OPINIóN

Un país de cínicos y la Argentina de clínicos

Dicen tirar todos para el mismo lado pero hay sectores que no empujan el carro, otros que tiran piedras, otros que tiran ideas impracticables... siendo una minoría la que aporta para la convivencia con consensos básicos y perdurables.

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Argentina | Cedoc Perfil

No estamos hablando de dos territorios distintos ni de épocas distintas. Hablamos aquí de un mismo país, nación y población. Un mismo escenario de actores que cumpliendo miles de roles se dicen todos tirar para el mismo lado, pero en verdad, hay sectores que no empujan el carro, otros tiran piedras, otros tiran ideas impracticables, otros tiran ideas fracasadas y algunos tiran líneas afuera para irse de este territorio porque entienden que no da para más, siendo una minoría la que aporta ideas para la convivencia con consensos básicos y perdurables.

Este territorio, que alumbró ideas revolucionarias pero pacíficas dio también tristes ejemplos de revolucionarios radicalizados y extremistas. Lo que se debe valorar de todo esto es que en varios momentos en la conformación de esta nación muchos de sus mejores exponentes literarios, jurídicos y políticos, desde el exilio y por ser considerados traidores u opositores a la patria, dieron las obras más importantes de nuestra cultura e incluso un texto fundacional para nuestra primer Constitución Nacional.

Por estos motivos a lo largo de la historia y pasado este año 2020 de excepcionalidades y arbitrariedades, creemos que podemos analizar que en la Argentina convivimos aún personas con perspectivas clínicas y otras con perspectivas cínicas.

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Para justificar esto, retomo la siguiente reflexión adecuándola a nuestro contexto, posición del filósofo Bauman en su libro “En busca de la política” y que retoma de un sociólogo, también muy importante para estos tiempos y latitudes, que es Bourdieu. Así, dice Bauman, que:

La comprensión de qué es lo que hace que las cosas sean como son podría tanto impulsarnos a abandonar la lucha como alentarnos a entrar en acción. Saber cómo funcionan los complejos y no siempre visibles mecanismos sociales puede inducir a ambas actitudes. Una y otra vez, ese conocimiento ha instado a dos usos distintos, que Pierre Bourdieu ha denominado sagazmente el uso “cínico” y el uso “clínico”. Puede ser usado “cínicamente” de la siguiente manera: ya que el mundo es como es, pensaré una estrategia que me permita explotar sus reglas para mi provecho, sin considerar si es justo o injusto, agradable o no. Cuando se lo usa “clínicamente”, ese mismo conocimiento puede ayudarnos a combatir más efectivamente todo aquello que consideramos incorrecto, dañino o nocivo para nuestro sentido moral. En sí mismo, el conocimiento no determina el modo en que se lo utiliza”.

A este implacable párrafo que debería ser recordado siempre a la hora de hacer análisis y prospectiva, nosotros sumamos y advertimos ya en diciembre del 2019 que se venía un Cri-stalinismo o Cri-stalin-ismo en la gestión nacional, cuestión que hoy es sumamente visible en cada intervención de la vicepresidenta contra opositores y ni hablar contra su propio gabinete en tanto ella es parte del Poder Ejecutivo.

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Si a esta realidad, que nos encuentra perplejos por sus problemas de gestión política y administrativa y por ende de comunicación pública, la sociedad corporiza su grieta entre cínicos y clínicos visibilizádola en medios, en redes y también en cada discusión política en calles, cafés, plazas y obviamente recintos legislativos.

Retomando a Bauman, lo que nos resta entonces es intentar explorar y visibilizar que los que usan la información y expresan relatos “cínicamente” mantienen vigente que el mundo está contra nosotros, que hay que zafar como sea dejando de lado la ley y tomando el atajo siempre de las chicanas y falacias, de viajar por colectora y de ser coherentes por no cambiar de doctrina. Todo esto es posible, cuando no se considera el necesario ajuste de expectativas, la evolución y pluralidad del pensamiento y la adecuación a la realidad para ver si eso ocurre realmente o no. 

Y por otro lado, dejar en evidencia como se achica y hunde el sector que hace uso de la información y expresión con finalidad “clínica”. Ese mismo conocimiento sobre los hechos de la realidad que podría ayudarnos a erradicar la corrupción y el déficit de control recíproco para fortalecer ámbitos institucionales de deliberación y decisión pública transparente y veraz, es cada vez más exiguo, cada vez tiene menos adherentes y propulsores por que no genera simpatías, ni votos, ranking, score o rating. Escuchar sobre los valores de la libertad, verdad, trabajo y esfuerzo incomoda, duele.

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Por esto, el balance de fin del año 2020 nos da negativo. Haciendo uso del vigente vocabulario sanitario que producto de la pandemia se popularizó, los cínicos nos están haciendo perder información pública, veracidad, reputación y contención efectiva de múltiples problemáticas económicas y de salud. Los clínicos, en el campo de actuaciones contra el Covid-19, literalmente ponen en riesgo su vida para cuidarnos, y desde otros ámbitos, muchos periodistas y líderes sociales luchan por no ser acallados o tergiversados desde los medios de comunicación ni ser señalados como traidores a la causa. 

El territorio entonces siempre fue un campo de luchas, en varios sentidos, pero nunca fue lógico que la lucha fuera entre hermanos. Pero desde la génesis o por el destino, el tiempo transcurrido de 204 años no nos sirvió de dimensión de aprendizaje para evolucionar y mejorar nuestra calidad de deliberación e institucionalidad. 

Y tristemente, aún hoy, seguimos conviviendo en una presunta civilidad que es administrada desde la barbarie y a eso llamo bar-variedad o la variedad de expresiones locales de las formas de la barbarie política que se cristalizan en épocas modernas y en sociedades civilizadas a cuenta gotas.

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Barvariedad sin más, Argentina en síntesis.