OPINIóN
Educación

Humberto Maturana y la biología del conocer

Una evocación del filósofo y biólogo chileno que supo destacar la importancia de las emociones en el proceso educativo y que falleció semanas atrás, a los 92 años.

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Obras. Sus reflexiones son fundamentales para enfrentar las dudas que vivimos hoy. | cedoc

Estamos tan perturbados por la politización de todos los temas, entre otros la inflación, la inseguridad, la alta desocupación, las internas, pero todo subordinado al tema electoral, además de suponernos únicos descendientes de los barcos, y nada menos que la educación, reducida a la presencialidad o no en las escuelas y colegios, que prácticamente ignoramos hasta la vecina muerte de uno de los más importantes biólogos y pensadores de nuestro continente. Por eso, al menos, daré algunos datos que deberían ser conocidos. Aunque carezca de espacio para ocuparme de todos sus libros e investigaciones científicas, por lo menos recordaré que Humberto Augusto Gastón Maturana Romesín, nacido en Santiago de Chile el 14 de septiembre de 1928, falleció el pasado 6 de mayo a causa de una neumonía, a los 92 años, en su ciudad. Fue siempre más conocido simplemente como Humberto Maturana. Como biólogo y filósofo, recibió el Premio Nacional de Ciencias en 1994. Hizo estudios en el College de Londres, se doctoró en Harvard y por supuesto en Chile. Trabajó en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) entre 1958 y 1960. Más tarde, junto con su alumno y luego colaborador Francisco Varela, definió el concepto de autopoiesis en su libro De máquinas y seres vivos (1972), en el cual da cuenta de la organización de los sistemas vivos como redes cerradas de autoproducción de los componentes que las constituyen. Además, sentó las bases de la “biología del conocer”, disciplina que se hace cargo de explicar el operar de los seres vivos en tanto sistemas cerrados y determinados en su estructura.

Otro aspecto importante de sus reflexiones corresponde a la invitación que Maturana realizó al cambio de la pregunta por el “ser” (pregunta que supone la existencia de una realidad objetiva, independiente del observador), a la pregunta por el “hacer” (pregunta que toma como punto de partida la objetividad entre paréntesis, es decir, que los objetos son traídos a la mano mediante las operaciones de distinción que realiza el observador como cualquier ser humano operando en el lenguaje).

Pero hoy solo me ocuparé de su relación y gran preocupación con la educación, tema que estamos debatiendo en nuestro país largamente antes de aceptar la importancia de volver, a pesar de la pandemia, a las clases presenciales. Y para ello voy a recurrir a su libro Formación humana y capacitación, que hizo con Sima Nisis, editado en Chile por Unicef y Dolmen. De paso, informar que Sima Nisis es profesora con estudios centrados en la educación, desde niños hasta la formación de adultos. Obtuvo titulo y postítulo en psicopedagogía en la Universidad Católica de Chile. Profesora, además, de Hebreo y con estudios de perfeccionamiento en la Universidad Hebrea de Jerusalén y en los EE.UU.

Pero volviendo al tema del libro que nos ocupa, diremos textualmente que en los últimos años, especialmente hacia fines del siglo XX, hemos sido testigos de la creciente prioridad que ha ido tomando el tema de la educación en el debate nacional e internacional. Porque la calidad de la educación es la clave, no solo para una mayor equidad social, sino también para la competitividad de un país en un mundo cada vez más sofisticado, en el cual los países buscan fórmulas para asegurar el acceso de todos los niños a una mejor educación y existe consenso en que se requieren profundas transformaciones para mejorar la calidad y equidad del sistema educacional.El doctor Maturana, en especial su teoría de la Biología del Amor, aplicada al ámbito de la educación, rescata la importancia de las emociones dentro de la convivencia de los seres humanos –desde la niñez– y las eleva a una categoría superior. Mientras nos costó tanto aceptar la importancia de la presencialidad de los niños y adolescentes en las escuelas y colegios.

Ya no somos más inocentes ante nuestro devenir educativo; no porque lo podamos controlar o determinar de antemano, sino porque lo que pensamos y deseamos, como seres  en el lenguaje, activos o pasivos en nuestro ser, conscientes y capaces de mirar nuestro presente, es parte de la dinámica sistemática en la que se conserva o se pierde nuestro ser seres humanos. ¿Qué mundo queremos vivir? La historia de los seres vivos en general sigue el curso de las emociones que especifican los espacios relacionados  en que viven. Y en particular, la historia a la que pertenecemos como seres humanos ha seguido y seguirá el curso de nuestros deseos conscientes o inconscientes. Por eso la pregunta ¿qué mundo queremos vivir? es fundamental, porque nuestros deseos seguirán nuestro quehacer subordinando la razón a ellos, y determinarán que ámbito de vida crearemos para nuestros hijos, abriéndoles o cerrándoles las posibilidades de conservar un vivir humano en un acto que surja desde ellos responsable y libre.

Como tuve la estupenda oportunidad de visitar al doctor Maturana en su casa de Santiago y escucharlo largamente, en los días que concurrí a la primera asunción presidencial de la doctora Michelle Bachelet, quiero cerrar esta nota con esta cita suya: “Único eres, ser humano, entre todos los animales terrestres, que puedes soltar tus certidumbres en cualquier momento y dejar que la biología del amor te guíe, o enajenarte en ellas destruyendo tu libertad reflexiva. Único eres, ser humano, que en la reflexión puedes ser responsable , libre y ético en tu vivir. Pero en esta unicidad tuya, eres una anomalía al menos en la biósfera terrestre, que cursa sin sentido en un devenir en el que reflexión, libertad y ética no entran hasta que tú apareces”.

*Periodista. Escritor. Diplomático.