Cada vez estoy más convencido de que el futuro de nuestro país está firmemente ligado a la implementación de un cambio en nuestra matriz productiva y a una ascendente y constante expansión comercial. Por este mismo motivo, me resultó muy esperanzador –en mi calidad de presidente de la Fundación BICE– organizar junto a la Cámara de Comercio Mercosur Asean-Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (MACC) un encuentro con el objetivo de potenciar las relaciones comerciales entre la Argentina y los países del sudeste asiático, del cual participaron los embajadores de Tailandia, Malasia, Vietnam, Filipinas e Indonesia.
¿Por qué posar nuestra mirada sobre esta región del mundo? El sudeste asiático es una de las veintidós subregiones en que la ONU dividió el mundo. En términos económicos –según datos de 2022– ya es uno de los bloques más importantes a nivel internacional, con un PBI combinado de US$ 3.600.000, una superficie de 4,5 millones de km² y una población que alcanza los 675 millones de habitantes, lo que la posiciona como la quinta economía del mundo y la tercera economía en Asia, por detrás de China y Japón.
Asimismo, se estima que para 2030 el sudeste asiático representará el 66% de la clase media mundial y el 59% del consumo, con una población que la ubica en el 3er puesto luego de China e India. En su conjunto, lograron hacer descender la pobreza significativamente, pasando del 47% en 1990 al 14% en 2016. Estos números nos demuestran la gran oportunidad que representan –para el Mercosur en general y para la Argentina en particular– incrementar nuestras exportaciones hacia esta región del mundo.
De acuerdo a datos oficiales, esta región ocupa el tercer lugar como socio comercial de nuestro país, solo por detrás del Mercosur y la Unión Europea, y tiene un superávit comercial con la región superior a los 3.500 millones de dólares anuales. Al mismo tiempo, dos de sus países miembros, Malasia y Filipinas, se encuentran entre los diez principales destinos de nuestras exportaciones.
Como puede verse, el sudeste asiático es hoy un gran socio comercial de nuestro país y tiene incluso un gran potencial de desarrollo en el futuro próximo. Tenemos economías complementarias, solo debemos intensificar y cultivar nuestros lazos con esa región, así como también diversificar las oportunidades comerciales con una mayor participación en las cadenas globales de valor. Esto redundaría en la exportación de bienes con mayor valor agregado, alimentos preparados y la comercialización de servicios. Resumiendo, no solo debemos abrir nuevos mercados, sino incorporar más productos a la lista que ya comercializamos.
Por otro lado, sin mencionar la palabra “aprovechar” ya que nos vamos a referir a una guerra, pero desde hace un año –cuando Rusia invadió Ucrania– los principales mercados del mundo debieron unirse para encontrar nuevos oferentes y así enfrentar el aumento de los precios y la escasez de los suministros. En líneas generales, nosotros tenemos lo que el mundo necesita.
Por solo dar un ejemplo, para Bloomberg, 2023 será un año de grandes avances en los proyectos que producen y construyen plantas de litio en el norte de la Argentina. Por lo tanto, si bien el impacto exportador no es aún tan importante como debiera, sí lo es su capacidad de producción.
En paralelo, y para que las exportaciones mantengan una dirección en constante ascenso, es necesario que más pymes puedan colocar su producción en estos o en otros países. No podemos olvidar que en Argentina hay 600 mil pequeñas y medianas empresas (pymes), las que representan el 99% del tejido empresarial, generando el 70% del empleo formal.
No olvidemos nunca que las exportaciones son nuestra principal fuente de ingreso de divisas, una verdadera fábrica de dólares, esos que tanto necesitamos para que la Argentina tome definitivamente la senda del desarrollo sostenido e inclusivo.
*Director del Banco Argentino de Desarrollo BICE, presidente de la Fundación BICE y director ejecutivo del Movimiento Productivo Argentino.