OPINIóN

Kafka corporativo

El famoso escritor y abogado trabajó en una empresa de seguros. Si estuviese hoy en una compañía similar, quizás, su parábola “Ante la ley” hubiese resultado escrita de este otro modo.

Franz Kafka
Franz Kafka | Cedoc

“Kafkiano” es un adjetivo que se suele utilizar para caracterizar un estado de las cosas absurdo, imposible, retorcido, desesperante, insólito, angustiante, todo eso a la vez.

Franz Kafka, el famoso escritor y abogado también trabajó sus años en una empresa de seguros, la -todavía existente- Assicurazioni Generali. Si Kafka estuviese hoy en una compañía similar, seguramente hubiese tenido que asistir a alguna capacitación corporativa sobre Integridad y Compliance (cumplimiento normativo) y, quizás, su parábola “Ante la ley” hubiese resultado escrita de este otro modo:

Ante la ley hay un guardián. Un analista de Compliance se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El analista reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.

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Kafka y sus sucesores

 -Tal vez -le dicen - pero no por ahora.

La puerta que da a la Ley está abierta, tal como manda la política de puertas abiertas de la compañía. La puerta de la Ley está en el último piso y en la pantalla LED se puede ver cuándo el ascensor se detiene ahí; siempre que puede, el analista aprovecha para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:

-Si tu deseo es tan fuerte, haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Soy el primero y el último de los guardianes. En todos los pisos hay uno: el de Auditoría, el de Legales, el de Riesgos, y últimamente uno nuevo, el de Sustentabilidad y otro más, el de Compliance; cada uno más poderoso que el otro.

El analista no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el Guardián -con mayúsculas- su traje Hugo Boss azul oscuro, raya diplomática, camisa blanca de medida, nariz grande y aguileña y porte impecable decide que le conviene más esperar. Y se acomoda en el enorme sofá de cuero del lobby.

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Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y cada vez que alguno de los guardianes apoya su ID Badge en los molinetes para ir hacia los ascensores, los fatiga con sus súplicas. Con frecuencia alguno conversa brevemente con él, le vuelve a preguntar su nombre y a qué se dedica; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repiten que no pueden dejarlo entrar. El todavía analista sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al Guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:

-Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.

Durante esos largos años, el analista había estado observando a los guardianes: siempre le pareció que éste era el único obstáculo que lo separaba de la Ley. Los primeros años se quejaba de su mala suerte en voz alta con otros que también esperaban en el lobby; más tarde, a medida que envejecía, ya sólo murmuraba para sí. En su cuidadosa y larga contemplación del Guardián había llegado a conocer todos sus trajes. Hasta le suplicaba a Giorgio Armani y a Ermenegildo Zegna que lo ayuden y convenzan al guardián de que lo deje entrar.

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Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si es por el desgaste de las pantallas, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo para irse de la compañía. Todas las experiencias de esos largos años de trabajo como analista se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Espera al guardián al lado del molinete y se prepara para hacerla en los veinte segundos que transcurren entre apoyar la tarjeta, girar el molinete y quedar del otro lado. En el curso de negociación había aprendido la técnica del “elevator pitch” y era la primerísima vez que veía la oportunidad de usarla. El Guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del analista.

- ¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.

-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el analista de Compliance-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

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El Guardián comprende que el hombre está por jubilarse, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla. 

Fin

 

* María Marta Preziosa: Dra. en Filosofía. Investigadora y docente universitaria.