OPINIóN
Desempleo

La verdadera deuda es con los jóvenes

Necesitamos involucrarnos todos, exigir como sociedad la construcción de consensos y políticas públicas que sean sostenidas en el tiempo y que tengan a los jóvenes en el centro de la escena.

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Una cifra récord de desempleados. Filas para cobrar el subsidio. | AP

Estamos en deuda con nuestros jóvenes, los indicadores son elocuentes pero no nuevos: según el Observatorio de la Deuda Social Argentina, el 65% de los menores de 17 años viven en hogares pobres; durante el 2020, 2 millones de ellos pasaron hambre; según el INDEC el desempleo juvenil duplica la media nacional; y en materia educativa, los pronósticos más favorables, estiman que este año perderemos 1.500.000 de estudiantes porque tendrán que salir a trabajar o porque perdieron su contacto con la escuela.

Para llegar a esta situación no solamente se requirió de una pandemia y las consecuencias del aislamiento social preventivo y obligatorio; este cuadro social es consecuencia de décadas de enfrentamiento político, ausencia de consensos, falta de políticas públicas con visión a mediano y largo plazo y una sociedad civil que no pudo poner en el centro de la agenda pública a la franja etaria que representa el futuro de nuestro país.

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Estamos a tiempo de saldar deudas con los jóvenes, necesitamos involucrarnos todos, exigir como sociedad la construcción de consensos y políticas públicas que sean sostenidas en el tiempo y que tengan a los jóvenes en el centro de la escena, necesitamos avanzar hacia la democratización de la conectividad y generar incentivos para lograr la inserción laboral en un primer empleo de calidad y formal. Nuestro país es muy extenso y desigual, es preciso que todas las políticas tengan el foco en la particularidad y la trayectoria de cada estudiante, que desarrollemos un sistema educativo que pueda acompañar las individualidades y sus diferentes desafíos. Sabemos que acompañar a nuestros jóvenes, contemplando que ninguno aprende por igual y sobre todo que ninguno parte desde el mismo lugar su recorrido educativo, es una manera de romper con el círculo de la pobreza que opera de forma negativa de generación en generación. Veintitrés años de acompañamiento a las trayectorias escolares nos confirman que la figura de un tutor hace una real diferencia en la vida de cada estudiante y favorece la obtención del título secundario. Que el desarrollo de habilidades socioemocionales mejora su paso por la escuela y les brinda herramientas poderosas para la vida adulta, para la obtención de un primer empleo formal o para la continuidad educativa.

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El COVID-19 ayudó a que la sociedad en su conjunto tome dimensión de la desigualdad social, de la falta de oportunidades y de la inequidad educativa en la que están atrapados nuestros jóvenes. En estos nueves meses, quedó en evidencia que la mayoría de los niños, niñas y adolescentes crecen en la pobreza, que el mercado laboral no los incluye y que el sistema educativo no genera las condiciones para que todos los estudiantes tengan las mismas oportunidades independientemente del lugar en el que hayan nacido.

Covid-19 y desempleo

La visibilización de la problemática de manera tan rotunda logró que como sociedad nos estemos despertando, es hora de que todos los actores nos involucremos y empecemos a revertir esta situación. Si hay educación, hay futuro.