¿Hay luz del otro lado?
Sin apuntar a una mirada futurista y considerando escenarios de elevada incertidumbre, lo primero que puede destacarse es que siempre hay posibilidad de actuar.
Lejos de la desesperanza aprendida que lleva a la persona a asumir una postura de baja responsabilidad y control sobre los hechos que le suceden, es importante trabajar sobre el locus de control interno que lleva a hacer foco en todas aquellas acciones, actitudes y decisiones que dependen de uno y que pueden generar un impacto en el entorno.
Por supuesto, será importante el retorno percibido de las propias acciones, sabiendo que muchas veces los resultados no se darán de manera inmediata, sino que requerirán paciencia y constancia.
El refuerzo positivo de las acciones y esfuerzos, consolidará el recuerdo de que puede haber resultados que valgan la pena.
Dado que el refuerzo suele tener mayor potencial de aprendizaje que los castigos o resultados negativos, puede intuirse que aquellos “fracasos” o errores puedan bajar su fuerza a lo largo del tiempo y ceder espacio para los otros aprendizajes.
Por último, siempre habrá posibilidad de cambio y acción, cuando haya motivación intrínseca o interna; motivación que crece con las coincidencias, cuando hay conexión, cuando se hace red y hay comprensión.
Mientras que los argentinos sigan contando con un espacio para desarrollar sus pasiones y haya escenarios que los reciban y acompañen, habrá posibilidades para rato.