OPINIóN
Fundación Gonzalo Rodríguez

Siniestros de tránsito y pérdida de vidas, la necesidad del compromiso individual

La realidad refleja que tenemos una baja percepción del riesgo y lo subestimamos. La falta de información es inaceptable si ése es el gatillo que hipoteca la vida de las personas.

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Choque múltiple en General Paz. | Cedo Perfil

Cuando leemos un reporte que nos muestra que la primera causa de muerte de los jóvenes en nuestro país son los siniestros de tránsito, automáticamente sentimos preocupación pero luego, en una fracción de segundo, seguimos con nuestras obligaciones y pasamos a otro tema.

Cuando hay un “accidente” sabemos que uno o más elementos han fallado resultando en una tragedia que afecta o acaba con la vida de uno o más individuos. Y aún cuando esto golpea fuerte en la vida de quienes componen su entorno más cercano, la multiplicación de estos hechos que suceden a diario, hacen que el impacto ya no se circunscriba a ese núcleo familiar particular, sino que tome carácter masivo.

Los niños y jóvenes constituyen el futuro y la fuerza económica de un país y no podemos darnos el lujo de desatender riesgos que les cuesten la vida o afecten su porvenir impidiéndoles desarrollarse social y laboralmente.

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Este es un tema estructural, de fondo, al que es necesario ponerle foco. Dejar la responsabilidad sólo en manos del Estado, puede resultar cómodo, pero no es sino sumando el compromiso de todos los sectores, tal como ha sucedido en otras naciones, que podrá imprimirse un cambio en este largo camino por recorrer que hoy se cobra 5.500 vidas por año en Argentina y deja a más de 110.000 con heridas de gravedad. La toma de conciencia y trabajo conjunto de los distintos agentes de cambio son esenciales.

En este sentido, el sector privado es un jugador clave a sumar en la ecuación. Las compañías multinacionales hoy ya aplican con sus empleados protocolos de seguridad que pueden complementarse con capacitaciones, con controles de límite de velocidad vía GPS, con el uso de elementos de seguridad pasiva y con el mantenimiento de vehículos, entre otras tantas posibilidades que oficiarían de atenuantes. En busca de un ciclo virtuoso, se hace imprescindible conocer qué iniciativas funcionan en otros países y comprobar cómo las empresas hacen un gran aporte motivando incluso a la población a generar una demanda de seguridad que pueda implicar en muchos casos, un cambio en la oferta de vehículos y en los elementos de seguridad.

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Ahora bien, nada de todo esto tiene sentido sin un verdadero y profundo compromiso individual que acompañe el camino colectivo. Nadie en su sano juicio decide ser víctima de un accidente u ocasionarlo, pero sí decide llevar a un niño suelto en el auto sin un sistema de retención infantil (SRI), sí decide no usar cinturón de seguridad oponerse el casco al trasladarse en motocicleta, sí decide transitar a alta velocidad en una zona escolar, sí decide conducir alcoholizado o puede decidir e incidir en la forma en la que sus empleados de trasladan. La realidad refleja que tenemos una baja percepción del riesgo y lo subestimamos.

Hace más de 15 años que trabajo para generar un cambio cultural, ya que la experiencia y la evidencia señalan que la falta de conocimiento es uno de los principales responsables. La falta de información es inaceptable si ése es el gatillo que hipoteca la vida de las personas.

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Crecí en Montevideo, mi hermano llegó a ser un piloto internacional que hizo que muchos aficionados soñaran con un futuro en lo más alto del automovilismo, sin embargo, el 11 de septiembre de 1999 perdió la vida en el circuito de Laguna Seca en California. Pocos días después decidí formar una ONG en su memoria, para devolver a sus seguidores latinoamericanos lo que ellos con su entusiasmo y apoyo habían generado en él. Estoy convencida de que sólo si nos ocupamos vamos a poder revertir las cifras negativas en siniestros de tránsito que impactan directamente en las sociedades y en las economías del mundo.

En tiempos en que palabras como epidemia y pandemia ocupan millones de conversaciones en redes sociales, medios digitales, noticieros y primeras planas en todo el mundo, es pertinente mencionar que según los últimos registros oficiales, en Argentina la tasa de mortalidad en siniestros viales es de 12,3; si tenemos en cuenta que la OMS considera que una enfermedad con una tasa mayor a 10 es una epidemia y vemos que en Argentina es de 12,3 y que anualmente los siniestros de tránsito en multiplican por cuatro el número de vidas perdidas en comparación con las que se ha cobrado hasta ahora el Covid-19 al momento de escribir este texto, seguramente decidamos tomar un rol activo y no sólo comencemos a ser más responsables en la prevención para preservar la propia vida sino también la de quienes tenemos a nuestro alrededor. La decisión es nuestra.

 

* Presidenta de la Fundación Gonzalo Rodríguez. www.gonzalorodriguez.org / TW @RodriguezNani.