OPINIóN
Radiografía de una crisis

Lufthansa y la intervención del Estado alemán

El caso de una empresa golpeada por la pandemia que tuvo una intervención del Estado y que volvió pronto a manos privadas.

Deutsche Lufthansa AG Maintains Its Grounded Jets
Deutsche Lufthansa AG Maintains Its Grounded Jets | Bloomberg

Lufthansa era una de las aerolíneas más eficientes y rentables cuando el COVID-19 se expandió por el mundo y dejó a las compañías aéreas en tierra. En ese entonces, con el flujo de caja detenido y erogaciones casi al mismo nivel de siempre, la compañía se encontró en una crisis exógena que la podía llevar al colapso. 

En 2019, Lufthansa tenía unos 1.400 millones de euros en caja y una liquidez estimada en 3.400 millones de la misma moneda. Esos números le daban fortaleza en un escenario de operaciones normales, pero no para enfrentar una situación en que casi todas sus operaciones se detuvieron abruptamente. En poco tiempo, y antes de realizar los primeros ajustes, la aerolínea alemana había perdido 800 millones de euros, llegando a registrar un deterioro financiero de 1 millón de euros por hora. 

Las primeras medidas que tomaron los ejecutivos fue recortar gastos en 520 millones de euros al mes, que luego sumarían otros 200 millones. A pesar de las distintas decisiones que se tomaron, la empresa seguía soportando una hemorragia financiera de imprevisibles consecuencias, ya que la pandemia no cedía y el shutdown cuasi global impedía los vuelos que no fueran de repatriación o carga.

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Al prolongarse la situación, el gobierno alemán, bajo la observación de la Comisión Europea, comenzó a diseñar un plan de auxilio para las empresas afectadas por la inactividad, entre esas empresas estaba Lufthansa. Fue así que Estado dispuso un fondo de hasta 9.000 millones de euros para sostener la compañía bajo condiciones estrictas de supervisión.

La “ayuda” ofrecida se realizó a través del Kreditanstalt für Wiederaufbau (KFW - Desarrollo del Estado de la República Federal de Alemania). El plan implicaba la compra de acciones de la compañía, no un cheque en blanco. Heinz Hermann Thiele, el tercer mayor accionista de Lufthansa, cuestionó la operación porque consideraba que el precio nominal que tomó el Estado para aportar fondos era inferior al de mercado;, además, no estaba conforme con la injerencia que tendría el gobierno en la nueva realidad de la aerolínea. Tampoco le pareció aceptable que la Unión Europea hubiera exigido, a cambio de autorizar la ayuda, una cesión de los derechos exclusivos que tenía la compañía en los aeropuertos de Frankfurt y Münich. Thiele cedió más tarde por la presión de los acontecimientos.

Carsten Spohr, CEO de Lufthansa, también se resignó a recibir fondos y dejar que el gobierno se sentara a la mesa de las decisiones. Para el ejecutivo era muy doloroso que después de tres de los años más exitosos en la historia de la aerolínea hubiera que repensar todo por una crisis exógena.

La ayuda de todos

Lufthansa se fue estabilizando gracias a un management prudente pero, sobre todo, por el esfuerzo colectivo de sus eficientes trabajadores, ya que los sindicatos, que siempre tienen reclamos a flor de boca, fueron visionarios al acordar duras medidas cuando todo parecía derrumbarse. Los empresarios discutían con los gremialistas cuáles serían las mejores medidas. Entre las propuestas estuvo la reducción de la jornada laboral y un consecuente ajuste de salarios, pero nada parecía evitar que se despidieran 22.000 trabajadores. Los sindicatos gremios consideraron que el paquete de ayuda del Estado que recibió la aerolínea debió considerar mejor la preservación del trabajo, al menos, eso es lo que expresó Christine Behle, vicepresidente del sindicato de servicios públicos VERDI. Uno de los momentos más tensos en las relaciones laborales fue cuando se negociaba en Bruselas la autorización de la ayuda gubernamental, pero fue justo en ese momento que los sindicatos aceptaron sacrificar salarios y despidos ante una alternativa de imprevisibles resultados.

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En una entrevista concedida al semanario alemán WeltAm Sonntag, Nicoley Baublies, secretario general de la Unión de Tripulantes de Cabina, dijo que si bien la compañía aún no estaba a salvo tenía chances de sobrevivir. Para Baublies, el sector público y la empresa deberían haber forjado una asociación real. “Ahora el Estado está sentando a dos personas que nadie necesita en la junta de la empresa y ha acordado altas tasas de interés para tranquilizar al contribuyente”, dijo Baudlies. Para este líder, la participación del Estado no agregaba valor. “En el consejo de administración no necesitamos política pública. Necesitaríamos tasas de interés más bajas y objetivos en común”, agregó el gremialista.

Otro dato: los representados por Unabhängige Flugbegleiter Organisation (UFO, sindicato de azafatas y sobrecargos) ayudaron con 500 millones de euros al aceptar el ajuste que exigía la compañía, lo cual el representante laboral consideró muy importante hasta que la situación fuera superada. “Ahorramos hasta que termine la crisis, a partir de ahí volveremos a los niveles salariales normales en forma automática”, dijo Baublies.

La solidez de la compañía en los años anteriores, el auxilio del Estado y el apoyo de empleados y accionistas tuvo una inmediata consecuencia positiva: una suba del 14% en las acciones de Lufthansa en la bolsa de Frankfurt. 

En el verano europeo se flexibilizaron los bloqueos y se registró una mejora temporaria en el flujo de caja y las reservas, pero llegaría la segunda ola del SARS-CoV-2 y todo volvió a enfriarse. S, sin embargo, para ese entonces la emblemática compañía alemana había logrado apretar los costos otro 15%. También había realizado operaciones con bonos con el objeto de reembolsar al Estado unos 1.000 millones de euros del préstamo, una jugada que se pudo hacer gracias a la paulatina apertura del mercado de deuda. En otras palabras, la aerolínea aprovechó la liquidez artificial que produjo la inyección monetaria de los centrales para comenzar a controlar la injerencia del Estado en la empresa. Con las perspectivas a la vista, los directivos pensaron alternativas para cancelar unos 2.600 millones de euros antes del fin de 2020. Cabe destacar que la línea aérea no había tomado todo el paquete de ayuda, sino sólo una parte relativamente pequeña de alrededor de € 3.800 millones.

Con las vacunas y, las aperturas de fronteras y viajes, la eficiente Lufthansa comenzó a crecer de nuevo, pero la obsesión era la misma: reembolsar al gobierno (los contribuyentes) el dinero recibido.

Esta semana los contribuyentes alemanes recibieron una gran noticia: la directora de la Agencia de Finanzas del Gobierno Alemán, Jutta Doenges, dijo: “La estabilización de Deutsche Lufthansa AG ha concluido con éxito y la empresa está de nuevo en manos privadas”. Lo importante de la noticia era que las acciones que aún tenía el gobierno fueron vendidas por 1.070 millones de euros, lo que significa que el gobierno ha ganado € 764 millones gracias a la diferencia entre lo que pagó por esas acciones en garantía y el  precio que hoy tienen en el mercado bursátil.

La crisis es una gran enseñanza para todo aquel que quiera aprender una lección de gestión estatal y espíritu capitalista. Y para los argentinos en particular, es un llamado de atención ya que Aerolíneas Argentinas perderá este año 650 millones de dólares y está en plena incorporación de personal.