La libertad es una condición humana imprescindible que asociada a la responsabilidad coadyuva a la paz y la armonía. Pero si hay una característica que hace relevantes a las ideas liberales por sobre el resto, es su paradójica provisionalidad, es decir, que esta visión de la vida y las relaciones humanas no pretende ser definitiva, sino que es precaria y susceptible de modificarse por nuevos descubrimientos que permiten conocer un poco más lo mucho que ignoramos como seres humanos. Por eso las ideas liberales –aún en su dimensión libertaria– no se gritan, no son irrespetuosas, determinantes o intentan ser avasalladoras, siempre estarán sujetas a la posibilidad de un nuevo análisis, una consideración distinta y hasta su revisión y reemplazo por algo mejor que surge desde aproximaciones que no se habían tenido en cuenta.
Las ideas socialistas son distintas. Pueden y hasta suelen nacer con la mejor intención, pero tienen en la voluntad de algunos por modificar la realidad de todos su mayor fragilidad y desgracia. Por lo general, las persona de bien se conmueve al ver a un semejante desvalido, en una situación apremiante, y mucho más si tal circunstancia acontece a un niño o un anciano; tal sentimiento puede movilizar a pensar en soluciones que en el caso del socialismo buscan forzar cambios que eviten esas dolorosas circunstancias a través de la distribución de la renta, pero finalmente producen más pobres y menos bienes y servicios, menos creatividad. Hay un socialismo idealista honesto pero también existe uno que hace uso de las asimetrías para justificar su sed de poder para controlar a la sociedad; y si hay algo que prueba la historia es que ese poder siempre tiende a incrementarse desenfrenadamente hasta quedar en pocas manos e incluso en las del dictador/a.
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Los más conspicuos pensadores de la libertad provienen de un socialismo idealista o utópico, pero su reflexión y búsqueda de alternativas para mejorar la situación social de sus semejantes, los condujeron a reconocer que no hay un camino más eficaz para lograrlo que la libertad y el mercado, ámbito en que la creatividad humana se expande ilimitadamente.
El socialismo siempre sospecha de la propiedad privada, el capital y la empresa. El Premio Nobel, Friedrich von Hayek ha dicho que el análisis del socialismo debe centrarse en medios y no fines. Tiene razón, los fines siempre son nobles pero los medios siempre significan menos libertad. Se está ante acciones socialistas cuando se observa desconfianza en el mercado, se acusa a los empresarios de perversos (por subir precios, por ejemplo), se toma el resultado del esfuerzo de los que producen y se reparte con el objeto de mantener el poder bajo la excusa de la igualdad. Algunas veces, tales acciones se enmarcan en la desesperación y la ignorancia, pero otras en intereses difíciles de justificar que son más mezquinos que el más avaro de los seres humanos. La Argentina es un ejemplo de ello.
Hoy, las ideas liberales tienen una gran aceptación entre los argentinos, sobre todo entre los más jóvenes y decepcionados ciudadanos. Eso podría ser un excelente síntoma. Tal parece que hay una muchachada a la que no es fácil engatusar con dádivas, que percibe que las migajas que se les da intentan mantener su situación inalterable. También hay personas que no creen en ningún político y buscan un referente que represente formas contrarias a las vistas en la mayoría de políticos militantes actuales. En un caso y en otro es muy importante que todo ciudadano reflexione sin apasionamiento y procure informarse bien y estar alerta, porque la historia ha probado que ninguna sociedad avanza pacíficamente sin acuerdos y negociaciones, es decir, sin política.
En “Los límites de la libertad”, un extraordinario ensayo del Premio Nobel James Buchanan que reflexiona sobre los acuerdos necesarios para progresar como sociedad, el autor concluye: “Es posible que la visión de los filósofos del siglo XVIII que les permitió describir un orden social que no requería la dirección centralizada de un hombre sobre el otro aún provoque entusiasmo. Relaciones libres entre hombres libres: este precepto de la anarquía ordenada puede surgir como principio cuando el contrato social renegociado con éxito pone ‘lo mío y lo tuyo’ en un arreglo estructural que se ha definido de nuevo y cuando se ponen nuevos límites al Leviatán que acecha”.
El avance liberal es auspicioso, pero es imprescindible que los políticos liberales (ya que también son políticos) dejen de pensar en que podrían arreglar el enorme problema que tenemos los argentinos prescindiendo de la política. Los aportes que pueden hacer las ideas de la libertad son monumentales, pero no serán posibles si no se logra un considerable consenso.
Nadie salvará a la Argentina solo ni con un puñado de acólitos.