OPINIóN
Columna

Debemos tener más trabajo registrado y menos planes

Es imprescindible cambiar este modelo que cuenta con sindicatos corporativos y conservadores que frenan la evolución, impiden nuevas organizaciones y retrasan las modernas actividades.

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Desplome. La cuarentena resintió la actividad económica. | NA.

Es imprescindible cambiar este modelo en que “los trabajadores hacen que trabajan y los empleadores hacen que pagan”, con sindicatos corporativos y conservadores que en lugar de promover la libertad otorgada por Perón, frenan la evolución, restringen la autonomía, olvidan la democracia, impiden nuevas organizaciones y retrasan las modernas actividades.

El modelo sindical actual deja 7 millones de trabajadores no registrados e indirectamente promueve 20 millones de planes sin contraprestación.

En 2001, la entonces Ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, ofreció al sindicalismo administrar los planes sociales como una transición, pero ni gordos, ni ceteístas, ni moyanistas lo aceptaron. El propio Héctor Daer en nombre de la CGT dijo: “No queremos tener los desocupados adentro…” porque obviamente generan más presión. Todos recordamos el episodio del atril.

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A partir de la miopía de aquella dirigencia sindical, que es la misma que hoy conduce el destino de los trabajadores argentinos, las organizaciones sociales pasaron de intrascendentes a imprescindibles, de no poseer reconocimiento estatal a manejar planes y subsidios oficiales por 6 billones de pesos anuales.

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Las organizaciones sociales vieron venir la tormenta de la caída de empleo y abrieron el paraguas, mientras que el sindicalismo se aferró (y aferra) a la torta cada vez más pequeña que es el mercado de la formalidad.

Mientras la CGT del siglo veinte logró la formalización y protección de millones de trabajadores, la del siglo veintiuno administra un cada vez más reducido grupo de privilegiados con sueldo en blanco, aguinaldo, obra social, turismo y convenio colectivo. El sindicalismo hace nada por los desocupados, que son cada vez más.

La burguesía dirigencial defiende un “modelo” sindical que convalida, por ejemplo, que los policías monotributen, sin gremio que los proteja, que los enfermeros sigan precarizados profesionalmente y que los trabajadores pasivos carezcan de representación y sigan empobrecidos con su movilidad. Los “gordos” obstaculizan el avance de la clase trabajadora y el empleo formal.

Cabe señalar también, el absurdo que la legislación exija poseer un recibo de sueldo oficial para sindicalizarse cuando la mitad de los trabajadores argentinos está en la informalidad. O sea, si sos trabajador en negro, el sindicato no puede afiliarte ni defenderte.

La Cartera Laboral tiene frenados unos diez mil expedientes de inscripción o personería por presión de los jeques sindicales. En lugar de permitir que el sindicalismo crezca y multiplique la fuerza de los trabajadores con nuevas asociaciones, el viejo sindicalismo sostiene, equivocadamente, que eso dividirá su potencia y ejerce prácticas antisindicales que debilitan y alejan a los trabajadores de su sindicato y de un empleo.

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El “modelo” sindical argentino promueve olas de denuncias ante la Organización Internacional del Trabajo – OIT, porque los sindicatos corporativos restringen la libertad de los pequeños sindicatos independientes.

El sindicalismo ninguneó el ofrecimiento de la ex Ministra de Trabajo y dio la espalda a las organizaciones sociales, creyendo que así desaparecerían. No previó que la desocupación crece más rápidamente que el trabajo, y, con su actitud negacionista, liberó la zona para desarrollar el inmenso poder territorial y económico de los movimientos sociales, que hoy es superior al sindical.

Los líderes sociales, que desde su nacimiento piden ingresar a CGT, hoy no solo se atreven a criticarla sino que ya se ven adentro y proyectan: “la sede de Azopardo no será un edificio vacío, habrá comedores, talleres de oficio y escuelas de arte…” dicen. Cuentan con apoyo del Presidente para ingresar a la conducción cegetista.

Yo promuevo una reingeniería sindical opuesta a las organizaciones sociales. El peor sindicato es mejor que la mejor organización social, siempre que el sindicalista comprende a que su papel es promover empleo, no subsidio; dignidad, no limosna; democracia, no abuso; libertad, no unicato; y transparencia, no mafia. Tenemos que cambiar un modelo de sindicatos débiles con muchos afiliados, que no representa a trabajadores sino a dirigentes.

Los sindicatos y las organizaciones sociales hablamos el mismo lenguaje pero nos referimos a cosas bien diferentes. Mientras en la cuarentena, que nos quita salud y trabajo, los sindicatos estamos comprometidos porque se redujo 12% la economía, se eliminó 4 millones de empleos (a pesar de la prohibición de despidos)y se cerró un millón de empresas, las organizaciones están involucradas, y hasta potenciadas, porque incrementaron su volumen con cuatro millones de nuevos pobres.

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La sindicalización de desocupados es fundamental para la ampliación de derechos laborales; por eso la administración de los planes debe estar en manos de los sindicatos, para gestionar la transición entre el desempleo y la reinserción laboral. En 2001 perdimos la oportunidad de robustecer el sindicalismo y promover más empleo formal, aún estamos a tiempo.

Debe liberarse la creación de nuevas organizaciones, para que nazca un sindicalismo sano, con Estatutos actualizados. Hay que evolucionar a un sindicalismo flaco, manejable, que represente mejor los intereses diferenciados de sus trabajadores. Son estos jóvenes sindicatos los que deben administrar los planes sociales en forma temporal y lograr insertar al trabajador en el empleo formal.

El esfuerzo es  la única forma de progresar. Los sindicalistas debemos convencer a nuestros representados que la mejor forma de defender el trabajo es yendo a trabajar, no quedarse en casa esperando el sueldo. Todos debemos poner el hombro. Es insostenible continuar con el sesenta por ciento de los trabajadores estatales haciendo zoom y dejando sin atención esencial al resto, que sí ponemos el cuerpo a la pandemia.

¿Ya pensaron si los farmacéuticos en vez de hacer alcohol gel, barbijos y medicación para Covid-19 se hubieran quedado en casa por miedo a contagiarse, o si los bioquímicos no hubieran testeado o extraído el plasma de recuperados por riesgo a enfermarse? El neosindicalismo debe sumarle responsabilidades a los derechos laborales.

Es imposible crecer cuando es más rentable vivir de subsidio que de trabajo. Los políticos deben comprender que el trabajador quiere comprar su casa, auto e irse de vacaciones; quiere diferenciarse, no ser igualmente pobre. No se ayuda a la gente haciendo por ella lo que debe hacer por sí misma. El desafío es aumentar las oportunidades laborales, con mirada ascendente.

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Pero no hay solución gremial sin solución política, por eso hay que participar para lograr una enmienda laboral que reconozca nuevas actividades y autorice nuevos sindicatos, chicos y bien fiscalizados, que puedan negociar salarios con las pequeñas empresas generadoras de nuevos empleos, que también están excluidas de las corporaciones empresarias. El desafío de estos nuevos empresarios y sindicalistas es crear y mantener empleos genuinos.

Si el peronismo creó los derechos laborales, ahora debe actualizarlos. Ser peronista es bajar la pobreza, reducir los planes y aumentar la producción del sector privado (por ejemplo Gas, Minería, Pesca, Tecnología y Farmacología); noes pedir (y otorgar) un subsidio para cada problema.

Basta de la política de la miseria. El que maneja los pobres gana las elecciones y aumenta la pobreza para tener más poder. Te da plata en vez de trabajo y educación. Hay que construir una nueva dirigencia porque cuando el político habla, miente; cuando calla, encubre; cuando está en el poder, roba; y cuando está en la oposición, rompe.

El papel del Estado no es imprimir billetes sin respaldo, sino crear trabajo reduciendo paulatinamente los subsidios.

 

* Doctor en Farmacia y Bioquímica – UBA. Secretario general del Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos – SAFYB. Confederación General del Trabajo. @MarceloPeretta