A semanas de perder la democracia a manos del primer golpe de Estado que impuso una dictadura militar, Argentina daba a luz la primera Confederación General del Trabajo, como expresión del sindicalismo organizado. Esa primera central obrera unificada contenía y trascendía las corrientes que nutrían las luchas sociales y reivindicaciones de los trabajadores: socialistas, comunistas y anarco-sindicalistas. Se conformó el 27 de septiembre de 1930, dirigida por un comité nacional encargado de elaborar los estatutos definitivos, redactar una declaración de principios y convocar a un congreso constituyente.
La encabezaron Luis Cerrutti, como secretario general, e integraban su conducción Alejandro Silvetti, como prosecretario; Andrés Cabona, tesorero; José Negri, protesorero; Abraham Resnik, Antonio Melani, Segundo Ortiz, Ceferino López, José Millán y Luis González, como vocales. Unos días antes, una revolución militar con apoyo civil derrocaba al gobierno radical del presidente Hipólito Yrigoyen e instalaba al general José Félix Uriburu, de inocultables simpatías con el fascismo europeo, en la Casa de Gobierno.
Convocados por la Federación Obrera Poligráfica Argentina (FOPA), la USA, la COA y algunos sindicatos autónomos (algunos de cuyos dirigentes participaron años más tarde en la fundación del Partido Laborista), se habían reunido el 31 de marzo de 1929 para avanzar hacia su unificación en una sola central de trabajadores. No asistieron los representantes de la FORA del V Congreso (anarquistas). Por la USA, estuvieron presentes, entre otros, Antonio Aguilar, Alejandro Juan Silvetti y José Milani; por la COA: José Negri, José Domenech y Marcelino Ganza; por la FOPA, Sebastián Marotta, Pedro González Porcel y Manuel Punyet Alberti, y por los autónomos, Luis F. Gay. La confluencia de sectores sindicales y las protestas gremiales atravesaron la caída de Yrigoyen y no pudieron ser impedidas por la dictadura. El documento de unidad establecía que la central sería “independiente de todos los partidos políticos y de las agrupaciones ideológicas. En tal virtud no se inmiscuirá en la forma de encarar los problemas que en sus respectivas esferas agiten a estos y, en reciprocidad, reclamará para la organización y acción sindical la observancia de una conducta igualmente respetuosa. Particularmente, los trabajadores afiliados gozarán de la más completa libertad, compatible con sus deberes y derechos sindicales para desarrollar las actividades que mejor satisfagan sus aspiraciones de renovación social…”. También aclaraba que “… las huelgas solo podrán ser resueltas por los Congresos o el voto general, correspondiendo al Congreso fijar la fecha de su comienzo y terminación...”.
Presentación ante la OIT. Un año más tarde, en 1931, la CGT recién constituida estará presente en la XV Conferencia internacional de la OIT en Ginebra. En esta ocasión, el presidente de la primera sesión que tiene lugar el 28 de mayo, el señor Poulton, hace referencia al retorno de la participación de Argentina en el encuentro internacional: “Tenemos la satisfacción de acoger en nuestro seno delegaciones completas de tres grandes países de América Latina: Argentina, Brasil y Chile. Doy mi más ferviente bienvenida a la delegación del gobierno argentino que de nuevo ha ocupado su puesto entre las naciones que desean, en un esfuerzo común, el progreso de la causa de la paz y de la justicia social”.
Aquí se produce por primera vez una mención y presentación internacional de la nueva central obrera. La representación sindical argentina, integrada por los delegados obreros Bernardo Becerra, Alfredo Viola y Sebastián Marotta, señala que “la Confederación General del Trabajo ha sido constituida por la fusión de dos importantes centrales obreras que existían en nuestro país, y por gran número de sindicatos autónomos que se han apresurado a dar su adhesión a la concentración orgánica de esta forma conseguida. El agrupamiento de los núcleos obreros argentinos bajo la organización de la Confederación General del Trabajo ha sido tan rápido e importante, que los efectivos centralizados en estos momentos alcanzan una cifra superior a 300 mil trabajadores, pertenecientes a todas las ramas de la industria y oficios. En nombre de ellos hacemos presente a la Conferencia, a la Organización Internacional del Trabajo, que hemos de colaborar, en la medida de nuestras fuerzas, en la aplicación de sus sanciones, en la difusión de sus fines, manteniendo con ella y sus órganos las más frecuentes y continuadas relaciones”.
1932: boletín significativo. En enero de 1932, el primer número del boletín mensual de la CGT presenta una reseña de la obra realizada por la central obrera desde su fundación, señalando las difíciles circunstancias en que se había tenido que mover. Sus “principales logros” habían sido la libertad de 225 presos gremiales y la conmutación de la pena de muerte impuesta por un tribunal militar a tres choferes –Florindo Galloso, Santos Ares y José Montero–, que se habían tiroteado con la policía. Para lograr esa conmutación, aclaraba el periódico, “no (se) vaciló en prescindir de ciertos principios”.
Los tres choferes, que eran miembros del sindicato anarquista, no adherido a la CGT, no solo salvaron su vida, sino que dos años después su condena a reclusión perpetua fue nuevamente conmutada por dos años de prisión.
El del '36 fue uno de los congresos más importantes en la historia del movimiento obrero
El episodio mostraba el clima en que debió desenvolverse el movimiento obrero en esos primeros años de la década del 30, así como la existencia de actitudes de mayor pragmatismo entre toda esta dirigencia sindical a la hora de peticionar por situaciones específicas: reivindicaban la negociación para conseguir el objetivo de defender los derechos de los trabajadores.
El Congreso del 36. Los primeros años de la década del 30 fueron tiempos de luchas, frustraciones y pequeñas conquistas al interior de las organizaciones obreras. El Comité Nacional de la CGT, que no convoca al Congreso el 12 de diciembre de 1935, es depuesto por los representantes de las entidades gremiales más poderosas (Ferroviarios, Municipales, Comercio, Tranviarios, etc.) y cita nuevamente a un Congreso Constituyente, que se realiza entre enero y marzo de 1936.Dejando de lado las críticas al Comité por su acercamiento negociador al gobierno –se menciona la nota donde hablaba del convencimiento cegetista de que este haría una obra de renovación administrativa y no mantendría en vigencia la ley marcial–, el Congreso del 36 fue uno de los más importantes en la historia del movimiento obrero argentino. Los historiadores Mario Gasparri y Claudio Panella realizaron un exhaustivo trabajo sobre ese momento en el que la central obrera define sus estructuras y conforma una identidad propia. Además de puntualizar “fallas y desviaciones” del período 1930-1935, se encaró la responsabilidad del sindicato y su gravitación en el desarrollo nacional. En la carta orgánica se interpretaron los aspectos que presentaban los problemas sociales y no se excluía ningún método de lucha que beneficiara a la clase trabajadora y defendiera sus derechos y para que en lo sucesivo las organizaciones pudieran tener en la CGT la representación que libremente quisieran darse. Se decidió que “los afiliados a los sindicatos tenían libertad de hacer política fuera de las organizaciones sindicales” y se aprobó un estatuto que sostuvo, entre otras cosas: “El actual régimen social capitalista, fundado en la propiedad privada de los medios de producción y de cambio, es para la clase trabajadora una permanente causa de explotación, injusticia y miseria. La evolución de la sociedad capitalista puede ser acelerada por la clase trabajadora por medio de su organización, teniendo en esta también un modo de evidenciar su importancia social, técnica y económica, y de acentuar su influencia en el gobierno de los intereses colectivos. La evolución de la sociedad capitalista obliga al proletariado a organizarse para defender sus intereses de clase y preparar su emancipación, creando un régimen social fundado en la propiedad colectiva de los medios de producción y de cambio. Sin excluir ningún método eficaz de lucha, la CGT llama a la clase trabajadora a organizarse en el terreno sindical para conquistar, desde luego, mejores condiciones de trabajo y remuneración, hacerse respetar por la clase patronal y bregar por la completa emancipación del pueblo productor, de acuerdo con el siguiente estatuto…”.
El cierre del Congreso estuvo a cargo de José Domenech, secretario general, señalando que este era “un primer paso de un largo camino” e instando a “trabajar sin descanso, con mucha voluntad y gran entusiasmo para que pronto no quede un solo soldado argentino del ejército del trabajo sin estar organizado bajo la bandera de la Confederación General del Trabajo”. Inmediatamente, siendo la hora 0.10 del 3 de abril de 1936, las autoridades, delegados y barra se pusieron de pie entonando La internacional y otras canciones obreras, dando fin a las tareas del Congreso Constituyente de la CGT entre vivas entusiastas y reiteradas apelaciones a la unidad de la clase trabajadora. ¿Había llegado, al fin, la hora de responder por los intereses del pueblo trabajador?
La huelga solidaria
La gran movilización sindical de la época culmina el 7 de enero de 1936 con una huelga general en todo el país en apoyo de los albañiles, que estaban en conflicto. La huelga de los obreros de la construcción estaba conducida por el sindicato, de orientación comunista, liderado por Rubens Iscaro y Pedro Chiaranti, en cuya fundación habían participado un año antes. El paro de los albañiles, mientras sesionaba el Congreso Constituyente de la CGT, se prolongó por espacio de tres meses y culminó con esa huelga general solidaria.
Un 1° de Mayo pluripartidista
La notable transformación que estaba produciendo el movimiento obrero argentino se hará evidente en la organización del acto del 1° de Mayo de 1936. En un hecho sin precedentes, la CGT, que lleva el aditamento Independencia 2880, sede de la Unión Ferroviaria, asume entonces la misión de reunir a su alrededor a los demás sectores populares, convocando a los partidos socialista, radical, demócrata progresista y comunista, y al movimiento estudiantil, a compartir el acto y la tribuna. La CGT, influida por socialistas y comunistas, se convierte así en un convocante político-sindical, en sintonía con los frentes populares que accedían al poder en España y Francia. El resultado fue una manifestación multitudinaria que convocó a más de 160 mil personas.
En el acto hablaron connotados dirigentes: por la CGT, José Domenech; por el Partido Comunista, Paulino González Alberdi; por la Unión Cívica Radical, Arturo Frondizi; por el Partido Demócrata Progresista, Lisandro de la Torre, y por el Partido Socialista, Mario Bravo, como también Enrique Dickman, Nicolás Repetto, Emilio Ravignani y Francisco Pérez Leirós, entre otros.
*Periodistas e historiadores.
Colaboró: Vittorio Hugo Petri.