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Es necesario alcanzar una nueva meta ambiental

Muchas personas tomaron nota que nuestra especie está en jaque. La vida sobre la Tierra ya experimentó cinco extinciones masivas y demostró habérselas arreglado bastante bien para seguir adelante. Lo que no está demostrado es que nosotros tengamos esa misma capacidad.

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Que atravesamos una crisis ambiental sin precedentes no es una novedad. Tampoco, que esa crisis amenaza a la diversidad biológica del mundo. Lo doloroso y esperanzador a la vez, es que muchas personas tomaron nota que nuestra especie está en jaque. La vida sobre la Tierra ya experimentó cinco extinciones masivas y demostró habérselas arreglado bastante bien para seguir adelante. Lo que no está demostrado es que nosotros tengamos esa misma capacidad.

Si bien hemos desencadenado un compendio de amenazas y problemas ambientales, también estamos poniendo a prueba nuestra capacidad de aprendizaje y de reacción frente a ellos. Aunque resulten insuficientes, no son pocos los esfuerzos -ni menores los logros-llevados adelante.

En este contexto, nació un ambicioso objetivo mundial, impulsado por científicos: proteger al menos el 30% del planeta para 2030, propuesto para acordarse en la 15ª Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP 15). Es un objetivo de mínima para desacelerar la pérdida de biodiversidad y, por consiguiente, para mejorar nuestras perspectivas futuras ante un cambio climático cuya violencia no disimula.

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Al momento, 114 países han manifestado su apoyo a la iniciativa (19 de ellos, de América Latina y el Caribe), al igual que las más notorias ONGs del mundo, entre ellas una veintena de la Argentina. En paralelo, cerca de 250 investigadores argentinos firmaron a favor de este objetivo, respaldando la evidencia científica que postula ese 30% de superficie global proteger.

Entre los firmantes hay ecológos, climatólogos, biólogos de la conservación, botánicos, micólogos, zoólogos, paleontólogos, arqueólogos, antropólogos, veterinarios, gestores ambientales, gestores culturales, geógrafos, geólogos, museólogos, turistólogos, abogados y docentes. Se trata de un amplio espectro de personalidades científicas, en su mayoría, miembros del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Este respaldo académico echa por tierra las dudas planteadas por la Cancillería argentina sobre la solidez técnica de ese 30% planteado como meta básica. Básica, porque destacados y numerosos científicos (entre ellos, Thomas Lovejoy) postularon que debiera ser un 50%.

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Estos porcentajes horrorizan a quienes padecen de analfabetismo ambiental, dado que no faltan políticos, economistas y empresarios que consideran improductiva la conservación de los ecosistemas silvestres. La realidad es otra, porque esos escenarios nos brindan bienes y servicios indispensables. Pensemos que los bienes son recursos tangibles, como plantas comestibles, medicinales o textiles, maderas, carnes, cueros, pieles, plumas,combustibles, minerales, etc. Los servicios, en cambio, son los procesos o funciones intangibles que protegen las cuencas generadoras de agua potable, los suelos que fijan nutrientes claves para la agricultura y para sostener los bosques y selvas, y el aire que respiramos, produciendo oxígeno y secuestrando Carbono.

Todas estas contribuciones son silenciosas, gratuitas, cotidianas e invisibles para el grueso de la sociedad, pero con un valor económico que ya es conocido. Sólo en América representan más de 24 trillones de dólares por año (el equivalente al PBI de todo el continente). Pero, además de los bienes y servicios, las áreas protegidas también buscan mantener los valores culturales que ellas poseen, tanto los sitios históricos y arqueológicos como el ámbito natural donde viven los saberes y creencias populares.

Atributos que, en su conjunto, motorizan el turismo (pensemos en los Parques Nacionales Iguazú o Nahuel Huapi, por ejemplo). Por eso, este anhelo es tan global como inclusivo. De hecho, la meta 30x30 considera como aliados esenciales a los pueblos originarios del mundo, dado que, para ellos, la protección de la naturaleza está íntimamente ligada a la conservación de su identidad, cultura, espiritualidad y formade vida. Por eso, la meta planteada reconoce ese esfuerzo y busca apoyar acciones de conservación que respetensus derechos y cosmovisión.

La Argentina viene trabajando en esta dirección y de un modo inequívoco: desde que aceptó la donación del naturalista Francisco P. Moreno en 1903, para crear un parque nacional, hoy, contamos con más de 500 áreas protegidas con distintos tipos de manejo (incluso, con producciones agropecuarias sostenibles dentro de ellas, como sucede en numerosas reservas privadas). En total, suman 40 millones de hectáreas; casi el 15% de nuestras tierras.

Desde luego, resta mucho trabajo, porque algunas de nuestras regiones ecológicas tienen menos del 3% protegido, como los Campos y Malezales, el Espinal y Pampas, pero los proyectos de gestión de nuevas áreas protegidas y corredores biológicos que las interconecten no se detienen. De ahí, la importancia que la Argentina se comprometa a firmar el acuerdo 30x30. Sería un gesto inteligente y demostrativo que el país se desarrolla conservando la naturaleza.

*Claudio Bertonatti, naturalista, museólogo y docente. Doctor honoris causa de la Universidad Maimónides y asesor científico de la Fundación Azara.