En los casos donde la infertilidad tiene un factor genético, no existen estrategias farmacológicas para remediarlo. Por lo tanto, la alternativa es someterse a algún tratamiento de fecundación asistida para aumentar las posibilidades de lograr el embarazo y, a su vez, evitar anomalías genéticas en la descendencia.
La integridad genómica de la gameta femenina y masculina es de vital importancia dentro de este campo, principalmente porque el embrión hereda una carga genética 50% materna y 50% paterna, de modo que cuanta mayor integridad presente el ADN de los progenitores menores son los riesgos que conllevan a un tratamiento fallido.
En otras palabras, cuando el ADN presenta daños en su estructura, su integridad es menor y, por lo tanto, el potencial reproductivo de la gameta disminuye. En caso de generar un embrión, compromete su desarrollo normal. De modo contrario, una adecuada integridad genética es favorable para la gameta, ya que generará un embrión viable con mayores chances de éxito en el tratamiento.
Reproducción asistida en el Siglo XXI
Al comparar ambas gametas, quien más sufre lesiones en su material genético es el espermatozoide, porque no cuenta con un sistema de reparación del ADN. Este motivo posiciona al espermatozoide como la célula sexual más comprometida en la fertilidad y, por ello, en años recientes se denominó a la fragmentación del ADN espermático como principal causa molecular de infertilidad masculina, la cual genera daños letales o subletales en los espermatozoides, alterando en primer lugar parámetros vinculados a su capacidad fecundante y, luego, comprometiendo a la descendencia.
Estudios recientes encontraron que en hombres infértiles con parámetros de movilidad, concentración y morfología espermáticos normales, un porcentaje elevado de espermatozoides tenían fragmentación de su ADN, es decir más del 20% de ellos. Como consecuencia, se intensificó la investigación en esta área, dando lugar al desarrollo de nuevas herramientas que procesen muestras seminales más eficientemente, incluyendo la integridad genética como parámetro central de selección.
El uso de nuevas herramientas para tratar el daño del ADN espermático, tales como los dispositivos microfluídicos, proveen tratamientos más precisos, personalizados e integrales, acordes a las características de los pacientes afectados, logrando aumentar las tasas de embarazo.
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Hoy se sabe que el ovocito cuenta con un sistema de reparación del ADN que actúa tras ser fecundado por el espermatozoide, cuando se complementan ambos genomas para constituir un cigoto diploide (2n). A pesar de contar con esta estrategia natural, la capacidad de reparación que tiene el ovocito va a depender del tipo de lesión que presente el ADN espermático y su porcentaje afectado, y la calidad del ovocito, un factor generalmente ligado a la edad de la mujer.
Existe una limitación para estudiar este fenómeno, ya que es más difícil evaluar el ovocito por ser una célula sexual compleja. Más aún, son escasos los estudios sobre la fragmentación del ADN de ovocitos, ya que la disponibilidad es acotada debido a que, a diferencia de los espermatozoides que se encuentran en constante producción, la gameta femenina se produce durante la vida fetal de la mujer, y ésta nace con entre 1 y 2 millones de ovocitos, los cuales irá perdiendo a lo largo de su vida, sin reponerlos. Esto hace que la reserva de ovocitos sea limitada y que su disponibilidad decrezca con la edad.
Sólo se han realizado estudios sobre ovocitos donados para investigación por pacientes que obtuvieron un excedente en sus punciones foliculares para tratamientos de FIV o ICSI. Distintos expertos coinciden en base a trabajos científicos, el diagnóstico morfológico de esta gameta y los resultados clínicos, en que la calidad ovocitaria normalmente disminuye con el envejecimiento de la mujer, incluyendo su integridad genética, como consecuencia de factores estresantes que afectan al ovario y, por ende, reducen el número de ovocitos disponibles y su calidad, siendo además un efecto acumulativo en el tiempo.
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Se ha visto que, si la fragmentación del ADN espermático es muy extensa, el embrión puede no desarrollarse o no implantarse en el útero, o puede ser abortado naturalmente en un estadio posterior. Estos resultados suelen observarse con mayor frecuencia en ovocitos de mujeres con edad materna avanzada, es decir mayores de 40 años.
Queda mucho camino por recorrer. Es por ello que numerosos grupos de investigación de todo el mundo están abocados al estudio de la alta fragmentación del ADN de las gametas, ya que se presenta como denominador común de varios tipos de efectos negativos en la fertilidad. Ahondar en este aspecto puede llegar a ser una solución definitiva para una población considerable de pacientes afectados.
* Gustavo Martínez, profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Belgrano.