OPINIóN
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Los "logros" del ministro

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Recta final. El ministro Martín Guzmán en el tramo decisivo del acuerdo con el FMI que negocia desde que asumió el Gobierno. | cedoc

Resulta difícil en estos momentos que vive el mundo y nuestro país, corroborar aquel refrán que dice “no hay mal que por bien no venga”. Luego de la pandemia que nos asoló y modificó nuestros hábitos de vida, provocando numerosas muertes, viene a irrumpir la invasión de Rusia a Ucrania con todos los males que esto implica. Mientras, localmente, venimos maniatados por un acuerdo con el FMI y la crisis económica.

Al respecto, algunos medios ponderan la acción del ministro Guzmán como un despliegue colmado de “logros”. Se puede ver en ciertas publicaciones, y no solo oficialistas. Se basa la afirmación en que, por ejemplo, no aumentó el déficit fiscal. Pues se ubicaría un poco arriba del 3% del PBI, a pesar de haber aumentado fuertemente el gasto para subsidiar a los que no trabajan, pero votan.

Para ese “equilibrio”, utilizó el recorte de las jubilaciones, y la suba de los impuestos.

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Podemos considerar que esto no solo no es meritorio, sino que contiene una actitud vil, contraria a la Justicia y al bien común del pueblo argentino.

Qué mérito tiene someter a mayor pobreza a los jubilados. Suena como robarle plata a un niño. Es de una vileza profunda perjudicar a aquellos que han trabajado toda una vida y fueron aportando recursos para que los jubilados contemporáneos a su actividad cobren sus modestos haberes. Es muy fácil sacarles dinero a quienes padecen de una absoluta indefensión. Además, menos se entiende que dicho ministro es distinguido por el Vaticano para integrar la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, cuando a todas luces su política va de frente contra la Justicia y la Doctrina Social de la Iglesia Católica.

Economía y ética no se cruzan en la Argentina, pero sí política electoral e ideología

La segunda herramienta utilizada para esos “logros” es la suba de impuestos. En una de las economías que viene en declinación en las últimas décadas, aplicar más impuestos en la minoría que trabaja en blanco es criminal, porque va a atentar contra nuevas inversiones, contra la creación de empleos productivos, pone en mayor crisis a miles de Pymes y aniquila al crecimiento. También, es fácil subir impuestos, no requiere de grandes habilidades intelectuales. La inflación hace lo demás.

Además, ni con estos sacrificios a los que el Gobierno somete a buena parte de la sociedad tienen como contraparte el tan ansiado acuerdo con el FMI, que podría comprenderse, pero no justificarse. Pero no es así, ni por aproximación. Es más, el FMI pide otra cosa: cuál es el plan creíble por el que Argentina va a pagar y quiénes lo apoyan verdaderamente. A esta altura, considero que el FMI es más humanista, populista y progresista que el Gobierno y el ministro Guzmán y somos muchos los que estamos hartos de tanta “sarasa”. De la inflación, ni hablemos.

Y no es que el objetivo de nuestra política económica deba ser un acuerdo con el FMI y pagar la deuda. Pero sin duda ésta constituye un puente ineludible para no quedar definitivamente fuera del mundo y del crédito internacional.

Hay un tema ético que no se puede soslayar. La política económica no es un conjunto de técnicas. Es, ante todo un ámbito ético que debe apuntar a crear riqueza dentro de un marco de Justicia. Y Justicia es darle a cada uno lo suyo, lo que le corresponde, y a quien sufre padecimiento asistirlo temporalmente para que tenga una vida digna.

En nuestro país, economía y ética no se cruzan. Solo se tocan economía y política electoral e ideológica. Porque no es cierto lo que dicen algunos economistas de buena fe, que el Gobierno equivoca el camino usando viejas fórmulas ya comprobadamente erróneas. Los funcionarios y las más altas autoridades saben que son desacertadas; lo que ocurre es que su propósito no es remediar los problemas sino ahondarlos, de modo de acercarse a una situación en que exista una mayor pobreza a fin de que la gran mayoría      sobre todo la clase media, dependa de las dádivas del Gobierno, de tal manera que éste imponga en forma contundente su poder perpetuo.

Con estas medidas, con estos “logros” de empobrecer a jubilados y subir impuestos a los que trabajan, cualquiera es ministro de Economía.

Ahora, si la idea es asimilarnos a Venezuela, vamos bien y por camino pavimentado.

De la oposición, ni hablar. Solo nos provoca humor y alguna pequeña esperanza.

Analista en Comercio Internacional.