El 1º de mayo de 1974, en su discurso como presidente ante la Asamblea Legislativa, el General Perón da a conocer el “Modelo argentino para el proyecto nacional”. Se proclama una evolución social equilibrada donde el capital esté verdaderamente al servicio del trabajo y de los trabajadores. “La actividad económica debe dirigirse a fines sociales y no individualistas, respondiendo a los requerimientos del hombre integrado en una comunidad y no a las apetencias personales”.
Hoy, la economía administra miseria. Gestiona las malas elecciones que históricamente se vienen tomando desde la contracción de empréstitos usurarios, la renuncia a la soberanía monetaria, la aceptación de grandes reformas y ajustes foráneos, el desmanejo e ineptitud de gran parte de la dirigencia política que pacta con militantes del orden global inescrupuloso a costa de generaciones enteras.
Pareciese imperioso encontrar un sendero identitario nacional cimentado en una genética no negociable que sienta deleite de principio a fin en el trazado de un horizonte claro como país encontrándonos unidos en un mismo sentir y espíritu protagonizando un proyecto histórico-político de carácter intrínsecamente nacional, social y cristiano.
¿Por qué la evolución social equilibrada? Por el simple hecho de esperar que los logros económicos no atenten contra la libertad y la dignidad del hombre. En palabras de Perón: “La economía debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la economía. Eso quiere decir, que la economía debe estar al servicio del ser humano y no el hombre al servicio de las variables económicas, como un esclavo. La política debe marcar el rumbo de la economía”. Esta “economía humana” tiene una impronta superadora de la dialéctica convencional.
Hasta llega a pensarse que la ideología ha lucrado con la lucha de clases. En La razón de mi vida, Eva Perón destruye una bandera de divisiones y clivajes políticos: la lucha de clases. Destaca: “El objeto fundamental del justicialismo en relación con el movimiento obrero es hacer desaparecer la lucha de clases y sustituirla por la cooperación entre capital y trabajo. El capitalismo, para darle todo al capital, explota a los trabajadores. El comunismo, para solucionar el problema, ideó un sistema de lucha que no terminará sino cuando haya una sola clase social; pero a esto se llega por la destrucción, que es efecto de una lucha larga, y sin cuartel, entre capital y trabajo. El justicialismo en cambio quiere también llegar a una sola clase de hombres: la de los que trabajan. Esta es una de las verdades fundamentales del peronismo. Pero no quiere llegar por la lucha sino por la cooperación”.
La tradición marxista se funda en una conceptualización objetivo-materialista de la historia de método histórico-dialéctico centrado en los antagonismos, contradicciones y conflictos sociales presentes en todos los modos de producción. Bajo esta perspectiva, la lógica esencial de las relaciones sociales está atravesada por el conflicto de clases con base en la explotación y apropiación del excedente. Las clases para Marx son lisa y llanamente la expresión de las relaciones de producción.
El desprecio y ninguneo están en ambos extremos: capitalismo y comunismo. Hoy la batalla parece sobrevolar otras dimensiones. Por encima de los Estados Nación, el globalismo con una lógica cosificante abraza la idea de un gobierno mundial único que pulverice la soberanía de los gobiernos territorialmente identificados. Ellos, la tiranía financiera sí tiene un plan: arrasar con las libertades y dignidad humana.
¿Alimento para quienes son las grietas? ¿Hasta cuándo asistir a la docilidad de cautiverio mental y espiritual que nos despoja de las libertades? Mientras enardecen las almas desde los conflictos sociales; otros, los que detentan el verdadero poder, marcan los espíritus de cada individuo enajenándolos, abrazados en la más profunda extrañación de la esencia misma de su existencia: la dignidad.
*Analista Política. (@GretelLedo).