OPINIóN
Vuelta a clases I

Lecciones que dejó la pandemia

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Universidad. Preparadas para continuar, en forma presencial, virtual o mixta. | cedoc

Luego de un año sin clases presenciales, consecuencia de la irrupción del covid-19 a principios de 2020, el cierre forzado de la totalidad del sistema operó como una especie de experimento social. Las secuelas provocadas por tal decisión mostraron su diversidad según el nivel educativo en cuestión. En el sector de escuelas, la situación resultó devastadora, sobre todo para el nivel primario. Para las universidades, la modalidad en línea se presentó como una oportunidad.    

Ya desde el inicio de la pandemia, el Gobierno se negó a buscar variantes que evitaran el daño psicológico y de aprendizaje causado por el cierre de escuelas. La paradoja es que alternativas que asimismo velaran por la salud de docentes y alumnos existían, pero no la voluntad de explorarlas. Según un estudio de Kuhfled et al. (2020) sobre estudiantes de entre 8 y 13 años, un año sin presencialidad disminuiría en aproximadamente un 40% los conocimientos para interpretar un texto y en un 50% para resolver cuestiones matemáticas. De manera más intuitiva, un alumno de nota promedio ocho con escuela abierta sería uno de cuatro o cinco puntos con el aula cerrada. De cualquier forma, puede esperarse un mayor impacto en los estudiantes de sectores vulnerables y de menor acceso a la tecnología. Según datos del Enacom, en la provincia de Formosa, por ejemplo, solo el 30% de los hogares cuenta con internet fija mientras que en Córdoba y Santa Fe dicho porcentaje supera el 70%. Estas desigualdades de base se pagan hoy y en el futuro.

Mientras tanto, la universidad mostró un panorama diametralmente opuesto. De hecho, la interrupción de clases en marzo del pasado año la desafía a buscar nuevas alternativas de enseñanza y aprendizaje. Así, la pandemia le da un empujón hacia el futuro. Le aceleró en al menos una década un cambio que en la Argentina se venía gestando desde principios de 2000, año en el que la educación a distancia comienza un recorrido creciente. En ese escenario, hubo lecciones aprendidas que han llegado para quedarse. La modalidad híbrida ha demostrado sus bondades a medida que su estigmatización y los prejuicios sobre su menor efectividad se van diluyendo. Esto no significa que lo presencial haya perdido significancia; diría todo lo contrario. Hoy valoramos aún más el contacto cara a cara pero con la diferencia de que la enseñanza en línea se presenta como un complemento valioso y a veces más eficiente. Por ejemplo, ampliando el rango de accesibilidad, reduciendo los tiempos y costos de transporte de los alumnos y, a su vez, familiarizándolos con una “nueva” modalidad de trabajo, la remota, más alineada con la transformación que viene sufriendo el mercado laboral internacional.                 

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Ya cerca de un nuevo ciclo lectivo universitario, la gran mayoría de las instituciones del país se encuentra preparada y fortalecida para continuar en su rol de educar al capital humano del nivel superior, sea bajo modalidad presencial, virtual o mixta. Al momento de escribir esta nota, existe el consenso, tanto dentro del sector público como del privado, de que al menos durante los primeros meses buena parte de los más de 2 millones de estudiantes universitarios seguirá cursando en modalidad remota. Eso sí, habrá excepciones. Respondiendo al protocolo, las prácticas en talleres, laboratorios y hospitales escuela en las carreras relacionadas con las ciencias médicas y veterinarias, las aplicadas y las exactas y naturales serán presenciales. De cualquier manera, la evolución dependerá de la decisión de las autoridades de gobierno, las que, por lo visto hasta ahora, no se hallan dispuestas a pagar el costo político de un nuevo año sin educación presencial. Sin embargo, sepamos que dicho costo ya fue sufrido, y más aún por los alumnos pertenecientes a los estratos que el Gobierno dice proteger, los de menor capital cultural y económico, lo que es infinitamente más grave.

*Doctor en Educación. Profesor del Área de Educación en la Escuela de Gobierno, Universidad Torcuato Di Tella (UTDT).