Durante décadas, Alemania fue el ejemplo emblemático de las virtudes de una democracia moderna. Reconstruida desde las ruinas de la Segunda Guerra Mundial —con fuerte apoyo de Estados Unidos—, supo consolidar un modelo de desarrollo basado en la estabilidad institucional y el bienestar social.
Desde esa plataforma sólida, encaró en los años noventa el proceso de reunificación con los territorios del Este, que abandonaban la órbita comunista tras la disolución de la Unión Soviética. La Alemania Occidental, emblema de la “economía social de mercado”, integró así a un Este que arrastraba décadas de atraso. Europa cerraba el siglo con un optimismo pocas veces visto.
Pero dos décadas más tarde, la crisis financiera de 2008 —desatada por el colapso especulativo en Estados Unidos— golpeó con fuerza al continente. Europa debió ajustar sus cuentas, y desde entonces el orden internacional no dejó de deteriorarse. En paralelo, creció el malestar en las sociedades occidentales: por el descenso en la calidad de vida, por el vértigo de la globalización, por los efectos de un capitalismo cada vez más voraz. También por el avance de una narrativa anti-inmigratoria que permitió a muchos dirigentes construir un enemigo funcional.
Ese cóctel se hizo particularmente explosivo en la antigua Alemania del Este, donde persisten brechas estructurales con respecto al Oeste. En esa región, el descontento alimenta el crecimiento de fuerzas extremistas, entre ellas Alternativa por Alemania (AfD), hoy la segunda fuerza más votada del país.
Como explica Susanne Käss, representante en la Argentina de la fundación alemana Konrad Adenauer, la AfD nació como un partido liberal, crítico de las políticas fiscales de la Unión Europea durante la crisis. Pero con el tiempo fue capturado por sectores de ultraderecha, xenófobos y neonazis, que explotaron el descontento social para ganar terreno. Siguiendo el guión de Adolfo Hitler, han construido un enemigo interno: los inmigrantes.
El ascenso de la AfD rompió el histórico bipartidismo entre conservadores y socialdemócratas, que ahora intentan contener la deriva extremista con una coalición inédita encabezada por Friedrich Merz.
Pero la apuesta es riesgosa. “Si esa alianza fracasa, la AfD puede seguir creciendo y convertirse en la fuerza más votada. Y ahí tendríamos un gran problema”, advierte Käss.
Esa “ruta del malestar”, que va del ajuste económico al resentimiento social, y de ahí a la radicalización, debe ser evitada —o desviada— a tiempo. Las fuerzas democráticas moderadas tienen el desafío de ofrecer liderazgos firmes, empáticos con los vulnerables y capaces de poner límites a los poderosos. Y de garantizar, otra vez, desarrollo con justicia social. En democracia.
“Efecto Mariposa” es un ciclo de conversaciones sobre política internacional producido por Fundación Embajada Abierta y conducido por Jorge Argüello que se emite por Canal E los jueves a las 22 y los domingos a las 23.