En un mundo donde las noticias se esparcen en tiempo real y por incontables canales, el periodismo enfrenta una presión creciente: capturar la atención de un público cada vez más disperso y exigente. En este contexto, las "preguntas incómodas" se han instalado como una especie de bandera, ondeada por ciertos entrevistadores con orgullo guerrero.
Pero ¿qué impacto real tienen estas preguntas en la conexión emocional entre quien pregunta, quien responde y quien escucha?
Estas preguntas incómodas se celebran como un acto de coraje y el de conseguir el trofeo de lograr veracidad en esta acción. Se cree que de esta forma el entrevistador será premiado por el esfuerzo, que, en realidad tensa la cuerda hasta romperla.
Pero la incomodidad no acerca a la verdad: la deforma, la contamina, la convierte en mercancía emocional. Preguntar sin empatía no es valentía: es violencia camuflada de periodismo. Es agredir desde un púlpito mediático, sabiendo que la audiencia aplaude la sangre, no el entendimiento.
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Tengo gran empatía con lo que escucho y leo. Debemos tener en cuenta que la verdadera inteligencia no golpea, sabe escuchar, comprender y preguntar de formas que logran aperturas y no hieren. La empatía no es blandura, es una precisión quirúrgica, que puede arrancar de raíz un mal. La empatía nos ayuda a atravesar temas difíciles, sin convertir al entrevistado en trofeo de caza.
Cuando los medios premian la incomodidad, que es una forma de agresión, no construyen un puente, cavan trincheras.
El futuro del periodismo no está en quien grite más fuerte, sino en quien sepa preguntar mejor. No necesitamos héroes que derriben puertas a patadas o golpeen al otro, sino alquimistas de preguntas capaces de abrir corazones y mentes con la fuerza silenciosa de la comprensión.
La pregunta empática no evita la verdad; la provoca, pero lo hace desde un lugar donde la confianza puede brotar. Porque nadie revela su verdad a quien lo agrede, pero sí a quien lo escucha con la firmeza silenciosa de quien comprende.
La empatía nos ayuda a atravesar temas difíciles, sin convertir al entrevistado en trofeo de caza"
Los sacerdotes, los terapeutas, los coaches lo sabemos bien: la seguridad emocional abre puertas que la presión jamás logra forzar. Es mucho más fácil escuchar la verdad desde la empatía y confianza que desde la agresión y la incomodidad.
El periodista del futuro no debe ser quien golpee más fuerte, sino quien sepa construir mejor el camino invisible de la escucha, la comprensión y la pregunta correcta.
Si sabes preguntar podrás escuchar la respuesta que esperas y la verdad sin tapujos, pero, a pregunta incorrecta obtendrás respuestas erróneas y falsas.
Cada vez que un periodista usa la violencia emocional como herramienta, activa un efecto dominó que las mentes-esponja absorben esa agresividad como modelo válido.
El daño no es solo en el estudio de televisión, el daño es en la calle, en las redes, en las mesas familiares. La sociedad reproduce lo que ve. La incomodidad es un tipo de violencia en el periodismo, y éste deja de ser servicio público y se convierte en espectáculo de gladiadores.
Tal vez tendrán espectadores y lectores, pero no construyen seguridad social a futuro.