Hoy miles de personas ven y comentan en el trabajo, en sus casas, con amigos o en las redes sociales, situaciones que se viven dentro del reality de Telefe. Hasta hace unos meses muchos creíamos que el formato de John de Mol no iba a volver funcionar porque la sociedad cambió y confiábamos que ya no nos parece tan asombro conocer la intimidad de las personas, existiendo el mundo digital que las muestra las 24 horas. Pero nos equivocamos…
Desde el primer día el ciclo conducido por Santiago del Moro y protagonizado por 18 personas encerradas en una vivienda fabricada pura y exclusivamente para este juego, viene liderando la franja horaria por gran diferencia con el segundo puesto. Fenómeno que obligó a otros canales de la competencia a tomar ese contenido para fortalecer el minuto a minuto. “¿Le decimos Gran Hermano? ¿Nombramos el programa? ¿Tomamos sólo sus aspectos negativos?” Son algunos de los cuestionamientos que se hacen las producciones que están en la vereda de enfrente viendo los 20 puntos de cada gala y buscándole la forma de no quedar fuera de ese éxito.
También están los que siempre se opusieron a este tipo de programas y parecen esos vecinos escondidos detrás de las cortinas de la ventana que da a la calle, chusmeando lo que sucede con el formato, qué hacen los que están adentro, haciendo zapping por los programas satélites de GH para ver si agarro algo de lo que muchos comentan. Un entretenimiento enmascarado.
Los libros que explican el furor por Gran Hermano
Lo cierto es que todo esto sucede después de la pandemia, otro aspecto social que pensábamos que iba a afectar el regreso de Gran Hermano. Haber estado encerrado, padeciendo el no poder salir y el no desarrollar la vida con total normalidad, generó un malestar social que podría haber empatizado con los nuevos integrantes de este juego. Pero no… el morbo, la curiosidad, el permiso permanente a ver cómo este grupo de individuos se relacionan, se complotan, se traicionan, se divierten o hasta se “enamoran”, hace que el programa que pisó la Argentina por primera vez en el 2001 vuelve a ser un éxito en el 2022.
El rating y las tendencias diarias en las redes sociales basadas en Big Brother no tienen una respuesta vaga y simple del fenómeno. Algunos podrían pensar que el desembarco por primera vez de este juego fue en plena crisis económica y social y buscan hacerle un paralelismo con la actualidad para justificar la elección de la audiencia. Pero no, va mucho más allá del contexto del país.
Entendamos mejor el origen de GH para poder aproximarnos a entender el fenómeno en su conjunto. En 1949 George Orwell publicaba “1984” o llamada en su versión en inglés “Nineteen Eighty-Four”. Esta novela política es una ficción distópica, donde el autor contaba la historia de dos personajes enamorados que trataban de escapar de un sistema donde la intimidad y el libre pensamiento están prohibidos. Ambos tienen como objetivo evadir la omnipresente vigilancia del Gran Hermano. Podríamos hacer una columna entera de este libro, pero aquí prefiero detenerme en la idea de De Mol de rescatar el concepto que tomó de esta historia, el ojo que todo lo ve.
Fue así que en 1999 emitió el formato por primera vez en los Países Bajos para luego exportarlo por todo el mundo generando niveles de audiencias muy altos. Como viene ocurriendo en distintos países del planeta y en Argentina lo vemos reflejado, se busca una diversidad de personas donde las clases sociales, las orientaciones sexuales, las ideologías, las historias de vida sean muy diferentes entre sí. Algo que sucede naturalmente en la calle, en el trabajo, en el colegio o en cualquier ámbito social donde todos convivimos.
Pero esa convivencia no siempre es pacífica, mucho menos cuando está sometida al encierro, a la competencia, a un objetivo que sólo una persona va a lograr, ganarse 15 millones de pesos, en el caso de nuestro país. Es un juego, un reality donde las emociones, sentimientos, enojos, disgustos se potencian y se apresuran a salirse de cada persona para exponerse frente al resto.
“¿Por qué llora si sabía que tenía que nominar? ¿Ya se enamoró? ¿Tan pronto se angustia del encierro?”. Todo se vive con rapidez dentro de este experimento social. Y es aquí donde entra la gran pregunta del título “Gran Hermano ¿es o se hace?”.
John de Mol tiene 67 años, se casó en 2021, y es el neerlandés que creó ‘Gran Hermano’
En las últimas semanas vimos hechos de discriminación dentro de la casa, situaciones que una parte de la sociedad cuestionó con desagrado la no intervención de la producción frente a estos hechos. Sin entender quizás, que la idea original del formato es observar y no condicionar, salvo que haya hechos de violencia, la convivencia. Son los participantes los que deberán juzgar a través de su voto para llevar a placa a la persona que perjudique al equipo y el público tiene la decisión final de sacarlo o no del juego.
Hoy GH está más cuestionado que nunca, ya que muchas cosas que dañan a las personas tienen nombre y son, por suerte, reprimidas y repudiadas socialmente. Pero a la vez este programa nos deja ver lo que sigue ocurriendo cuando uno sale a la calle y se choca con la realidad. Considerando que muchos se oponen a que esto se vea con un canal líder, pero no deja de representar lo que sigue sucediendo afuera.
¿Está bien o está mal? No sabemos esa respuesta porque todo se basa en la subjetividad de cada individuo, lo cierto es que hay miles de personas que noche tras noche eligen el formato y varios paneles de debates en la televisión y en las redes sociales que no dejan pasar ningún detalle, analizando con ojos críticos lo que sucede. No sólo el ojo que lo ve todo, sino el que juzga todo, y bienvenido sea.
Esta edición quizás llegó para entender que no todo da lo mismo. Que hay una parte activa, despierta de la sociedad que se alerta cuando ve que algo está mal, y no hablamos de estrategias de juego, sino de códigos, conductas, respeto que algunos ya incorporaron, y que otros aún parece no haberles llegado la información de que el mundo cambió.