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FMI, ¿acuerdo para crecer o ajustar?

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Fondo Monetario Internacional | archivo

El premio Nobel de Economía, el psicólogo Daniel Kahneman, simplifica el modo en que pensamos y actuamos los seres humanos diciendo que dentro de nosotros mismos hay dos personajes que interactúan permanentemente; el sistema 1 y el sistema 2. El sistema 1 es intuitivo, opera de manera rápida y automática. El sistema 2 está vinculado a las operaciones mentales, a buscar y comparar información, sería nuestra parte racional. Habitualmente operamos con el sistema 1 y reaccionamos intuitivamente en función de lo aprendido y conocido. Y además, ante problemas complejos tendemos a simplificar. Es una buena descripción de lo que sucede con la dinámica de la opinión pública. Esta es intuitiva y voluble. Acepta o rechaza en función de percepciones presentes y experiencias anteriores. Estamos ante un FMI nuevamente presente. Históricamente solo nombrarlo causaba escozor a gran parte de la sociedad. En muchos momentos de nuestra historia se generaron fuertes movilizaciones en contra de una organización internacional que muchos entienden pretende condicionar la vida económica de nuestro país. Entre las movilizaciones juveniles de los 70 y el gesto de Néstor Kirchner de sacarse de encima la deuda hay una continuidad de pensamiento. Pero la experiencia de que a partir de 2003 fue posible crecer a pesar del Fondo hizo que los recuerdos sean menos irritativos.

La opinión pública no tiene hasta ahora en el centro de sus preocupaciones la firma del acuerdo, está preocupada por su futuro en todos los sentidos y decepcionada con la dirigencia. Es más, la gran mayoría piensa que es una deuda que hay que pagar y que hacerlo no hará que la situación económica actual empeore. Es la dirigencia la que está en medio de una fuerte tensión alrededor de qué tipo de acuerdo se ha de firmar.

El clima social es de enojo con toda la dirigencia y la demanda, terminar con la grieta

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Mientras el oficialismo viene responsabilizando a Macri y al Fondo de aprobar un préstamo para apoyar la reelección del gobierno de Cambiemos, predica que refuerza la evaluación que realizó el organismo sobre los errores de la política económica macrista, la oposición insiste en responsabilizar a la herencia que le dejó la ex presidenta. Y allí los tenemos a ambos viendo quién tiene más culpas. Y a algunos sembrando temores de que lo que venga es un ajuste. Mientras un sector del oficialismo encabezado por Alberto Fernández, Sergio Massa, Juan Manzur y Guzmán muestra una visión optimista sobre un futuro de crecimiento apoyado en la experiencia de 2003,  en ambos lados de la grieta parecen quienes predican que la firma del acuerdo será sinónimo de ajuste. Cuando la oposición dice que no firmará si antes no lo hace Cristina lo que está diciendo es que lo que se viene es un ajuste y que ellos no quieren quedar como responsables. Cuando Cristina alerta a Alberto Fernández sobre que el FMI es responsable de la caída de gobiernos constitucionales también está diciendo: cuidado que podemos estar firmando un ajuste.

El clima social es de enojo con toda la dirigencia, y la demanda es de llegar a acuerdos que terminen con la grieta. Pero muchos dirigentes parecen encaprichados en poner al FMI en el centro de la escena pública con el riesgo que conlleva incrementar el malhumor social y, como dijimos, la intuición y la experiencia hacen que los malos recuerdos vuelvan si se insiste con la prédica de que lo peor va a ocurrir. Esto no parece convenirle a ninguna de las dos grandes coaliciones. Pero tarde o temprano llegará el momento de la verdad ante la necesidad de refrendar un acuerdo con el organismo internacional. Claro está que mientras la oposición teme que cualquier ajuste caerá sobre los sectores altos y medios, el oficialismo está dispuesto a evitar cualquier situación que complique a los sectores pobres y bajos medios. Evidentemente, cada uno habla de ajustes y crecimientos diferentes. Esta es la batalla que vimos en el Parlamento en la discusión sobre bienes personales.

*Consultor político.