OPINIóN
Pandemia SARS-COV-2

Lecciones (des)aprendidas

Hay que tener presente cómo actuaron diferentes países frente al coronovirus y evitar el egoísmo político para buscar entre todos la salida al Covid-19

Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud.
Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud. | AFP

La salida de la pandemia que vivimos se ubica en algún lugar entre lo elusivo y lo intrincado. Tarde o temprano, habrá una salida, pero: ¿en qué condiciones?

¿Habiendo capitalizado en plenitud la costosa experiencia, enjugado las pérdidas, reconciliado a la sociedad, adquirido la capacidad de retomar el progreso económico y social con toda la fuerza y preparados para enfrentar futuras amenazas similares en mucho mejores condiciones?

O bien: ¿Devastados, descapitalizados, especialmente en términos humanos y de confianza, sin rumbo común, con una economía tipo zombi con profundas cicatrices, bifurcada entre pocos ganadores y muchos perdedores y con una anemia crónica? Esto podrá ser adjudicado a reales o supuestas e inevitables "condiciones pre-existentes", pero la insistencia en esas condiciones cuando aplicada repetidamente a sociedades nacionales enteras podría llegar a evocar la noción de estado fallido.

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En 2020 más de mil millones de niños han sufrido su educación interrumpida y más de 150 millones de personas se han sumado a la pobreza extrema

La confianza pública es la que posiblemente haya acusado el mayor impacto de la pandemia y de los modos de enfrentarla. A nivel global, en 2020 más de mil millones de niños han sufrido su educación interrumpida y más de 150 millones de personas se han sumado a la pobreza extrema.

Hay una gran diversidad del costo/beneficios de la gente en cuanto a la relación entre interés propio e interés común respecto del impacto de las medidas precautorias según se trate de edad, estado de salud, ocupación, ingreso y educación. La consiguiente necesidad de su tratamiento diferenciado no ha merecido suficiente atención.

Las improvisaciones y lecciones perdidas tarde o temprano se pagan, especialmente por su impacto sobre la confianza pública y el tejido social (vgr., no haberse encarado debidamente el testeo y traceo riguroso de las infecciones). De ello resultan la potenciación de la incertidumbre y la pérdida del sentido de destino colectivo. El recurso a audiencias cautivas no es respuesta válida.

En la antesala de un balance profundo tras cerca de un año en pandemia, parecería del caso ensayar una evaluación preliminar de las lecciones aprendidas, así como de las lecciones olvidadas, perdidas o desechadas.

Las improvisaciones y lecciones perdidas tarde o temprano se pagan, especialmente por su impacto sobre la confianza pública y el tejido social

El punto de partida es reconocer que se trata ante todo de un problema global, irreducible a sus expresiones nacionales. En otras palabras, la característica central e inescapable del desafío es el derrame a través de las fronteras (spillovers), lo cual demanda acción común y coordinada a nivel global.

La primera lección de esta pandemia es que la sociedad global parece padecer de una fuerte amnesia causada por la cortedad de miras, especialmente en cuanto a la necesidad de la acción colectiva para enfrentar problemas comunes. Esto, da lugar a falencias sistémicas montadas sobre fallas a nivel nacional e incluye, si bien trasciende, el nacionalismo de las vacunas ya tratado desde ésta columna. Ha habido una renuncia evidente a la previsión, a la solidaridad internacional y a la extracción de provecho de lo aprendido en el pasado, suplantándolos por el adhocismo, la amnesia y la discordia.

La división internacional del trabajo, que ha alcanzado niveles de excelencia a nivel privado, ofrece un panorama anacrónico en materia de bienes públicos globales, especialmente los vinculados a la salud. La falla mayor reside en los sistemas globales de prevención. Estos sistemas están hoy diseñados para confrontar brotes y epidemias, pero no pandemias. En efecto, ese diseño es incapaz de pasar del apoyo al combate de eventos localizados a la generación auténticas respuestas globales a eventos de carácter sistémico. Esto condena a la incapacidad para abordar una próxima pandemia.

Las fallas sistémicas creadas por la prevalencia de intereses nacionales por sobre el bien común global están llevando al fracaso de los esquemas globales cooperativos, incluyendo COVAX. Otros atributos de la situación actual incluyen una gran opacidad y ausencia de accountability en el mercado de vacunas así como cuellos de botella en la respectiva cadena de valor. Ello está generando agudas fricciones, rispideces, confusión y tensiones en la gran mayoría de los países que no han podido perfeccionar contratos a tiempo para asegurarse las entregas. Para peor, es probable que, como resultado de todo ello, un 20% de la población mundial se vea privada del acceso a vacunas debidamente homologadas hasta 2022 o más allá.

Las prioridades de la salud no pueden ser rehén de los intereses políticos

Algo muy serio está fallando en la gobierno global de la salud. Hoy en día, apenas un tercio de los países miembros cumplen en plenitud con las regulaciones internacionales de salud, supuestamente obligatorias, de la OMS. Por consiguiente, hace falta un replanteo radical de la seguridad global en la materia. Entre otras cosas, es necesario generar mecanismos automáticos globales y descentralizados de alerta temprana de amenazas emergentes y de veloz acceso a información y realización de pruebas conjuntas con un mínimo de sujeción a las decisiones discrecionales de los gobiernos. Las prioridades de la salud no pueden ser rehén de los intereses políticos.

A nivel nacional, en materia de lecciones perdidas, resalta el caso los EE.UU. La C.D.C. de ese país tenía ya elaborados protocolos, fruto de costosas experiencias previas, para limitar el impacto de las pandemias. Estos protocolos no fueron observados domésticamente, pero sí fueron usufructuados por otros países y territorios que se destacaron en su tratamiento exitoso del Covid-19, tales como Singapur, Tailandia y Taiwan. Recordemos al pasar que EE.UU tampoco supo capitalizar plenamente sus innovaciones pioneras en el campo del quality management, lo cual posibilitó que un puñado de países del sudeste asiático liderados por Japón en su momento desplazase muchos productos norteamericanos de los mercados mundiales.