En cuestión de días, Inglaterra y EE.UU. lanzarán sus programas de vacunación anti-Covid-19. Este evento singular exacerbará las expectativas del resto del mundo. Frente a ello, es imperativo comprender que el camino hacia el control de la pandemia a nivel global es aún bien incierto y que no aminorará la necesidad de continuar con, o aún reforzar, la aplicación sistemática de las demás medidas de prevención conocidas.
Sin prisa, pero sin pausa, los rigores de la pandemia han ido minando las resistencias a aceptar su gravedad y real impacto, desnudando el pensamiento mágico y las promesas vanas. Esto incluye la supuesta adquisición de inmunidad de manada por mera transmisión a un costo/beneficio soportable por la sociedad y otros mitos de reciente data.
La ciencia y la transparencia deben de una vez por todas reemplazar la negación, la opacidad y el voluntarismo naive. La pregunta del momento es: ¿A quiénes, a cuántos, dónde, cuándo y con cuán durable inmunidad alcanzará una vacuna efectiva, eficaz, segura, estable y asequible? Ni aún el limitado lote de los líderes de la carrera está hoy en condiciones de responder a esta pregunta con un margen razonable de certeza y granularidad.
¿A quiénes, a cuántos, dónde, cuándo y con cuán durable inmunidad alcanzará una vacuna efectiva, eficaz, segura, estable y asequible?
Aclaremos que una vacuna podrá ser considerada efectiva, eficaz, segura y estable cuando, y sólo cuando, haya superado probada y exitosamente las fases I, II y III de ensayos clínicos y encare asimismo de lleno la fase IV de post-aprobación con arreglo a los más rigurosos estándares científicos internacionales.
Estos estándares son hoy los del Food and Drugs Administration de los EE.UU. y la European Medicines Agency de la Unión Europea.
No debe confundirse la eficacia con la efectividad de las vacunas en prevenir la enfermedad y el contagio.
La primera resulta de los ensayos clínicos: se trata de un resultado de 'laboratorio'. La segunda resulta de aplicarlo a la sociedad en general y se mide 'observacionalmente'.
Alcanzar elevada efectividad es más problemático que alcanzar elevada eficacia, puesto que entran en juego factores tales como la resistencia a la inoculación, la duración efectiva de la inmunidad conferida y eventos imprevistos en la producción, distribución, transporte y administración, así como reacciones adversas inesperadas.
Lo índices de efectividad son bastante impredecibles puesto que resultan de un mix de factores aleatorios tales como el basket de vacunas de distinto tipo que efectivamente se inocularán y los trade-offs relativos al impacto de sus respectivas exigencias respecto de la cadena de frío y el transporte, el costo unitario, grado de rigurosidad y comprobabilidad de los ensayos clínicos así como factores aún desconocidos como la transmisibilidad del virus por individuos asintomáticos.
La mayoría de la población de los países que no cuentan aún con vacunas probadamente eficaces, efectivas y seguras propias y/o de acceso asegurado deberá continuar apelando a sus escasas reservas de capacidad de sobrevivencia
El debate sobre si las vacunas anti-covid serán un bien público global y si lograrán transformar el escenario actual en forma radical a muy breve plazo ha sido rebasado por los acontecimientos. La respuesta resultó negativa en ambos casos.
Una cosa son las expectativas, a veces exuberantes, de los inversores preocupados por sus (posibles) ganancias futuras; otra es la realidad del grueso de la población mundial sometida a las asperezas y angustias de un crudo presente de horizonte incierto.
Los actores principales ya hace tiempo que se han garantizado el acceso prioritario a muchos miles de millones de dosis, en varios casos bastante más allá de sus necesidades.
Esto por si sólo, intenciones a un lado, ha horadado la efectividad y alcance de valiosas iniciativas solidarias multinacionales en búsqueda de un acceso equitativo y generalizado como el Covax Facility, protagonizado por la Alianza para las Vacunas, la Coalición para la Promoción de Innovaciones en Prevención de las Epidemias y la Organización Mundial de la Salud).
La mayoría de la población de los países que no cuentan aún con vacunas probadamente eficaces, efectivas y seguras propias y/o de acceso asegurado deberá continuar apelando a sus escasas reservas de capacidad de sobrevivencia (por lo menos dos o tres años más en el caso de los países africanos).
Ello podrá minar la eficacia de los esfuerzos por lograr inmunidad social a nivel global y aún en el caso de los propios países ricos.