OPINIóN
Elecciones 2021

Hegemonía y derrota

Cómo entender la derrota desde el oficialismo.

Legislativas 2021 Conferencia de Alberto Fernández 20211114
Conferencia de Alberto Fernández | Captura de pantalla y Presidencia

En lo que corroboran, en relación a las PASO, los resultados electorales son transparentes: manifiestan un fracaso político del gobierno de Fernández-Fernández, y constituyen la derrota más contundente del peronismo a lo largo de su historia, o al menos desde que perdiera frente al radicalismo de Raúl Alfonsín en el ochenta y tres. Sin embargo, al finalizar sus palabras desde el escenario, el Presidente Fernández – la Vicepresidenta no estuvo presente – convocó a la militancia peronista a festejar el triunfo en los próximos días en Plaza de Mayo.

Hay aquí algo que interpretar y que explicar. No se espera que el derrotado se flagele públicamente, pero tampoco que no reconozca la victoria de la principal fuerza de oposición y que no felicite a sus rivales. Más aun cuando, en su mensaje grabado, el Presidente anunció que su gobierno se propone arribar a algún consenso con la oposición. Se dirá que eso se dice para la tribuna aun cuando no se lo crea, o que si se lo creyera, igualmente se actuará en el sentido que exija la coyuntura histórica. Pero cabe formular otra hipótesis, cuya verificación sería preocupante: que a pesar de los ya casi cuarenta años de democracia, entre nosotros la gobernabilidad exige hegemonía. Esto significaría que no hemos logrado concebir que la mayoría de hoy pueda ser la minoría de mañana.

Los resultados electorales son transparentes: manifiestan un fracaso político del gobierno de Fernández-Fernández, y constituyen la derrota más contundente del peronismo a lo largo de su historia

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En Argentina este síntoma de una democracia sistémicamente distorsionada, lo encarna el peronismo. Es una responsabilidad, en primer lugar, de esa misma fuerza política, pero también de nuestra sociedad en su conjunto. La expresión más grave de la imposibilidad de la mayoría hegemónica de aceptar la derrota, es el mensaje de que ser oposición a su gobierno es ser la anti patria. Lo reconoció a su modo el Presidente este domingo de elecciones, al decir que si la oposición no llega a un consenso con el gobierno, no es patriótica.

La historia de la democracia recuperada desde el ochenta y tres, muestra con claridad una consecuencia inevitable de este estado de cosas: cuando le ha tocado ser oposición, el peronismo no pudo asimilarlo, como si convirtiera en parte de su identidad y su sustancia, su condición hegemónica como partido del poder. Por lo mismo debe negar la derrota, disfrazarla e incluso convertirla en triunfo, porque su fantasma es que aceptarla lo volvería políticamente impotente o inexistente.

 A pesar de los ya casi cuarenta años de democracia, entre nosotros la gobernabilidad exige hegemonía

El principal error de la oposición, por su parte, sería ceder a la tentación de sustituir al peronismo en ese papel, porque lo que necesita nuestra democracia es disolver el empastamiento entre gobierno y hegemonía. Mayorías y minorías deben asumirse como contingencias que circulan y cambian dentro de un sistema cuya estabilidad debe preservarse.

Por otra parte, la oposición al peronismo no puede definirse como equivalente a democracia y república, que son dimensiones del sistema, no identidades partidarias. Una debilidad que persiste, a pesar del destacable crecimiento y afianzamiento de Juntos por el Cambio, es que esa representación política siga sin presentarse ante la sociedad y ante sí misma con una identidad política propia, que no se confunda con rasgos del sistema. Quizá con la reciente aparición de nuevas expresiones liberales, advenga una oportunidad de que el no peronismo se defina, por caso, como un liberalismo cívico y popular, o algo que se le parezca. Por su parte, si el peronismo abandonase su captura hegemónica, contribuiría, como partido laborista y social, de un modo más sano y eficaz con la democracia y, por ello, con la patria. Ser patriota en la política en nuestro país, ha de significar alguna vez, tanto para unos como para otros, que la Nación sea la única hegemonía para las y los argentinas y argentinos, más allá de circunstanciales triunfos o derrotas.