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Algunos conceptos acerca de las entrevistas periodísticas

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Equilibrio. Preguntar y repreguntar, pero respetando también los tiempos del entrevistado. | shutterstock

Tema delicado en estos días es la entrevista periodística a candidatos presidenciales o sus conmilitones y voceros. Está sucediendo que las posturas ideológicas y políticas de los periodistas que interrogan son similares a las de sus entrevistados (con lo cual el diálogo queda irremediablemente contaminado por cierto grado de complicidad que impide conocer sin edulcorantes al entrevistado y sus ideas) u opuestas (por lo que la entrevista deriva en un pregunta-respuesta con tono agresivo, poco favorable a una comprensión desapasionada por parte del público.

Ni una conducta ni la otra responden a los criterios del buen periodismo y de la ética profesional. Se ha dicho en esta columna que el buen oficio obliga a mantener distancia con los poderes, sean estos económicos, políticos, religiosos, deportivos o de otra naturaleza. El entrevistador debe guardar una distancia razonable con el entrevistado, pero al mismo tiempo, respetar sus tiempos y sus respuestas, tomar nota de lo que dice y repreguntar cuando los conceptos están completos en cada tema.

El periodista argentino Jorge Halperin –cuya vasta experiencia profesional no es reseñable por su dimensión en estas líneas– escribió más de una decena de libros, entre ellos, uno que es fundamental para cualquier aprendiz (o veterano) de periodista: La entrevista periodística, intimidades de la conversación pública, escrito en 1998 y editado por Aguilar en 2008. “La entrevista –escribió Halperin– es la más pública de las conversaciones privadas. Funciona con las reglas del diálogo privado (proximidad, intercambio, exposición discursiva con interrupciones, un tono marcado por la espontaneidad, presencia de lo personal y atmósfera de intimidad), pero está construida para el ámbito de lo público. El sujeto entrevistado sabe que se expone a la opinión de la gente. Por otra parte, no es un diálogo libre con dos sujetos. Es una conversación radial, o sea centrada en uno de los interlocutores, y en la que uno tiene el derecho de preguntar y el otro el de ser escuchado”. Es un buen punto de partida para interpelar a quien entrevista sobre los límites de su trabajo y al interpelado sobre cuál es su respuesta a él.

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Señala el autor más adelante: “Es indispensable comprender qué clase de vínculo es este para examinar los problemas prácticos del trabajo, nuestras atribuciones y también la clase de responsabilidad ética que asumimos. La relación entre el periodista y su personaje no es entre pares; es asimétrica. Nuestro sujeto está en el centro de la escena –lo hemos elegido por ser un personaje público o porque es un hombre clave en el tema que exploramos–, y nosotros a un costado, facilitando su contacto con los lectores y oyentes. Por otro lado, su voz es naturalmente más importante que la nuestra. No importa lo mismo para los lectores saber lo que piensa nuestro personaje que las ideas que podamos esbozar nosotros durante el diálogo. En todo caso, nuestras ideas deben ser inteligentes como disparadoras del entrevistado y como herramientas para poner a prueba su discurso. Por otro lado, nuestra subjetividad vale en tanto pueda aportarle al lector una mejor aproximación, un acercamiento sin interferencias al sujeto y sus ideas”.

En el Consultorio Ético de la Fundación Gabo –referente necesario para comprender los límites que nos impone el ejercicio de esta profesión, se exponen algunos conceptos y recomendaciones para quienes pretenden hacer una entrevista y evitar que se trate de una manifestación a favor o en contra de lo que piensa y dice el entrevistado. 

(La entrevista periodística (unlp.edu.ar).

(https://fundaciongabo.org/es/consultorio-etico/consulta/152)