Durante las últimas semanas, el clima interno del Frente de Todos viene reclamando un nombre para encabezar la boleta de cara a las próximas elecciones. Las ansiedades tienen una única justificación: poder sacarle ventaja a Juntos por el Cambio previo al cierre de lista, y polarizar con Javier Milei.
Se sabe muy bien que este frente tripartito ya no reparte de forma equitativa el poder. Alberto Fernández, el más golpeado, solo cumple con su función institucional y quienes están tomando las decisiones partidarias y electorales son La Cámpora, Sergio Massa y Cristina Fernández de Kirchner. Por su parte, la porción de poder que le pertenecía al presidente parece haber sido “tomada” por la agrupación que conduce Máximo Kirchner.
Sin embargo, durante el último tiempo, el peronismo dio señales de verticalismo. Cristina Fernández de Kirchner comenzó a utilizar sus herramientas comunicacionales para trasladar, tanto al electorado como hacia adentro del frente, quienes serían sus posibles candidatos.
Una foto de unidad en Juntos por el Cambio, pero sin López Murphy
En años de generosidad electoral por parte de los líderes políticos (recordemos que Mauricio Macri decidió informar que no será candidato a presidente) la vicepresidenta dejó nuevamente explícito en una carta, que no será candidata y se presentó nuevamente en la TV para poder equilibrar su deseo por dos posibles candidatos: Wado de Pedro y Sergio Massa.
Frente de todos y el candidato
Creer que Cristina Fernández de Kirchner elegirá solamente a uno de ellos, llevaría a un análisis simplista de la realidad política argentina. Para poder establecer una formula competitiva, la vicepresidente deberá garantizar una serie de elementos que le permitan conservar el poder dentro del espacio.
En primer lugar, la gobernabilidad. En años electorales el factor económico tiene alta incidencia en el voto y la única persona capaz de garantizar la capacidad de mantener el gobierno a flote y no profundizar la crisis económica y social es quien comanda el ministerio más importante del gobierno nacional.
Por su posición, Sergio Massa tiene la capacidad de priorizar desde el sustento político, los intereses económicos y sociales que le permitan transitar las elecciones y llegar a fin de año.
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El segundo punto es la equidad de poder. Ningún integrante de esta coalición debe irse enojado. La pérdida de poder y la carencia de territorio puede llevar al Frente de Todos a ocupar el tercer lugar en los comicios de agosto, un fracaso que llevaría mucho tiempo reconstruir.
Y por último, el electorado tiene que aceptar un candidato que logre construir una narrativa de continuidad desde la negatividad hacia la positividad.
A su vez, este deberá enfrentar al antisistema que plantea Javier Milei y al cambio de Juntos por el cambio. Ese desafío comunicacional tendrá que ser complementado con una aceptación puertas adentro que permita a los gobernadores e intendentes encolumnarse tras el candidato.
El candidato de cara a las elecciones del 2023 no será un solo nombre, y el elegido deberá ser la persona que cumpla con los tres elementos mencionados y que permita subirlo a una estrategia electoral que genere empatía, credibilidad, liderazgo y autonomía gubernamental.
*Licenciado en Relaciones Públicas
