OPINIóN
Alarma

La economía empieza a preocupar más que la pandemia

La economía puede tardar mucho en recuperarse y se puede llevar vidas también, no sólo por inanición. Se deterioran cualidades de trabajadores, salud mental, entre otras cosas. Se pierde capital humano.

Endurecimiento de la cuarentena 20200701
Zona comercial de Belgrano y Palermo | Ernesto Pagés

No hay dudas acerca del carácter y magnitud de la emergencia sanitaria. No es posible reprochar argumentos normativos que la salud es prioridad, pero no por ello la economía debería pasar a un segundo plano tan alejado de dicha prioridad.

Primero está la cuestión acerca de si existe un trade off entre economía y salud. Seguramente, a más confinamiento, menor movilidad, menor posibilidad de abrir fábricas, comercios, menores ventas y por lo tanto menor producción y empleo. En la última presentación el Presidente quiso sacar esto de debate. Mostró un cuadro comparativo de las proyecciones del FMI mostrando que Argentina tendrá una caída similar a la de otros países que no se confinaron. Argumento engañoso. El FMI está subestimando la caída de la actividad en nuestro país a diferencia de otros casos.

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Siendo optimistas respecto a una recuperación, nuestra economía caerá al menos 15% este año. Caída que no se registra desde el siglo XIX. Pero más preocupante es lo que sucede en las relaciones laborales. Nuestro Estado es ineficiente para ayudar a empresas a mantener los vínculos entre empleados y empleador. Lo demuestra en la subejecución del programa ATP. Esas relaciones que se rompen no se reconstruyen rápidamente, por el contrario, tienen un carácter estructural.

El sector público intentará sostener la asistencia mediante un programa de transferencias (IFE y AUH) que es insuficiente y que no puede perdurar en el tiempo sin que termine en elevada inflación debido a la única fuente de financiamiento que tiene el país, la emisión monetaria. En este sentido, el arreglo de la deuda que parece una cuestión ajena a la pandemia tiene vínculo directo. Demorar y llegar a un mal acuerdo no nos va a permitir transitar la era post Covid-19 sin un fogonazo inflacionario en una economía donde el déficit fiscal se vuelva estructural en niveles altos. No es el 2002, existe más redes de contención, más herramientas desde el sector público, pero nunca van a poder sustituir al rol del sector privado.

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El público está encerrado en el miedo, las amenazas de una catástrofe sanitaria donde haya que realizar medicina de triage, es decir, elegir a qué paciente se atiende y a cuál no, produce temor. Pero no estamos en esa situación, y mientras tanto, el terror acecha vía la cuestión económica.

Para colmo de males, una nueva grieta se empezó a forjar entre pro cuarentena y anti cuarentena, cuestión que ‘entretiene’ discusiones pero no soluciona problemas. Una vida no se puede recuperar, la economía sí, esa es la lógica que permanece en el discurso.

La economía puede tardar mucho en recuperarse y se puede llevar vidas también, no sólo por inanición. Se deterioran cualidades de trabajadores, salud mental, entre otras cosas. Se pierde capital humano.

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Policías bajando trabajadores de colectivos, u obligando a cerrar comercios en forma insistente marcan una época donde la economía empieza a preocupar más que la pandemia. La estrategia de confinamiento es efectiva en términos sanitarios. El tema es que es tramposa. Si funciona bien, hay que seguir con ella, si funciona mal, hay que seguir con ella. La falta de estrategia de salida trae incertidumbre, esa incertidumbre afecta a cualquier decisión de contratación, inversión, empleo de cualquier factor de producción.

El aislamiento se puede relajar, la concientización es alta en la sociedad, el distanciamiento social se puede aplicar sin mayores dificultades. Eso implicará un estallido en hospitales? No lo sabemos. Posiblemente, durante 100 días no se logró aumentar y preparar el sistema de salud, la idea de aplanar la curva tiene dos objetivos, distribuir casos a lo largo del tiempo, pero también aprovechar ese tiempo para subir el umbral de capacidad de atención del sistema hospitalario. Algo en lo que fuimos nuevamente ineficientes.De continuar de esta manera ya no estamos eligiendo entre crisis económica o crisis sanitaria, sino que vamos a terminar en ambas y ahí sí se podrán evaluar los resultados.