OPINIóN
Un año de pandemia y una segunda ola

Hay que reforzar y valorar los esfuerzos

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Suministro de vacunas. No hay auxilio individual que supere al del Estado. | Presidencia

Si hay algo que demostró esta pandemia es que nadie se salva solo, por varios motivos. En primer lugar, porque esta enfermedad le puede tocar a cualquiera, como puede suceder con distintas tragedias y catástrofes climáticas, de salubridad, siniestralidad vial o de inseguridad. Indudablemente, no hay bolsillo o individualismo que desarrolle inmunidad y absoluta protección a las problemáticas y tragedias que pasan a nivel mundial y que pueden golpear a cualquiera. ¿Quién es inmune o puede impedir que ocurra un incendio, una inundación, una pandemia o un accidente de tránsito? En uno y otro caso, habrá factores de riesgo o circunstancias objetivas y subjetivas que predisponen a un sector o grupo, pero nadie está exento de que le toque.

En segundo lugar, porque inexorablemente se requiere la asistencia del Estado ante la ausencia de camas, el suministro de la vacuna, la asistencia a quienes estuvieron varados en el exterior a lo largo del año pasado y tantas otras situaciones que demostraron que, independientemente del poder adquisitivo o la obra social que se tenga, no hay auxilio individual que supere al del Estado. Son circunstancias que visualizan la importancia de un Estado presente solucionando los problemas de la ciudadanía, no solo en nuestro país sino en el mundo, ya que, cuando sucede lo contrario y el Estado se desentiende de todo, suceden situaciones sociales angustiosas como las que se viven en Brasil.

En tercer lugar, porque es indispensable el trabajo conjunto y cooperativo de instituciones de la sociedad civil que abren sus puertas para contribuir desde la prevención y la asistencia, generando diversas redes de ayuda y contención ante el duro contexto social, económico y hasta emocional producto de la pandemia.

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Siempre de las
dificultades más complejas
se sale entre todos y todas

Indudablemente, la solidaridad debe ser la principal guía, por un lado, de toda política pública para que nunca falte la consulta, la asistencia y el auxilio a la ciudadanía, y por otro, de los hábitos y prácticas ciudadanas para una armoniosa convivencia colectiva, amable y amigable.

Por lo tanto, si algo hemos aprendido a lo largo de este tiempo, es a resignificar la importancia del Estado y a auspiciar la articulación entre los distintos sectores de la sociedad civil, atendiendo el bien común. No caben dudas de la imperiosa necesidad de contar con un Estado presente y de exigirle como sociedad que esté a la altura de las circunstancias, pero también es importante el compromiso ciudadano que tengamos más allá de lo individual si no como pares dentro de un gran conjunto social, para involucrarnos activamente y aportar nuestro granito de arena en lo que se pueda mejorar. Se trata de que nuestro sentido de pertenencia más que individual sea comunitario, porque vivimos en sociedad.

En definitiva, estamos en momentos de reflexión con esta pandemia ya avanzada, con una segunda ola que se asoma pero que la vamos a superar gracias a los esfuerzos individuales, a los colectivos y a los del Estado. Es un buen momento para reforzar la idea de que debemos seguir cuidándonos con las medidas de higiene y distanciamiento que ya conocemos. También para retomar algunos hábitos ciudadanos de la primera parte de la pandemia, como el aplauso tanto a las fuerzas de seguridad y al personal de salud como a los distintos profesionales y trabajadores que asisten a la gente.

Que esta pandemia y este cambio de vida  nos ayude a recordar siempre que de las dificultades más complejas se sale entre todos y todas, con una ciudadanía activa y un Estado presente, con el sector público y privado retroalimentándose; sin mezquindades y con mucho compromiso. Que cuando termine la pandemia, nos encuentre más unidos y unidas como sociedad.

*Abogado y director del Observatorio de Familias y Juventudes de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

Producción: Silvina Márquez.