OPINIóN
Análisis

Lingüística cuántica, “evangelio” alternativo

¿Estamos preparados para dar el “salto cuántico”? “Asumir un riesgo, adentrarse en un territorio desconocido. Una aventura así es, en el mejor de los casos, un asunto incierto, algo a lo que nadie más se atrevería” (Wolf, 1981).

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Lenguaje claro. | LENGUAJE CLARO

Un texto puede ser tan “caótico” al contener diversas trayectorias, estilos y expresiones, en conflicto y contradictorias, que debería alertarnos de los diferentes modos de percepción, “mítico, resultantes de la “arrogancia” que supone que todas las culturas piensan en modos cognitivos similares”.

Algunas escuelas de pensamiento de la física cuántica moderna y de la mecánica cuántica han permitido un redescubrimiento y valoración de aquello que se concebía como “ensoñaciones”, dando paso a aplicaciones prácticas en la reducción de “tensiones” en la falsa tricotomía de sujeto-verbo-objeto, la cual se ve como un todo, o como tres movimientos de una única unidad emergente. La propuesta es “cambiar el lenguaje”, pasando de una sintaxis lineal unidimensional a imágenes bidimensionales. Esto es, un lenguaje diagramático que reconociera a primera vista las categorías simétricas estrictas, pero dentro de un ámbito sintáctico, mientras que las estructuras ordenadas aprehenden cómo evoluciona la estructura gramatical al componer palabras, las estructuras categoriales harían lo propio al comprender cómo el significado de las palabras se transforma en el significado de las frases (Coecke, 2013). Una representación diagramática de estas categorías mostraría cómo “fluye” el significado dentro de las frases.

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Ahora bien, si observamos el lenguaje natural en la vida cotidiana, notaremos la presencia de “anomalías” que parecen difíciles si no imposibles de “acomodar” dentro de un marco racionalista ya que el uso del lenguaje esta determinado no solo por factores socioculturales emergentes del contexto del hablante si no también por factores extralingüísticos. Sin embargo, estas anomalías, en ciertas condiciones pueden representar una cierta “normalidad”.

En la filosofía empiricista del procesamiento de lenguaje natural cuántico, la centralidad estaría dada por la aplicación de reglas lejos de ciertos formalismos que permitan designar mecanismos aun cuando desde lo computacional sean ininteligibles para el humano. Si bien este enfoque hace hincapié en la capacidad de aprendizaje de un sistema de procesamiento de lenguaje natural, no presupone que el “hardware” subyacente deba parecerse al cerebro humano. De hecho, las investigaciones sobre el lenguaje demuestran que es muy probable que este “hardware” funcione según un principio totalmente diferente a la máquina de Turing (Chen, 2002).

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El enfoque conexionista parece brindar una alternativa metodológica más conveniente para reunir reglas lingüísticas y generar las “representaciones simbólicas” de forma implícita (Elman,1995; Chrisman, 1991). Trabajos recientes intentan responder ¿cómo puede el mecanismo neuronal implementar símbolos y reglas? (Arehalli y Linzen, 2022; Zhou, 2022).

Retomando a Chen (2002) veamos algunos postulados de la lingüística cuántica: 

  1. El lenguaje es el resultado de actividades neuronales 

  2. El cerebro es un sistema mecánico cuántico con memorias cuasi-clásicas 

  3. La “realidad” en el cerebro es un “montaje experimental mecánico cuántico” dispuesto por el cerebro.

  4. La comprensión del lenguaje es una medida cuántica llevada a cabo por el usuario del lenguaje

  5. La comprensión y la formulación lingüísticas no son intercambiables.

En primer lugar, debemos considerar el lenguaje (natural) en un sentido amplio, donde incluimos la pragmática, la representación del pensamiento, lo verbal y lo no-verbal. Si bien el lenguaje adopta una manifestación clásica, esto es, pensado como un objeto clásico, puede tratarse en gran medida como un sistema computacional cuántico.

Ahora bien, dado que la física clásica puede considerarse un caso límite de la mecánica cuántica, el cerebro podría tratarse convenientemente como un dispositivo de medición clásico acoplado con otros sistemas computacionales cuánticos del cerebro. La memoria como fenómeno cuántico por lo tanto sería muy estable. Dado que la “realidad mental” es algo que se construye activamente, se podría pensar que nuestra memoria puede contener propiedades clásicas plasmadas en la orientación específica de los nervios o la fuerza de las sinapsis. De hecho, podría haber algo activo en nuestro proceso mental que sólo puede explicarse en la teoría cuántica. 

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La comprensión del lenguaje aquí sería el proceso de “captar” el significado. Sólo después de realizar una medición se puede atribuir un significado a una situación física concreta. La medición cuántica es inherentemente participativa y activa, así como lo es la comprensión del lenguaje con un significado (Chen, 2002)

Sin embargo, la “compresión y la formulación lingüística” no son entidades permutables o intercambiables. Dada una frase, es preciso, entender el tema y atribuirle así un significado en contexto (pragmática). Una vez que se comprende el tema se puede reformular el contenido. Si consideramos la pronunciación de una frase grabada dos veces seguidas, las dos frases son totalmente diferentes en algunos aspectos temporales (frecuencia) y espaciales (amplitud). Esto es porque la no permutabilidad del lenguaje tiene un origen más profundo: el colapso de una función de onda que pone un sistema cuántico en un estado irreversible. En otras palabras, la función de onda superpuesta de un sistema cuántico desaparece para siempre; sólo el estado propio queda fuera y permanece accesible” (Chen, 2002).

Resulta crucial comprender los principios de un evangelio alternativo (Coecke, 2013) que dé cuenta de tres niveles fundamentales de las estructuras sintácticas representadas diagramáticamente: el orden de las cosas, su composición (en el tiempo) y los procesos de la comunicación que opera en el intercambio de fragmentos de información que fluctúan en campos de energía (cuántica).

¿Estamos preparados para dar el “salto cuántico”? “Asumir un riesgo, adentrarse en un territorio desconocido. Una aventura así es, en el mejor de los casos, un asunto incierto, algo a lo que nadie más se atrevería” (Wolf, 1981).