Desde Madrid-. Entender los comicios celebrados ayer en la Comunidad de Madrid es un proceso inevitablemente complejo. Partiendo de la base de que la vencedora y actual presidenta de la comunidad es un fenómeno muy peculiar, no puede sorprender que lo inverosímil y lo verosímil convivan en el mismo espacio sin contradecirse.
¿Puede un candidato que se presenta a la reelección ganar unas elecciones con unas de las peores cifras de muertos por covid-19 del país, incluyendo a los más de cinco mil ancianos muertos y dejados a su suerte en las residencias geriátricas? ¿Y si le agregamos que en los dos años de mandato no sacó ninguna de ley de envergadura? Ni siquiera los Presupuestos, por lo que las cuentas de gastos e ingresos obedecen a los aprobados en 2019, correspondientes a la legislatura pasada. Pues sí, y arrollando. Veamos la foto que dejaron las urnas.
Isabel Díaz Ayuso pasó como un tsunami en las elecciones en la Comunidad de Madrid con 65 escaños (44,73%), más del doble de los obtenidos en 2019, y se quedó sólo a cuatro de la mayoría absoluta. La magnitud del triunfo cobra su real dimensión al destacar que el Partido Popular (PP), logró superar a todo el bloque de la izquierda junta, esto es, PSOE, Más Madrid –ambos con 24 diputados - y Podemos, que sumó diez escaños. Todo esto en unas elecciones con casi el 80% de participación ciudadana.
Así las cosas, y con las urnas vaciadas de papeletas, el tablero político pegó un revolcón que sorprendió a protagonistas y analistas: Más Madrid, formación escindida de Podemos, superó en votos al todopoderoso PSOE, cuyo candidato Ángel Gabilondo tiene una incapacidad manifiesta de generar afinidad fuera de su familia y amigos.
Con todo, también la de ayer fue la noche de las despedidas. Empujado por el magro resultado cosechado en la elección, el primero que dijo “chau y adiós” a la política madrileña fue Ciudadanos, el partido que nunca supo si era de centro, liberal, ultra, o qué. Formación política, vale subrayar, que hasta la convocatoria de elecciones anticipadas cogobernaba con el PP la Comunidad de Madrid. Mientras tanto, VOX, el partido de extrema derecha que apuntaba como nuevo socio del PP, vio como su sueño se desvanecía. No sólo por culpa del enorme caudal de votos cosechado por Populares, sino también porque sólo logró sumar un escaño más que en 2019, quedándose en 13 representantes.
Sin embargo, la otra gran sorpresa de la noche llegó ya muy tarde cuando el líder y fundador de Podemos, hoy Unidas Podemos, Pablo Iglesias, anunció su retiro de la política consciente que más que sumar restaba a su proyecto político. O, incluso, y muy a su pesar, fue uno de los factores que produjo la fortísima movilización del electorado de derecha por el desprecio que despierta en ese segmento político.
Con la foto sobre la mesa, ahora la gran pregunta es porqué ganó Ayuso de esa forma tan abrumadora. Adalid del binomio economía y salud, este personaje peculiar y hasta caricaturesco, tanto para sus adversarios políticos como para gran parte de la sociedad, tiñó de azul todo el mapa de la Comunidad de Madrid, color que alcanzó hasta en los barrios de rentas medias bajas y bajas. El famoso “cinturón rojo” al que tanto apeló Iglesias, resultó azul.
Según el analista político, Ignacio Escolar, el discurso populista de Ayuso entró a fondo en los votantes poco politizados, menos ideológicos, que se definen de centro y se mueven entre distintos partidos o la abstención. Es ese tercer bloque –alrededor del 20% de la sociedad– el que encumbró a Ayuso con un resultado, para la derecha, excepcional.
“Ayuso logró aglutinar todo el rechazo de la derecha madrileña al Gobierno de coalición. Ella entendió mejor que nadie el hartazgo social frente a la pandemia, que aprovechó con enorme eficacia. Y se benefició de un sistema de medios que le rió las gracias y construyó una realidad paralela sobre los datos económicos, sociales y sanitarios de Madrid”, escribió.
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Ayuso y su equipo de campaña, también supieron ver el vuelco hacia una derecha dura de una porción muy grande de la sociedad madrileña, tanto que el Centro político prácticamente desapareció del juego. En efecto, enarbolando sin ruborizarse, y hasta con orgullo, la bandera del nacional-populismo, explotó el rechazo de mucha gente por la figura del presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez y de sus socios en el Ejecutivo, todos ellos sospechosos, según el relato de la derecha, de pactar con los enemigos de España (partidos cercanos a ETA) e independentistas catalanes.
Con fidelidad a los tiempos actuales, donde manda la simplicidad de los mensajes, la hora reelecta presidenta de la Comunidad de Madrid, obvió las propuestas electorales – con la excepción de la consabida bajada de impuestos - a favor de eslóganes efectivos. Comenzó con “Comunismo o libertad”, para quedar con el paso de la campaña reducido a “Libertad”, lema que repitió hasta la saciedad durante el proceso electoral. "La sociedad madrileña, ciudadanos de todos los rincones del mundo, especialmente de España, se resistieron a que les cambiaran su modelo de vida, que quieren ser libres por encima de todo", explicó Ayuso este miércoles en una entrevista a la COPE, que entiende ella por “Libertad”.
¿Y cómo la visualiza? Con los bares abiertos. En efecto, otro gran acierto de su campaña fue sacar provecho de la afición de los españoles – en este caso madrileños – por salir de tapas y tomarse unas cervezas. En los momentos más duros del confinamiento, y cuando las protestas hicieron mutar los aplausos a los sanitarios por banderazos y bocinazos, el clamor no pasó por museos, teatros, bibliotecas abiertas, sino por bares con las persianas sin bajar. “Libertad” para ir a tomarme una caña, o, como llegó a decir la candidata: “Es una forma de vivir a la madrileña, puedes cambiar de empresa y de pareja y no volver a encontrártela más. Eso también es libertad”.
Lo cierto es que no pasaron ni 24 horas del escrutinio, y los cañones ya apuntan amenazantes al despacho de Pedro Sánchez en La Moncloa. Pablo Casado, el presidente de Partido Popular, curtido en mil derrotas, vislumbra el cambio de tendencia que en dos años puede llevarlo a la sede del Ejecutivo español. Aunque también empieza a ver con desconfianza a su gran apuesta en Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Porque Casado conoce de primera mano que todo puede suceder en la política española. Y recuerda muy bien que la nueva líder de Madrid, bajo su estilo mezcla niña bien, ingenua o incluso “macarra”, pasó de escribir los Tuits del perro de la otrora lideresa madrileña, Esperanza Aguirre, a presidir la Comunidad de Madrid y, ¿por qué no en dos años el Gobierno de España?
La caza de Pedro Sánchez comenzó. Ahora falta por ver quién de los dos apretará el gatillo de la escopeta.