OPINIóN
Arte y más en Miami

Hazaña anfibia, hazaña femenina

Una instalación artística del argentino Leandro Erlich sumergió autos a lo largo de 11 km en el fondo del mar. Son “esculturas submarinas” que se transformarán, a futuro, en un arrecife de coral planificado por otra argentina, Ximena Caminos. “La obra alude a la tensión entre lo urbano y la crisis ambiental”, sostiene la autora.

ReefLine en Miami 20251111
ReefLine en Miami. | Ximena Caminos

La historia cuenta que Julia Tuttle, “la madre de Miami”, fue una visionaria cuyo esfuerzo y patrimonio la convirtieron en la única mujer fundadora de una gran metrópoli en los Estados Unidos. Hoy, otra mujer, Ximena Caminos, propone con el Reefline una transformación de la ciudad que impulsa el desarrollo científico-cultural e integra el arte como infraestructura del futuro.

El ReefLine consta de un arrecife de coral construido sobre esculturas que sirven de soporte para su reproducción. En su primera fase, ese atolladero de autos sumergidos queda inmóvil y atrapado en el fondo del mar. Cada hundimiento es en sí mismo un espectáculo performático. La obra alude a la tensión entre lo urbano y la crisis ambiental. Su idea central es la de proteger la vida marina en una instalación de arte que invierte la lógica de la superficie hundiendo los signos de la ciudad que lo produce.

Instalar a Miami en la vanguardia nada tuvo que ver con emprendimientos empresarios, inmobiliarios o financieros, muy por el contrario, nació de una idea, de un proyecto que conjugó creatividad, inteligencia, trabajo en equipo y un gobierno que apostó al arte.

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Se rompió el molde, ya que Miami fue simultánea y sucesivamente: el refugio cálido y amable para los “retired” que decidían remojar calvas o canas en las ondulantes aguas del océano; la tierra prometida de cubanos en el exilio; el sueño mercantil de inmigrantes insolventes, el sueño hiper potenciado de empresarios mercantiles, el paraíso de cuánto argentino ilusionado imaginó que era el glam. Todo eso y más.

El arte argentino conquista Miami


Una ciudad donde el imperio del deseo, de lo fácil, donde todo está a la venta, mujeres, maridos, estatus por logo, labios carnosos, pechos prominentes y sobre todo billeteras abultadas que armonizan en un tándem obvio de uniones interesadas.

Sabemos que la historia se repite. Sabemos también que parte de la grandeza de ese país se hizo con cerebros ajenos.

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Ximena Caminos, impulsora de Reefline en Miami.

Hoy, una mujer llegada del sur más austral de América, logra ponerla en el acontecer mundial con cartelera VIP junto al artista Leandro Erlich quien, con su obra, inauguró la primera parte de un proyecto que se extenderá 11 kilómetros bajo el mar. Caminos y Erlich son ambos argentinos.

Decido cambiar el tono y para disculpar tan arbitraria decisión, me justifico con Oscar Wilde. “Dadme lo superfluo, que lo necesario todo el mundo puede tenerlo”.

Del mundo subacuático al party time en Chez boulangerie, donde un espléndido jardín recibió una fauna diversa y engalanada (en algunos casos) para festejar la exitosa finalización de la primera etapa del Reefline.

Llegué temprano para tener un panóptico de privilegio. El lugar soberbio y a tono con la prosapia invitada, aunque como siempre algunos sub califiquen.

¿Por qué hay que ver a Leandro Erlich?

Media hora después todo relucía brillando en dedos, cuellos, tobillos, zapatos, ropa y hasta coronas. Un enjambre de mujeres jóvenes, rubias, flacas y altas, un cachetazo a cualquier crónica que intente ser políticamente correcta, completaban el paisaje.

La vestimenta es un lenguaje que no miente ni traiciona, vestirse es contar; quiénes somos, de dénde venimos; a qué aspiramos.
Esta ciudad-escaparate funciona como una vidriera de exhibición: el que no muestra no existe; éxito y visibilidad son inseparables.

En la espesura de helechos iluminados y plantas exuberantes, destella un reflejo plateado entre guantes tan blancos como las dentaduras de los millonarios de Miami.

El mozo ofrece más tragos, acepto, ¡se va la segunda!, espero que ayude al desenfreno lenguaraz.

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El artista plástico argentino Leandro Erlich tuvo a su cargo la primera parte de la instalación submarina de Reefline.

Chardonnay de por medio llamó mi atención el atuendo de una mujer de mediana edad a la que parecía faltar en su mano la bolsa de compras con un arrogante apio sobresaliendo del resto.

¡Mala mía! La creí una infiltrada hasta que alguien la presentó. Era una científica. El prejuicio de una amante de la moda demolido en un instante y entonces recuerdo: “La moda no se viste, se lee” (Roland Barthes).

Su científico cuerpo, un texto abierto:c omodidad sobria, cierta elegancia contenida, muy contenida, desprecio por el consumo ostentoso; todo basado en la autoridad simbólica que da el saber que se sabe.

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Otro trago para apreciar un genuino desinterés por la moda, no así por la ropa que imagino será un “casi” uniforme.

Su bien posicionado cerebro provocó activar el mío para ensayar un análisis sobre los integrantes de la crew, los artistas, funcionarios y autoridades, la chief y aún más, develo “intimidades” de la que estuvo casi ausente, ¿selección natural? Pretexto válido para hablar de la típica chica Miami money.

Sentada aun en la frondosa maraña vegetal, copa en mano, me dispuse feliz a leer atuendos:

1. Crew (team) elegantes para recibir a los invitados y sobrias para no resaltar demasiado, cortesía de una buena educación. Vestidos largos de línea recta, colores pálidos y sandalias nunca demasiado altas que soporten largos tiempos de pie. Divinas chicas super aprobadas.

2. Artistas, ropa no convencional, amantes del vintage, estética propia, más estilo menos moda, la ropa como metáfora y reafirmación. Accesorios originales que no solo adornan, enuncian. ¡Gritan soy distinta! Infiero una silenciosa critica al sistema de la moda.

3. Funcionarios y autoridades: Perdón, pero paso, no quiero aburrir.

4. La Eco-tech visionary, head line del proyecto: Radiante, encendió la noche de rojo intenso conocido por mantener alejadas envidias y malas vibras. Impecable el monotono en sombrero, camisa, bléiser, pantalones y cartera. Como accesorio, un triple collar veneciano antiguo de cuentas como lágrimas en las que creí leer una alusión a las derramadas por las veces que el proyecto demoraba. Aplausos

5. Chica Miami Money. Jóvenes con mucho todo, maquillaje, altura de los tacos, volumen de delanteras y extensión de carne expuesta. Lo poco cubierto lleva marcas como Gucci, Versace, Balenciaga y si aún no tuvo suerte, las mismas, pero en versión copia en espera.

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Reefline. Repercusión en la prensa de Miami.

Si el éxito no se alcanza, se representa. Su lema: todo llega, la mayor inversión está en su cuerpo. Tratamientos estéticos, cirugías, gym, la propia carne como vía de ascenso. Accesorios: mucho dorado o metalizado, uñas interminables que hacen magia veloz tipiando en el ultimísimo celular de Apple, joyería brillante, mucha cadena de plata primero y luego con tiempo y esfuerzo se va dorando.

¿Será ella en la cadena un eslabón infaltable en ese engranaje que parece no romperse jamás? Seguro. Trabajar para sostener un estatus deseado, aun no adquirido, para luego poder decir: Soy lo que muestro. Tengo éxito, ahora pertenezco. En sus brazos, una cartera Vuitton y un empresario.

A modo de conclusión sobre el ReefLine y la moda, quiero felicitar a Ximena Caminos (mi hija) por haberlo imaginado y luchado para llevar adelante un proyecto visionario y festejar también esos los ‘livianos” momentos fashionistas sabiendo que no nos vestimos para vivir, sino para significar.